En Turquía ganó la democracia pero persiste inconformismo | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 17 de Julio de 2016
Redacción internacional

La noche del viernes parecía una escena más de los golpes de estado en América del Sur. Hombres armados vestidos de verde, tanques y aviones sobrevolaban la ciudad. Aunque esta vez no era Santiago ni Buenos Aires. Se trataba  de Ankara, Turquía, un país con una tradición autoritaria que se esforzaba por consolidar, a raja tabla, una incipiente democracia. La víctima: el presidente Recep Tayyip Erdogan.

Las primeras imágenes mostraban convoys de tanques armados rodando por Ankara y las principales instituciones, como la radio nacional y el aeropuerto, bajo el control de los golpistas. Fuentes cercanas a The Economist revelan que los efectivos que custodiaban el aeropuerto se echaron para atrás y dijeron por la radio estatal que no apoyaban el movimiento. Así, como ellos, otros retrocedieron en su intento y dejaron a los militares sin pie de fuerza para derrocar a Erdogan.

El golpe fue clásico. Se tomaron la radio pública para que Erdogan no tuviera un lugar para emitir un mensaje a los ciudadanos. Entonces tuvo que buscar un canal privado, CCN Turquía, para pedir  a los ciudadanos a que salieran a las calles a defender la democracia, mediante una transmisión de Facebook Live.

En su conversación con una presentadora turca, Erdogan culpó a un "un pequeño grupo dentro de nuestras fuerzas armadas", llamado Gülen, un movimiento radical dentro de las fuerzas armadas de tendencia  islámica. Los miembros de esta agrupación fueron sus antiguos aliados pero se habían convertido en los últimos años se habían convertido en sus peores enemigos.

Los enfrentamientos entre Erdogan y el grupo Gülen iniciaron en 2013 cuando miles de turcos salieron a las calles a protestar por un escándalo de corrupción en el gobierno que les costó el puesto a tres ministros. Erdogan dijo que detrás de las revueltas estaba ese grupo, generando un odio mutuo que al parecer terminó con el golpe del viernes.

Pero las diferencias entre el súper poderoso Presidente y sus contradictores no sólo se resumen con ese grupo. A medida que han pasado los años, Erdogan ha tomado medidas en detrimento de la libertad de prensa y los derechos civiles. De ahí que muchos de los círculos seculares estén en desacuerdo con su gobierno, al que conciben como tirano y autoritario. Aunque hasta el momento no se ha revelado ninguna conexión entre éstos y el grupo Gülen.

No existe, por lo anterior, un motivo claro que explique el intento golpista del viernes.  De hecho, el gobierno y los militares cada vez son más cercanos, buscando consolidar ese régimen semi autoritario que las potencias occidentales han criticado; a Erdogan se le ha comparado con Putin en este lado del hemisferio.

Incluso, las buenas relaciones entre Erdogan y los militares han llegado a los tribunales, según Foreign Policy. En 2014, cuando una corte falló en contra de unos militares involucrados en el caso Ergenekon, el presidente ya gobernaba con su partido, Partido de Justicia y Desarrollo. Este año el tribunal de apelaciones revocó la decisión y permitió que aquellos militares salieran libres.

También se suma a este recuento de buenas relaciones la ley que el ejecutivo aprobó  y que concede prerrogativas extraordinarias a los militares en la lucha contra el terrorismo kurdo en el sureste, base de las guerrillas del PPK, y ahora en toda Turquía. Ese es, quizá, el principal elemento que demuestra los estrechos vínculos entre las fuerzas militares y el presidente.

Otro punto para tener en cuenta es la política exterior de Erdogan. En los últimos meses ha vuelto a tener relaciones bilaterales con Israel tras más de 10 años, se ha acercado a Rusia y mantiene los lazos con Estados Unidos, que tiene bases militares en su territorio.

Estos acercamientos tienen como epicentro el Estado Islámico, que ha ejecutado dos ataques terroristas en el último año. Por tanto el interés es mantener el gobierno de turno para lograr una estrategia colectiva con las potencias buscando acabar con el terrorismo yihadista y, de paso, consolidar el pie de fuerza con los guerrilleros kurdos en el sureste.
Ciertos o no estos motivos, la democracia turca es la principal víctima del intento de golpe del viernes pasado. Erdogan sobrevivió al golpe, aterrizó en Ankara luego de sus vacaciones de verano en Bodrum, Turquía,  y retomó fuerzas para continuar en el poder.

En los próximos días, seguramente, su política será más fuerte y represiva. Rodarán cabezas de los culpables del golpe y de paso muchos de sus democráticos opositores serán víctimas de sus medidas. La democracia ganó porque los militares no se tomaron el poder y el que fue elegido en las urnas salió victorioso. Pero como quien dice, el sabor es agridulce porque muy probablemente ese país va experimentar una era más autoritaria.