¿En qué va la lucha antidrogas? | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Mayo de 2013

En días pasados la Organización de Estados Americanos (OEA) dio a conocer su informe sobre drogas ilícitas, documento que había sido solicitado por los Estados asistentes a la última Cumbre de las Américas, que se realizó en Cartagena.

Sin lugar a dudas Colombia es uno de los países más interesados en ese estudio ya que la guerra que vive el país tiene como motor y combustible el negocio de las drogas. Bajo este presupuesto es necesario profundizar los escenarios de análisis y estudio sobre este fenómeno, entender la cadena y eslabones del negocio, vislumbrar la responsabilidad de los países productores y consumidores, y revisar dónde se están quedando las grandes ganancias de este flagelo que azota a todo el hemisferio.

Al abordar esta temática, en primer término, se debe partir por un cambio de concepto, de “narcotráfico” a “drogas ilícitas”, tal y como lo ha  propuesto la Organización de Naciones Unidas (ONU). Al utilizar el término narcotráfico se limita el verdadero alcance de este negocio ilegal. Para entender y abordar este concepto es necesario describir la cadena de las drogas  que ha sido clasificada y jerarquizada a través de diversas  investigaciones realizadas por diferentes países en el contexto de sus ministerios del Interior, Justicia, y la Policía local, así mismo por organismos multilaterales y centros de pensamiento a nivel global.

 

Eslabones

 

El problema de las drogas tiene como primer eslabón el cultivo de la hoja de coca. Alrededor de este cultivo se genera todo un mundo que va desde la tala indiscriminada de bosques, daños directos al medio ambiente, explotación de campesinos, colonos y raspachines que laboran en las plantaciones, y todo este mundo agrario que se desenvuelve alrededor de los cultivos; el segundo eslabón es el procesamiento de la droga, donde aparecen los laboratorios, cristalizaderos, precursores químicos y toda la logística para este procesamiento; el tercer eslabón es el famoso narcotráfico, o sea la actividad de llevar y transportar el narcótico; en este mundo aparecen desde  las conocidas “mulas” hasta los sofisticados semisumergibles, así como las rutas que se han creado para poder transportar la droga; el siguiente eslabón es el de la comercialización, en donde están desde los grandes distribuidores hasta los conocidos “jíbaros” que venden la droga al menudeo en las calles; el siguiente eslabón es el consumo, del cual aparecen los problemas de salud pública y todas las consecuencias de la adicción de los consumidores; y, por último, en esta cadena aparece el lavado de activos,  por medio del cual intentan ingresar a la economía legal todas las ganancias del negocio de las drogas ilícitas.

En la época del Cartel de Medellín, Pablo Escobar y sus socios tenían en su poder toda la cadena de las drogas ilícitas, manejaban desde el cultivo hasta la distribución y el  lavado de activos, hecho que los posicionó como los verdaderos dueños del negocio. Sin embargo, la caída de los grandes narcotraficantes y sus carteles a partir de 1987 con Carlos Lehder hasta la captura de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, en 1995, derivó en que las Farc asumieran el control únicamente de los dos primeros eslabones de la cadena, los cultivos y el procesamiento. Tener estos dos eslabones bajo su control les permitió crecer exponencialmente, pero el siguiente eslabón, el del  transporte lo van a asumir los carteles mexicanos, quienes ahora se van a encargar  de recoger la droga en puertos y lugares de acopio, tanto en Colombia como en Centroamérica, y la transportan a los Estados Unidos, hecho que derivó en la guerra  por las rutas que conocemos hoy. Pero el verdadero botín de este negocio ilegal no está en producir la droga ni siquiera en transportarla; sin querer decir que estos dos eslabones no dejan ganancias astronómicas, donde realmente se van a ver las mayores ganancias es en la comercialización y en el lavado de activos.

 

‘Valorización’

 

Según datos suministrados por la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional, un kilo de cocaína en  Colombia se puede conseguir en los laboratorios entre dos millones y dos millones y medio de pesos.

Ese mismo kilo de droga puede llegar a costar en Bogotá hasta 10 millones de pesos en promedio. Y la misma cantidad puesta en las calles de Miami puede llegar a costar hasta 50 millones de pesos, y en las calles de Nueva York puede llegar a los 70 millones de pesos. De esta cifra ganan una porción importante quienes la producen y la trafican sin lugar a dudas,  pero la gran ganancia se va a ver representada al venderla y distribuirla al menudeo en las cadenas del microtráfico.

Según expertos en la lucha contra las drogas de la Policía Nacional consultados para esta publicación, la cocaína que es enviada desde Colombia a los Estados Unidos tiene en promedio un margen de pureza del  84% al 94%.

Este mismo kilo en las calles norteamericanas puede quedar en un nivel de pureza del 25%. Este fenómeno se presenta porque los distribuidores logran obtener de un solo kilo hasta tres kilos al rendirlos con otras sustancias. Uno de los principales interrogantes que surgen desde los países latinoamericanos es: ¿Por qué no conocemos de la existencia de los grandes carteles y capos de la droga en los Estados Unidos, si es allí donde se comercializa y se hace el gran lavado de activos?

 

Asimetrías

 

Las corresponsabilidades en esta guerra contra las drogas no están claras. Son los latinos quienes asumen el peso de la estigmatización y de los muertos de las diferentes guerras que se libran en toda la región; al realizar un análisis de la situación  interna de algunos de los países latinoamericanos nos podemos encontrar con el siguiente panorama: Perú, hoy considerado el segundo productor de hoja de coca, tiene como su gran amenaza al grupo guerrillero Sendero Luminoso, que se financia principalmente con los cultivos de hoja de coca; si uno pasa a Colombia la gran amenaza son las Farc, el Eln, las Bacrim y ahora “los combos”, donde todos sobreviven de forma principal por el negocio de la cocaína; si se va a Centroamérica, la amenaza permanente son las maras, en especial la MS13 y la M18, grupos de crimen organizado que sirven de puente de las drogas y viven del microtráfico; por último, si se va a México, la gran amenaza son los carteles que se disputan las rutas de acceso a los Estados Unidos.

El eje central de estas diversas guerras es uno sólo: la cocaína que consumen los norteamericanos. Al ser Estados Unidos uno de los mayores consumidores de drogas, ha creado una política exterior y una doctrina  en la cual se victimiza por los costos que le producen a su sociedad los consumidores, y es sobre la base del consumo que implementan sus políticas y no sobre los fenómenos de comercialización, lavado de activos y  divisas que entran a la economía norteamericana.

En conclusión, y sin lugar a dudas, en esta correlación de responsabilidades América Latina sigue poniendo los muertos mientras Estados Unidos no sólo tiene los consumidores sino que ahora desde la clandestinidad  y silencio estatal pone los  grandes capos y carteles.

* Néstor Rosania, analista político, Director del Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales. Cesdai.  En twitter @nestorrosania