El ministro de Minas y Energía, Amylkar Acosta, realizó un análisis sobre la amenaza que significa la acumulación en la atmósfera de cantidades crecientes de gases de efecto invernadero.
Estos son apartes del informe del jefe de cartera de minas:
Aunque aún quedan escépticos que se resisten a creer y a aceptar que el fenómeno del calentamiento global es una pungente realidad, esta le da cada día más la razón al Panel intergubernamental de expertos sobre cambio climático (IPCC) de las Naciones Unidas. En su 5ª versión revelada recientemente en Berlín Cambio climático 2014: energía renovable, advierte que cada día son más frecuentes y severos los fenómenos extremos de las sequías, las olas de calor, las inundaciones y mayores sus estragos sobre el acceso al agua, a la salud, a la energía y a los alimentos. Concluye diciendo que “viviremos un clima cada vez más hostil” y plantean un panorama que tiende a ser catastrófico “si no se actúa a tiempo para reducir las emisiones de dióxido de carbono”. Y ello es así, porque está comprobado que existe una gran correlación entre la concentración de CO2 en la atmósfera y la temperatura.
En su primer reporte en 2007 el IPCC sostiene que el calentamiento se debe, con un 90% de certeza, a la actividad humana”, cuando para el 2001 el nivel de certeza era de sólo el 61%; esta vez, en su más reciente reporte, reconocen que es tal la evidencia que se atreven a asegurarlo con un 95% de certeza (¡!). Por ello se habla de las causas antropogénicas del calentamiento global, atribuible a la actividad humana. Para ilustrarlo digamos que mientras los cinco continentes al tiempo que liberan espontáneamente 60 giga toneladas de carbono por año capturan 63; entre tanto los océanos liberan 90 giga toneladas de carbono por año y absorben 91.7. Al final el saldo neto es positivo ambientalmente, pues estamos hablando de una reducción de la concentración de carbono en la atmósfera de 4.7 giga toneladas/año; pero, esta se ve contrarrestada por las 8.7 giga toneladas de carbono que se emite cada año por cuenta de la actividad humana. Ello explica el efecto acumulativo de 4 giga toneladas/año netas de mayores emisiones por parte de la industria, la agricultura, la ganadería, la minería y en general las actividades que demanda la sociedad moderna.
Según estimaciones del Panel de expertos de la ONU la agricultura es responsable de cerca del 14% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y a ellas se vienen a sumar las de la ganadería lo es del 18% de las mismas. Según un Informe reciente de la FAO, las emisiones de GEI por parte del sector agropecuario sumaron las 10.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 anuales, duplicándose en el transcurso de los últimos 30 años. La tendencia es hacia un escalamiento de tales emisiones, pues en los últimos 10 años las emisiones anuales del sector agropecuario se incrementaron un 14% al pasar de 4.700 millones de toneladas de CO2 en 2001 a 5.300 millones de toneladas en 2011. Es de resaltar que el 39% de estas corresponde a la fermentación entérica, esto es al metano producido por el ganado durante la digestión y que es expulsado al eructar. En Colombia específicamente, según el IDEAM, para el año 2004 la sumatoria de las emisiones de GEI por cuenta de la actividad agrícola con las provenientes del uso del suelo, cambio de uso del mismo y la silvicultura superaron el 50%.
También es motivo de preocupación para los expertos de las Naciones Unidas el peso cada vez mayor que va cobrando la generación de energía en los registros de las emisiones de dióxido de carbono. De acuerdo con las cifras del Informe Stern en 2006 la energía contribuía con el 24%, ya para el 2011 la Agencia Internacional de Energía (AIE) le atribuía el 41% y en este Informe del IPCC este porcentaje es del 47%. A ello contribuye en gran medida al gran consumo de carbón para la generación de energía en las centrales térmicas, por ello se sigue con gran interés aquellos desarrollos tecnológicos tendientes a mitigar su impacto. Es así como en China, en donde el 77% de su generación proviene de plantas fogueadas con carbón térmico, una de sus centrales de generación logró la captura de las emisiones de dióxido de carbono a un costo de US $39/tonelada, todavía muy alto con relación a otras alternativas para reducir sus emisiones, pero constituye un avance. Por su parte el transporte que participaba en 2006 con el 14% en el Informe Stern y 23% en 2011 en el de la AIE, ahora registra el 11% en el Informe del IPCC, aunque hay que denotar que este sector consume más del 70% de todos los derivados del crudo que es de origen fósil. Por su parte la industria ha venido ganando participación, desde el 14% pasando por el 20% hasta llegar al 30% para los mismos años y según las mismas fuentes.
Entre la vulnerabilidad y la conflictividad
Paradojalmente Colombia al tiempo que es el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado en el mundo es el tercer país en vulnerabilidad frente al cambio climático. De allí su gran exposición a sus secuelas y estragos. Colombia, no obstante, “sólo” aporta según la Agencia Internacional de Energía (AIE) el 0.4% de los GEI y en ello influye mucho su diversificada matriz energética en la que prima la energía hídrica. Según el barómetro mundial sobre competitividad energética de los estados publicado a finales de 2012 por el Instituto Choiseul y KPMG que evaluó “la competitividad energética de 146 países a través de una combinación de criterios que mezclan calidad del ´mix´ energético, acceso a la electricidad y compatibilidad de las políticas energéticas con las problemáticas ambientales” ubicó a Colombia en la 5ª posición, apenas superada por Noruega, Canadá, Islandia y Dinamarca.
Empero, Colombia no se ha podido ni se podrá sustraer de los nefastos efectos del cambio climático, cuando no es el fenómeno del Niño con sus sequías es el fenómeno de la Niña con sus inundaciones, los que asolan campos y ciudades y como suele ocurrir la población vulnerable lleva la peor parte. El deshielo de sus principales glaciares es una de sus manifestaciones más dramáticas y horripilantes. Si nos atenemos a los registros del IDEAM, en los últimos 30 años se ha derretido el 57% de los glaciares y según Jorge Luis Ceballos, glaciólogo del IDEAM, “anualmente se está perdiendo entre el 3% y el 5% de su área. Y lo peor es que no podemos hacer nada para reversar ese fenómeno. El daño ya está hecho. Para que se recupere se necesitan inviernos demasiado fuertes”2. Germán Poveda, uno de los 259 científicos que participaron en la elaboración del más reciente Informe del IPCC, va más lejos al afirmar que “si el calentamiento global continúa bajo las condiciones que se han venido presentando nos quedaremos sin glaciares en 20 años”