Los efectos del fallido golpe de Estado no sólo se han hecho sentir con la oleada de detenciones masivas en Turquía. Recep Tayyip Erdogan, presidente de ese país, ha tomado un nuevo aire a nivel nacional y ha señalado que detrás de la intentona estuvo Estados Unidos. Aparte de esta polémica declaración, ha dicho que implementará la pena de muerte contra los golpistas, generando una oleada de indignación en la Unión Europea.
Turquía es un país esencial para los intereses norteamericanos y europeos. En el sur de esa nación está ubicada la base aérea de Incirlik, donde la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) dice que Estados Unidos tiene armas nucleares, pese a que las autoridades norteamericanas lo niegan. Desde ahí salen muchos de los ataques aéreos que lanza para combatir al Estados Islámicos (EI), en Siria.
A pesar de la estrecha relación en los últimos años de Ankara y Washington, el gobierno turco ve con malos ojos que el clérigo Muhammed Fethullah Gülen, el peor enemigo de Erdogan, tenga asilo en Pensilvania. El primer responsable del golpe del viernes para las autoridades turcas es precisamente Gülen, quien ha salido a negar a los medios internacionales cualquier tipo de responsabilidad.
Ambos países se necesitan mutuamente; Estados Unidos sigue luchando contra el EI y necesita de las bases en Turquía, quien a su vez busca la tecnología de los organismos de seguridad e inteligencia norteamericanos para enfrentar el terrorismo del EI y los kurdos alzados en armas al sureste. Ankara ha expresado su molestia por el trato recibido en el Consejo del Atlántico Norte, organización adscrita a la OTAN y de la cual hace parte Estados Unidos, en donde se la ha puesto poca atención a sus tesis sobre el EI y la lucha terrorista.
A la OTAN no sólo le interesa Turquía por su ubicación geoestratégica, sino que también tiene como Estados Unidos intereses en Esmirna, el segundo puerto del país cerca a la costa Egea. Los aliados necesitan mantener la sede comando localizada allí. Pero existe una distancia entre Washington y la OTAN, sobre todo en temas de financiación, que puede aumentar con el fallido golpe.
Ankara probablemente va a dejar de ser protagonista en la OTAN mientras no resuelva los problemas al interior de sus fuerzas armadas. Las detenciones e investigaciones contra líderes y participantes del golpe están en curso y seguirán durante los siguientes meses. Mientras tanto la OTAN tratará de mantenerse, pero perderá un jugador esencial como Turquía, que ha colaborado con ayuda militar, naval y aérea en Afganistán, los Balcanes y Libia. Las potencias occidentales deben buscar una salida democrática y autónoma a la crisis que hoy tienen con Turquía. Erdogan y sus ministros han iniciado una cacería de brujas contra todo aquel que tenga un leve indicio de haber participado en el golpe. En el proceso de detención, el Presidente ha dicho que podría aplicar “la pena de muerte” contra los máximos responsables.
Esa declaración no ha sido de buen recibo en la comunidad internacional. Federica Mogherini, jefa de la diplomacia europea, dijo que “"ningún país puede adherirse a la UE si introduce la pena de muerte", llamado a Turquía a que se rija por el Estado de Derecho en la persecución a los golpistas.
"El Estado de Derecho debe ser respetado por el bien de Turquía”, añadió la diplomática en una rueda de prensa conjunta con el Secretario de Estado, John Kerry, quien también hizo un llamado al “gobierno turco a respetar las instituciones democráticas de la nación”, luego de reunirse en Bruselas con los ministros de Relaciones Exteriores de la UE.
Sin embargo, la cacería de golpistas continúa. El lunes en la noche se contabilizaban más de 7.500 personas detenidas, incluyendo 6.038 militares, 755 magistrados y 100 policías. Aunque hay cifras que hablan de 20.000, como El País de España. De ellas, un número importante sería objeto de pena de muerte, pero es posible que luego del pedido de Estados Unidos y la comunidad no se presenten las anunciadas ejecuciones.
Erdogan quiere vengar a las 232 personas que murieron defendiendo su gobierno. Ayer, en su primera entrevista en CNN después del golpe, volvió a decir que la “pena de muerte no está excluida como pena al crimen de traición”, pero reveló que el parlamento es el único que la puede hacer efectiva, al reconocer que fue excluida de la legislación turca en 2004, tras la fuerte presión que recibió de la UE para eliminarla.
La venganza puede nublar la mente del presidente Erdogan y encaminarlo a tomar represalias, como la pena de muerte contra todo aquel que presuntamente participó en el fallido golpe, en detrimento del Estado de Derecho. Sin embargo, su interés por pertenecer a la UE y fortalecer sus fuerzas armadas para combatir el terrorismo lo pueden detener. En el transcurso de la semana se sabrá cuál camino toma.
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