Por Alexander Moreno*
Las historias de México y Colombia han tenido significativos puntos en común. Ambos países fueron pioneros en los procesos de independencia de España en sus respectivas regiones. La élite criolla mexicana fue motivada por el acceso a recursos económicos del centro y sobretodo del norte inexplorado, mientras que la élite criolla neogranadina fue motivada por el acceso a las estructuras de poder político.
De igual manera, ambos países cuentan con una geopolítica interna que permite constituir desde regiones de alta montaña, hasta regiones costeras o selváticas. Ciudad de México, al igual que Bogotá, intenta administrar un país desde el centro.
En una valoración de geopolítica regional, tanto México como Colombia se encuentran en el extremo norte de su región, desde donde han irradiado su liderazgo político hacia sus vecinos, asociándolos de paso con Estados Unidos. En cuanto política, al igual que en la Nueva Granada, en México post independencia se dio la discusión en torno al centralismo o federalismo, optando los granadinos por la primera y los mexicanos por la segunda opción. Sumergidos en una lucha bipartidista, ambos países se entregaron a las armas por décadas, arrojando como resultado el predominio semi- dictatorial del PRI en México, así como el predominio semi-dictatorial del régimen consociasionalista del Frente Nacional en Colombia, por varias décadas.
Las similitudes no se detienen allí. Al igual que en Colombia, el narcotráfico se ha motivado por ventajas geopolíticas pero también por una ausencia estatal, pobreza regional y sobre todo por una cultura del narco y una debilidad institucional que facilita la creación de estructuras mafiosas que se alimentan de estructuras formales o informales de presencia pública.
En este contexto, la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, Estado de Guerrero, es tan solo la punta del iceberg que esconde una violencia endémica asociada a una infinidad de estructuras criminales y que ha permeado o se ha asociado con funcionarios públicos y miembros de los cuerpos de la ley y el orden. Por tal motivo, este caso en particular ha logrado convocar a multitudinarias manifestaciones sociales, que más allá de la indignación por el muy seguro asesinato de los 43 estudiantes, protestan en contra de la totalidad del régimen político mexicano.
Panorama general de la violencia
La violencia en México se deriva cuando menos de tres factores. En primer lugar, su posición geopolítica como frontera sur de los Estados Unidos le ha acercado a elementos de inseguridad derivados de la trata de personas, tráfico de armas y en general a los elementos propios de una frontera porosa. Al respecto, la Embajada de Estados Unidos en México afirma que:
“Se considera que los grupos más vulnerables a la trata de personas en México son las mujeres, los niños, los indígenas, las personas con discapacidades físicas y mentales y los migrantes indocumentados. Se explota a mujeres y niños mexicanos con fines sexuales tanto en México como en los Estados Unidos, atraídos por oportunidades falsas de empleo o promesas engañosas de relaciones románticas. Asimismo, hombres, mujeres y niños mexicanos son sometidos al trabajo forzoso en la agricultura, el servicio doméstico y la construcción, y obligados a mendigar en las calles en México y en los Estados Unidos. La mayoría de las víctimas extranjeras del trabajo forzoso y la servidumbre sexual provienen de Centroamérica y Sudamérica, especialmente de Guatemala, Honduras y El Salvador”
La Organización Internacional de Migraciones, por su parte, define con mayor precisión la problemática y la intenta caracterizar diferenciando la migración de mexicanos por un lado, así como la migración de nacionales de otros países. Al respecto plantea que:
“Se estima que un millón de mexicanos documentados y no documentados migran hacia EUA cada año. A estos datos se suman los aproximadamente 400,000 mexicanos repatriados anualmente de la Unión Americana, según datos del Instituto Nacional de Migración (INM). Estas cifras han convertido a la frontera entre México y EUA en la más transitada del mundo y a México en un país con una excepcional dinámica migratoria.
Alrededor de 11 millones de personas nacidas en México viven en EUA. Zacatecas es la entidad con más alto índice de intensidad migratoria (4.422), seguida de Guanajuato y Michoacán, las cuales presentan índices muy similares: 3.891 y 3.868, respectivamente, y Nayarit, que figura en el cuarto lugar, con un índice de intensidad migratoria a EUA de 3.370.”
En cuanto México como plataforma de migración, la OIM es clara a la hora de precisar la creciente penetración de migrantes centroamericanos, la mayoría indocumentados, por lo que se generan dos problemas. En primer lugar, una difícil trazabilidad dado su estatus gris. En segundo lugar, una afectación transversal al territorio mexicano, por cuanto estos migrantes ilegales ingresan desde el sur y recorren todo el país hasta su punto más al norte. Al respecto, la OIM plantea:
“En la frontera sur de México, los puntos de internación de migrantes centroamericanos y extra-regionales se encuentran en distintas zonas de Chiapas, Campeche, Tabasco y Quintana Roo. Los estados que componen la red ferroviaria y que integran las rutas más importantes de tránsito para los migrantes, desde los estados de la frontera sur hacia el norte del país son: Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas.
Aunque no existen cifras oficiales, se estima que anualmente ingresan de manera irregular, por la frontera sur de México, unos 150,000 migrantes, principalmente por el estado de Chiapas, con la intención de llegar a EUA. En su mayoría estos migrantes son centroamericanos, sudamericanos y, en menor medida extra-regionales originarios de países de Asia y África.
Organizaciones de la sociedad civil organizada indican que el promedio anual de migrantes centroamericanos indocumentados que ingresan al país podría ser de hasta 400,000. Debido a que no cuentan con papeles, no existe un registro certero de datos.”
El segundo elemento generador de violencia en México se deriva del anterior y tiene que ver con la penetración de bandas de crimen organizado hacia y desde Estados Unidos. Particularmente llama la atención grupos violentos como las Maras, las cuales dejaron de ser un fenómeno exclusivamente centroamericano para ser una amenaza regional.
El tercer elemento generador de violencia en México es el narcotráfico. La guerra contra las drogas, sumado a los enfrentamientos entre carteles han hecho del panorama mexicano algo muy complejo. Entre 2009 y 2014 se pasó de tres o cuatro estructuras criminales muy identificadas, a una red de casi 7 estructuras diferentes, muchas veces interconectadas entre sí y en una volatilidad muy profunda (Anexo 1). Más allá de la violencia endémica, estas estructuras criminales han tenido un poder de corrupción y permeabilidad muy grande. De hecho, el Cartel de los Zetas tuvo su origen en miembros de cuerpos de élite de las Fuerzas Militares Mexicanas, quienes una vez sumergidos en la guerra contra las drogas prefirieron dedicarse a la ilegalidad, inicialmente como cuerpos de protección de narcotraficantes y luego como capos en sí.
Esta capacidad de corrupción hizo que Amnistía Internacional afirmara que más de 1.500 personas denunciaron hechos asociados a torturas por parte de la fuerza pública, tan solo en 2013, representando un aumento del 600% en comparación con el 2003. Adicionalmente, según Amnistía Internacional, el 64% de los mexicanos tienen miedo de ser torturados por las autoridades si los detienen.
Indignación
Gilberto Conde, reconocido profesor del Colegio de México, destaca la gravedad de lo sucedido en esta masacre y su impacto en la sociedad mexicana:
“El hecho que 43 estudiantes normalistas hubieran sido desaparecidos y asesinados es tan solo la punta del Iceberg de un sistema político corrupto a todo nivel. Este caso – el de los estudiantes de Ayotzinapa- es tal vez uno de los ejemplos más claros para ver el engranaje del Estado trabajando para los narcotraficantes y las bandas del crimen. Allí estuvo involucrada la policía de Iguala, junto con el alcalde y otras instituciones, que si bien no participaron directamente, sí fueron útiles a la hora de querer ocultar el tema”.
Para Conde, esta corrupción hace que la sociedad civil mexicana se vea más amenazada y a la vez más desprotegida que nunca, bien sea por pasividad de las instituciones o simplemente porque las mismas instituciones son responsables por los delitos. Para Conde, “El decálogo de seguridad que el presidente Peña Nieto emitió en respuesta a la grave situación fue asumido como un paliativo menor, casi que inútil. México requiere un cambio en las instituciones de manera que escándalos como las cuentas privadas del alto gobierno y sus esposas, o las asociaciones con los carteles de droga, nunca más se repitan”.
Es llamativo que Ayotzinapa fue el detonante de profundas manifestaciones de la sociedad civil mexicana. Para el líder estudiantil Gustavo Díaz Gallardo, el hecho que se tratara de estudiantes rurales en formación a maestros, y sobre todo la impunidad que se construyó alrededor del caso, obliga a que el Estado hubiera tomado decisiones de fondo. Para Díaz “la sociedad civil está cansada –parafraseando al procurador general de México.
El Colmex decidió sumarse por primera vez a las marchas justamente porque los estudiantes entendemos que la criminalidad se ha enraizado en el mismo Estado. De los casi 780 estudiantes que tiene el Colmex, el 75 % estuvo de acuerdo en ir a marchar y así lo manifestaron en las consultas internas que hicimos. El objetivo de las marchas no solo es buscar claridad con los estudiantes desaparecidos sino también obligar a que las instituciones respondan, independiente del grado que tengan o del funcionario que sea”
Para Díaz, algo que verdaderamente complica el tenso ambiente social es la desconfianza en la fuerza pública, especialmente la policía. Díaz afirma que “ya es reprochable que hayan sido policías de Iguala quienes secuestraran a los estudiantes normalistas. Sin embargo, lo que verdaderamente molesta es que aún no existan investigaciones serias a pesar de los múltiples testimonios que respaldan esta versión. También en el DF, la policía ha querido confrontar a los estudiantes y para nadie es un secreto que han intentado boicotear las manifestaciones, haciéndose pasar por universitarios e incitando a la violencia. Esas fotos han salido por todos los medios mexicanos e internacionales”.
Es posible concluir, por tanto, que la violencia que vive México es muy compleja y de difícil solución. Las explicaciones multicausales, como se han mencionado, implican varios procesos sociales e instituciones dentro del fenómeno de la violencia. Adicionalmente, en regiones con extrema pobreza y ausencia estatal, la aparición de organizaciones criminales sumado a un desprecio por la ley, han conducido a una “normalización de la violencia”, superada solamente, por el carácter excepcional de una masacre que reúne los ingredientes perfectos para ver la complejidad de la violencia. Falta ver si el establecimiento tiene la capacidad de maniobra para sacudirse de las infiltraciones que ha tenido desde lo ilegal y es capaz de dar respuesta efectiva a estas amenazas.
*Miembro del Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos de la Universidad Militar Nueva Granada. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente, los puntos de vista de la Universidad