Para quienes nacieron en la década de los 60, tres han sido los años que han determinado su futuro. El primero, claro, 1968. Un año que significó el punto de inflexión que venía dándose con los electrodomésticos, la minifalda, los viajes al espacio, el rock y tantas cosas más que marcaron una forma diferente de ver las cosas. Por eso quienes nacieron en esa década han creído siempre que el mundo es modificable y que es posible buscar nuevas alternativas.
Paradójicamente, la Guerra Fría fue un aliciente. No se sabe si todo lo que se inventó por parte de la juventud fue una ruta de escape o si el mundo hubiera retomado el mismo camino sin la coyunda de la guerra atómica encima. En todo caso, fuere lo que fuere, la llamada Revolución del 68 sirvió, no tanto para la formación de un espíritu libertario, sino para entender que podían trascenderse las fronteras y que la cultura social jugaba un papel preponderante en la manera de ser y estar.
La Guerra Fría terminó tardíamente en otro año emblemático: 1989. Seguramente si el infarto del Comunismo, como modelo político y económico, se hubiera dado antes es probable que la expansión de la mente humana hubiera podido ser más rápida. De todas maneras, las décadas del 70 y 80 consolidaron aquello que venía dándose desde los 60, inclusive con mucho mayor fluidez que aquello tan aburridor como el hippismo, que al fin y al cabo también era un comunitarismo. Por el contrario, lo personal se consolidó, aunque el individualismo tomó los visos egoístas que hoy perduran. Aun así, fueron épocas espectaculares, simbolizadas en la caída del Muro de Berlín, y que en Colombia tuvieron su manifestación extraordinaria en el llamado Movimiento de la Séptima Papeleta, por medio del cual se creó una Constitución cuyas cláusulas, básicamente, no sólo fueron el resultado del consenso, sino que oxigenaron una sociedad cerrada y pétrea.
Otro año de la misma naturaleza de 1968 y 1989 ha sido 2011. Un año, ciertamente, en el que no sólo cayó Osama Bin Laden, es decir, que se acabó la lucha entre las civilizaciones según venía contemplándose desde 2001, sino que surgió la “primavera árabe” y la caída de las nefandas satrapías que hipócritamente habían sido toleradas por el globo. Al mismo tiempo, ya fijadas las nuevas tecnologías como formulismos sociales fundamentales, surgieron los “Indignados”, y por eso puede decirse que los ciudadanos se tomaron las calles. En Colombia, como en las épocas de la Séptima Papeleta, ello ha tenido su irrupción novedosa en el nuevo estudiantado.
Desde 1968, pasando por 1989 hasta hoy, 2011, y más allá de las coincidencias que algunos comienzan a poner de relieve nacional e internacionalmente, lo cierto es que se está en búsqueda de un nuevo modelo político y económico mundial. No es suficiente con llamarlo globalización. Es demasiado poco para significar lo que está ocurriendo y se espera el filósofo que sepa definirlo. En tanto, es plausible ver cómo se va manifestando poco a poco, con un solo epicentro: ¡sin armas!