Barron será el primer niño que habite la Casa Blanca, en el siglo XXI. En diecisés años de vida presidencial reciente, los antecesores de Trump no habían vivido con varones que fueran menores de edad. La mayoría de ellos tiene hijas. Clinton, Bush y el mismo Obama convirtieron el palacio oval de Washington en una ‘casa de muñecas’, en la que la figura femenina se erigió de principio a fin.
Ahora, la realidad inicia de modo distinto. No hay duda de que dos de las razones de la elección de Trump hayan sido la ferviente rudeza y el creciente machismo que los norteamericanos han tenido imbuido tradicionalmente. La fiereza del hombre, el macho, el proveedor, fue determinante en esta victoria.
El magnate que tiene -según los cálculos de la revista Forbes- una fortuna rayana a los 4 mil 5000 millones de dólares generó polémica por sus comentarios sexistas durante la campaña presidencial. Desde la era de los Bush, no hubo un político tan rudo, impertinente y controversial como Trump.
Como candidato, Trump exacerbó su agresividad contra la periodista Megyn Kelly, una ‘vaca sagrada’ de Fox News, por criticar su supuesto ciclo menstrual; también le quedó tiempo para hacerle bullying -llamándola Miss Peggy por su sobrepeso- a la ex miss universo venezolana, Alicia Machado.
Y por si fuera poco, Trump tuvo tiempo de atacar la integridad moral -con sendas declaraciones beligerantes- de muchas mujeres que en este semestre dijeron haber sido víctimas sexuales del magnate. La historia más reciente fue la de la ex conejita Playboy más popular de 1998, Karen McDougal. Según los reportes de The Wall Street Journal, ella habría llegado a un acuerdo económico de 150 mil dólares, con el National Enquirer, para publicar en exclusiva el affair que, según ella, sostuvo furtivamente con el sucesor de Obama.
Sin importar la religión, la edad o las circunstancias, Trump usó la figura femenina a su favor: generó un sinnúmero de titulares en los tabloides bienpensantes o amarillistas del mundo para que su nombre, so pena de ser objeto de escándalos, se escuchara, se viera o leyera por encima del de sus contrincantes.
La ‘ropa sucia…’
En repetidas ocasiones, Trump cautivó los titulares de medios tales como Vanity Fair o The New York Times hablando de la incapacidad de su contrincante demócrata, Hillary Clinton, para mantener las riendas de su matrimonio. La infidelidad de su esposo, el expresidente Bill, fue uno de los caballos de Troya usados por el creador del reality The Apprentice para desacreditar a su rival.
En varios países latinoamericanos, hay un adagio popular que reza: “la ropa sucia se lava en casa”, para referirse a la prudencia requerida para tratar ciertos temas de la intimidad de las personas. El escándalo Clinton-Lewinsky de hace década y media le bastó a Trump para repetir, casi a modo de mantra, la siguiente premisa machista: si Hillary no pudo controlar su matrimonio, mucho menos podrá hacerlo con un país de 300 millones de habitantes.
Más allá de los rifirrafes que Trump tuvo con Clinton, por la economía o la política norteamaericana, la esposa de Bill no logró deshacerse de ese halo de ‘sexo débil’ que el magante creó sobre ella. De ahí surgió una arista para que el estadounidense más acérrimo y tozudo se decantara por elegirlo como su presidente número 45.
¿La nueva Betty o Jackie?
Betty Ford y Jackie Kennedy fueron, quizá, más importantes que sus esposos: los expresidentes norteamericanos Gerald Ford (1974 – 1977) y John Fitzgerald Kennedy (1961 – 1963). No solo se destacaron como primeras damas abnegadas, sino como adalides sociales que trabajaron por la infancia y todos aquellos estadounidenses desprovistos de protección, de cuidado materno.
Michelle Obama estuvo a la altura de ellas dos. Dejará en 2017 su cargo en medio de vítores por su gestión, su estilo y su cuasi perfecta vida matrimonial con el primer presidente afroamericano de Estados Unidos. Su sucesora, Melania Trump, quiere ser como ella. Antes de que ambas se reunieran en la Casa Blanca, Michelle apoyó a Hillary Clinton. En mítines, abogó por su rol femenino. Pero no fue suficiente. La hundió más. Sus ocho años como primera dama no le dieron tiempo de destacar su rol, al menos de forma fehaciente y constante.
Esas contradicciones también jugaron a favor de Trump. La incoherencia que supuso el apoyo de Michelle a Hillary -–en la recta final de las elecciones- creó en Clinton otro halo: la desesperación. Ya no sabía a quién más acudir para clamar respaldo. Mientras, Melania, la exmodelo y tercera esposa de Donald Trump, se abrió paso y con el apoyo enceguecido a su marido, toda vez que este protagonizaba un escándalo femenino, la erigieron como el tercer pilar femenino de la estrategia Trump.
Melania Trump pudo haber escrito la historia de su marido con el halo de los escándalos. Sí. Pero también tiene el potencial de Betty o Jackie para apaciguar las desavenencias, la ignorancia, la tozudez y ocurrencias de su esposo con un carisma inigualable. Y, ¿por qué no?, también podrá brillar tanto o más que él.
*Profesor Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana