La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Colombia con Estados Unidos es un hecho que no tiene muy contentos a todos los colombianos. Las opiniones están divididas entre los que creen que será un proceso de crecimiento para el país y su economía y los que creen que Colombia se verá afectado por la falta de infraestructura y de algunos elementos tecnológicos para competir con los mercados internacionales.

“Los TLC con Estados Unidos, la Unión Europea y Corea, entre muchas otras medidas, indican que el Polo habría traicionado sus convicciones si no se hubiera mantenido en la oposición, en razón de que esos tratados, fuera de concentrar aún más la riqueza, acabarán de desquiciar el aparato productivo instalado en Colombia, desnacionalizando lo que sobreviva. Sin parar en las terribles consecuencias sociales, el libre comercio arma un mundo en el que las transnacionales, localizadas en cada uno de los países, amasan fortunas colosales haciendo negocios entre ellas”, argumenta el senador Jorge Enrique Robledo.

Una opinión completamente contraria sobre estos intercambios comerciales tiene el senador del Partido de La U Manuel Enríquez, quien considera que “el TLC es un reto y una oportunidad de desarrollo para Colombia”.

Enríquez reconoce que hay acciones urgentes que debe realizar el Gobierno para que Colombia sea más competitiva, como por ejemplo fortalecer el campo a través de zonas francas agroindustriales, modernizar con tecnología de punta los puertos y fortalecer las políticas de comercio exterior en los entes municipales y gubernamentales, pero insiste en las oportunidades que el TLC le trae al país: “Desde el 15 de mayo se desmantelaron las barreras comerciales para bienes y servicios entre Colombia y Estados Unidos. En una palabra, es una nueva constitución económica entre Bogotá y Washington. Es la conexión directa a un mercado de más de 350 millones de personas, que se constituye en un reto y una oportunidad para los ciudadanos, el sector empresarial e industrial”.