En las buenas y en las malas | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Enero de 2012

 

 

En 2006, Luis Alfredo Ramos lidera una coalición de regiones entre Alas y Equipo Colombia, pese a las advertencias superiores que en su momento le hiciera en privado el ex ministro Fernando Londoño cuando le dijo una y otra vez: “Esa aventura le costará más de un dolor de cabeza”.

Quería la Cancillería. Ramos no se postula para el Senado, pues aspira a ser seleccionado como canciller en el segundo período de Uribe a quien ayudó a reelegir. El ex presidente cobra por ventanilla y decide no acoger sus aspiraciones ministeriales; solo le ofrece un “chicharrón” maluco: la embajada en Venezuela, designación que el sonsoneño rechaza. Se acuartela en Medellín y es elegido gobernador de Antioquia con más de 800 mil votos.

Perfidias. Dicen los que lo conocen que Ramos es un político frío, calculador, que sabe propinar puñaladas marraneras, de las que hablaba en sus tiempos el ex designado José Antonio Montalvo, sin mover las manos.

Ramos ejerció la Gobernación al lado de Liliana Rendón, Jorge León Sánchez y Álvaro Vásquez, abandonando del todo a sus aliados más fieles: Jenaro Pérez Gutiérrez, Gabriel Zapata Correa, Oscar Darío Pérez, Oscar Suárez y Oscar Arboleda.

Suicidio. Siendo liberal, Álvaro Vásquez se convirtió en su candidato personal y el 30 de octubre fue derrotado inmisericordemente por el voto de opinión que prefirió a Fajardo en la Gobernación. Ramos desoyó las voces de los empresarios, periódicos y dirigentes políticos que le advirtieron que Vásquez enterraría todas sus aspiraciones políticas, presentes y futuras. Así fue. No apoyó al joven Sebastián Moreno, que tenía el departamento en la cabeza, para respaldar a Vásquez, que tenía el departamento en su bolsillo.

Génesis. En sus inicios, Ramos hizo parte del sector unionista que en su época orientaron los jefes conservadores Ignacio Vélez y Luis Emilio Monsalve. Primero, como seguidor de Vélez Escobar, recientemente desaparecido, y luego de Monsalve, apoyó el triunvirato para unir el conservatismo antioqueño formado por Álvaro Villegas, Monsalve y Valderrama.

Anécdota. En la primera reunión de los tres jefes paisas, Jota Emilio le hizo en tono airado este reclamo a Monsalve: “Luis Emilio, estoy aquí para contribuir a la unidad de mi partido, a pesar de que usted, como Secretario de Gobierno, se dedicó a perseguirme a mí y a mis amigos”. Luis Emilio le contestó: “No te preocupes, Jota Emilio, que yo ya te perdoné”.

Mentor. El empresario Augusto López fue el descubridor de Ramos nombrándolo secretario de Cervunión. Lo respaldó durante toda su carrera política. Incluso, se lo recomendó a Samper para que lo designara ministro de Comercio Exterior. Pese a la vieja amistad, Ramos terminó remplazándolo por Álvaro Vásquez, quien acabó jubilándolo para el olvido.

Colofón. Valencia y Ramos, quienes siempre emularon por la grandeza de sus liderazgos, hoy se disputan el último honor que les queda: saber quién cae de último. “O cambiamos o nos cambian”. (¡Y los cambiaron!)