El anuncio hace varios días de Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy de impulsar una reforma a los tratados de la Unión Europea para aumentar la credibilidad en el euro causó una gran incertidumbre acerca de las posiciones de los distintos países, y por consiguiente sobre la misma suerte de esta moneda.
Como era previsible, en la reciente cumbre de jefes de Estado en Bruselas, hubo posiciones divergentes en torno a los distintos puntos planteados por Alemania y Francia. Inglaterra se opuso a reformar el Tratado, en tanto que sorprendentemente, 17 naciones de la zona euro de las 27 que conforman la unión Europea, y posiblemente otras nueve, previa consulta a sus parlamentos, adoptarán, mediante un acuerdo gubernamental, el reforzamiento de la disciplina fiscal bajo la llamada “regla de oro”, de déficit fiscal máximo de 3% del PIB. La propuesta de reforma además contenía otros puntos de fondo como una unión fiscal y la convergencia de las políticas financieras y laborales. Uno de los temas cardinales de la cumbre fue el papel del Banco Central en la deuda europea. Se acordó que el Banco Central Europeo manejará el Mecanismo Europeo de Estabilidad Económica (MEEE), adelantado al 2012 y dotado con 500.000 millones de euros, al igual que aportes al FMI de 200.000 millones de euros.
Lejos de propiciar un mayor optimismo sobre el futuro de Europa la postura rígida acerca del equilibrio presupuestal y la posición de Mario Dragui, presidente del Banco Central Europeo, de no financiar a los gobiernos refuerzan las razones para el pesimismo; dicha “regla de oro” y la austeridad que ella implica en la actualidad atenta contra el crecimiento y el empleo, en especial de los países menos avanzados en la unión, como lo han señalado incansablemente los Nobel Stiglitz y Krugman.
La propuesta de reforma en general reitera el paradigma que ha gobernado el mundo en los últimos quinquenios, que sustentó los principios para la formación del euro y cuyos más elocuentes resultados se manifestaron en la crisis financiera de 2008 y en la crisis de Europa.
Peros
La exigencia de los líderes de Alemania y Francia sobre el equilibrio fiscal responde a la creencia ampliamente difundida de que la crisis del euro se debe a la irresponsabilidad fiscal.“Pero lo cierto es casi lo opuesto” dice Paul Krugman. “Aunque los líderes europeos siguen insistiendo en que el problema es un gasto demasiado elevado en las naciones deudoras, el auténtico problema es un gasto demasiado reducido en Europa en su conjunto. Y sus intentos de arreglar las cosas exigiendo una austeridad cada vez más severa han desempeñado un papel decisivo para empeorar la situación”1/. Y sin embargo, como supondrían Merkel y Sarkozy, “El hada de la confianza no se presentó”.1/ Joseph Stiglitz comparte esta visión y señala cómo contrariamente, antes de iniciarse la crisis, Irlanda y España tenían superávit fiscal y las medidas adoptadas condujeron a estas economías a ampliar el déficit.
Martin Wolf igualmente desvirtúa la tesis del origen de la crisis europea en los desequilibrios presupuestales pues, con excepción de Grecia, el déficit fiscal promedio de 12 miembros de la eurozona entre 1999 y 2007, fue inferior al límite del 3% del PIB. Irlanda, Estonia, España y Bélgica se comportaban bien según esa regla en estos años. “Después de la crisis el cuadro cambió con profundos (e inesperados) deterioros en la posición fiscal de Irlanda, Portugal y España (Pero no Italia). 2/
Entender por qué ocurrió esta aparente paradoja no es tan difícil; de hecho la teoría económica keynesiana hace tiempo ha explicado la importancia de la demanda agregada y de los multiplicadores en la determinación del producto. Pero profundos intereses en juego a favor del capital financiero nublan el entendimiento. La austeridad aplicada en los “salvamentos” europeos, como dice Stiglitz, no estaba salvando a los países sino a los bancos. De hecho en la cumbre de Bruselas es claro que la “credibilidad del euro” buscó evitar el compromiso de los bancos en la reducción de la deuda como ocurrió en Grecia.
En “Quince falacias funestas sobre el fundamentalismo financiero” el Nobel William Vickrey igualmente explica igualmente así dichos resultados procíclicos de la austeridad en recesión: “Y el entusiasmo por la búsqueda del Santo Grial de un presupuesto equilibrado puede desvanecerse con la profundización de la recesión, pero las consecuencias de ese intento abortado serán muy graves. Para protegernos de ese desastre y avanzar por la senda de una prosperidad real es necesario desechar nuestra irrazonable obsesión ideológica por la reducción del déficit del gobierno, y reconocer que es la economía y no el presupuesto del gobierno lo que se debe equilibrar. (…). De hecho, sí existe un almuerzo gratuito, y muy suculento. Pero es necesario que nos liberemos de los dogmas de los apóstoles de la austeridad, la mayoría de los cuales no comparte los sacrificios que recomiendan a los demás; Si no lo logramos, estaremos patinando sobre una capa de hielo muy delgada”.
El 'santo grial' perseguido por Merkel y Sarkozy, al reforzar la “regla de oro” del Tratado de Maastricht, crucificará a millones de europeos en una “cruz de oro” según la analogía utilizada por William Jennings Bryan en 1986 refiriéndose almantenimiento del patrón oro (citado por Stiglitz). Como en el caso de este patrón monetario posiblemente la delgada capa de hielo se romperá hundiendo el euro.