Por Catherine Nieto Morantes
Periodista EL NUEVO SIGLO
CRÓNICA. Todos los días hacia las 3:00 p. m., Fabián llega montado en su tabla al emblemático parque Santander, ubicado en el centro de Bogotá, en el cruce de la carrera 7ª con la calle 16, con el fin de perfeccionar sus trucos y vivir la adrenalina que sólo le brinda practicar skate.
“Llevo 6 años y medio patinando skateboarding, consiste en montarte sobre una tabla y hacer diferentes trucos utilizando tus pies o también las manos, eso ya depende del nivel y el empeño que cada uno le meta. Se dice que esta práctica viene de California cuando no habían olas, la gente que practicaba surf comenzó a ponerle ruedas a sus tablas y ahí nace todo esto”, afirma Fabián mientras despeja con sus manos el sudor de su cara.
Este joven de 19 años, residente en Bosa, frecuenta el lugar desde febrero de este año cuando un día escuchó el rumor de que había una muy buena plaza para montar, la cual era el parque Santander, “Yo estudio en la 45, y empecé a venir porque todo fue un rumor que la plaza Santander era buena para montar porque el piso estaba muy chimba para patinar y desde ahí me gusta venir mucho acá”, destaca.
El parque Santander es uno de los lugares más tradicionales de la ciudad, destacado por su estatua de Francisco de Paula Santander, su fuente y sus árboles nativos. Su costado suroriental da al Eje Ambiental. En su marco se encuentran así mismo el Museo del Oro, la DIAN, el edificio Avianca y el Banco de La República y en sus cercanías se encuentran las iglesias de San Francisco, la de La Veracruz y la de La Tercera.
Un cambio de panorama
Anteriormente en este parque era tradicional ver hombres mayores de 50 años, quienes se sentaban en los escaños del lugar a dialogar, leer la prensa y poner sus zapatos al servicio de los embellecedores de calzado. Algunos pensionados, otros desempleados, pero quienes disfrutaban de este espacio sin ningún afán.
Pero el panorama ha cambiado radicalmente, pues estos abuelos han sido desplazados por los jóvenes que desde el mediodía y hasta la noche invaden los bordes de la fuente, los pasamanos de las escaleras y el parque de norte a sur y viceversa, con el fin de tomar impulso a partir de un extremo, volar y buscar su mejor pirueta, aunque algunas veces les ocasione accidentes, “tuve un accidente montando y duré 6 meses sin patinar. Me fracturé la clavícula en una baranda haciendo un flip”, cuenta Fabián.
“Yo lo veo como una armonía conmigo mismo y un control sobre mi cuerpo porque no solamente es utilizar los pies, sino también que si tus hombros están alineados o si tu cabeza está mirando hacia un lado o hacia otro el truco falla, es como una armonía con el cuerpo”, resalta el joven, quien también ha montado en Faca, Funza, Medellín, Zipaquirá e incluso por carretera, “lo más loco que he hecho es coyotear hasta Mesitas, de noche y con linterna”, dice el skater.
Lo complicado del asunto es que mientras los skater se toman el parque, los peatones que quieran cruzarlo deben buscar otra alternativa por miedo a ser atropellados por interferir en una pirueta que va a toda velocidad. “Es difícil cruzar el parque porque van de lado a lado y no hay control, entonces le toca a uno irse por los bordes si quiere ir al otro lado, pero el parque sobre todo en la tarde se hace imposible de atravesar”, dice Sonia, una empleada del sector.
“Al principio nos pusieron problema, pero la gente se ha dado cuenta que esto antes era lleno de indigentes, se orinaban, hacían sus necesidades acá y ahorita estamos nosotros y poco se ven indigentes, pues sí que más de uno fuma marihuana y todo pero pues cada quien en su cuento”, señala Fabián.
En mi estadía más de 1 hora en este lugar, alcancé a contar por encima cerca de 40 skater, todos sobre sus tablas o patines, pero cada quién buscando su propia pirueta, su propio avance, algunos observando a los más veteranos en el asunto y otros tomándose videos durante el recorrido.
Las pintas son muy cómodas, aunque llama la atención ver a uno de ellos montar sobre su tabla, lavado en sudor y vistiendo pantalón de lino, camisa y corbata. Se trata de Julián, un joven de 18 años, estudiante de salud administrativa en el SENA y quien practica hace año y medio para evitar caer en malos pasos, “estaba en un tiempo difícil donde no encontraba algo que me llenara y desde ahí se ha convertido en mi todo”.
Su tabla que costó $160 mil de hasta $800 mil que pueda valer, lo acompaña a diario y la que una vez finaliza su jornada de prácticas es llevada al parque por cerca de una hora para montar. “El parque se ve que está como bien tratado y bien cuidado, y pues hay respeto entre todos, la gente del parque, los que pasan y viven con el parque”, cuenta Julián, aunque percibiendo los bordes de los pasamanos y de la misma estatua de Francisco de Paula, éstas presentan un alto deterioro.
Don Arnoldo Pérez, un pensionado que frecuenta el parque desde hace más de 10 años, indicó que: “nos desplazaron, ahora nos toca hacernos a un lado para que no nos cojan y también para evitar problemas, ¡vea!, eso está impregnado de chinos que no dejan ni pasar la gente”, afirma con disgusto.
Roger por su parte, quien tiene 28 años, no sólo viene precisamente a montar, ya que mientras conversábamos prendió sin ningún problema su porro, según él con el fin de relajarse, “yo vengo muy poco, pero llevo montando toda la vida. Nosotros los skater somos una familia, quien ya tenga ruedas es un skater y pues uno se da unas pelas, pero por lo menos yo no me he roto nada”, afirma.
Roger afirma que otra plaza buena es la calle: “la calle es el escenario. Una parte así importante para que uno pueda montar en la calle son los escobitas, los que barren la calle todo el tiempo y ahí es como la clave que uno pueda andar por la ciudad o si no nada le toca a uno robarse así las plazas”.
EL NUEVO SIGLOintentó indagar al respecto con el IDRD, la Defensoría del Espacio Público y el IDU, pero ninguna de estas entidades dice tener bajo su cargo la administración de este parque.
Fabián finaliza su actividad luego de 3 horas, y a las 6:00 p. m., se va montado en su tabla hasta Transmilenio, donde la recoge y espera al siguiente día para volver, “hay que ser muy constante y tener bastante rigor para progresar”, concluye.