Por Francesca Fontanini *
El pasado fin de semana, con la presencia del ACNUR, la ONG Yapawayara y las unidades móviles del ICBF, se reinició el proceso para la futura reubicación de 35 familias de la comunidad indígena Emberá Chamí, quienes fueron desplazadas por la violencia del resguardo de Honduras, Cauca, desde el año 2007.
Durante los últimos 5 años la comunidad ha permanecido en los barrios Las Malvinas y Palmeras, en la zona urbana de la ciudad de Florencia, Caquetá, donde han afrontado una situación crítica de discriminación, falta de condiciones dignas de vida y problemas de integración con la comunidad local.
Hace dos años, en cumplimiento de la tutela número 271 de 2009, les fue entregado por el Incoder un predio en una zona rural del municipio. La misma tutela ordenó garantizarles la posesión de un terreno digno y habitable, además de garantías para la autosuficiencia, la protección de las familias y la restitución de sus derechos colectivos e individuales con enfoque diferencial.
Pese a este fallo jurídico, luego de 2 años la comunidad no ha podido tomar posesión efectiva del territorio asignado, dada la falta de acompañamiento para instalarse en condiciones dignas. Por esta razón, el Acnur y la comunidad propusieron un proceso progresivo para construir participativamente el plan de reubicación de la comunidad y asegurar la permanencia en el terreno asignado.
En esta primera fase, casi 130 hombres y mujeres de todas las edades se subieron con mucho entusiasmo a dos chivas cargadas de kilos de arroz, carnes, frijoles para pasar dos días en su futura tierra; tierra que algunos aún no conocían por falta de transporte y también de garantías de sus derechos básicos, como vivienda, educación, salud, alimentación, entre otros.
La reubicación pretendía ser una solución provisional, en tanto la comunidad siempre contempló la posibilidad de retornar a su territorio ancestral, el resguardo de Honduras. Sin embargo, cuando por la situación de seguridad en la zona la posibilidad de volver se volvió más y más difícil, la reubicación se convirtió en la única alternativa viable a mediano plazo, dada la difícil situación enfrentada durante 7 años como desplazados en Florencia y la ausencia de condiciones para un retorno en seguridad y dignidad en la actualidad.
“Por esto es muy importante que el Acnur esté acompañando a este grupo en lo que ellos perciben como un nuevo inicio de su vida, a través de un proceso de fortalecimiento interno que restablezca su autonomía y les permita traducir en realidad sus sueños, después de mucho sufrimiento”, dijo Saskia Loockhartt, de la Unidad de Servicios Comunitarios de la oficina del Acnur en Colombia.
Después de una hora y media de viaje, el grupo de indígenas Emberá Chamí llegó por fin a la vereda de San José de Canelos. Al bajarse de las coloridas chivas, mucha fue la emoción por el vasto y verde territorio de 280 hectáreas. “No me lo puedo creer”, dijo José, un hombre de 74 años.
“Después de cuatros desplazamientos, porque nosotros Emberá conocimos nuestro primero desplazamiento en el 1983, podemos reempezar de nuevo nuestra vida como nosotros la queremos vivir. Yo soy viejo pero esto es muy importante para mis nietos”, añadió José.
Durante dos días la comunidad trabajó en grupos de jóvenes, niños, niñas y adultos, recordando su pasado, enfrentando su presente y plasmando colectivamente sus planes para el futuro en su nuevo territorio. Cada grupo, cada persona pudo aportar su visión para la comunidad, como los 30 jóvenes presentes que sueñan con tener una escuela indígena propia en la vereda, con un docente de la misma lengua, también con una cancha de fútbol y un sitio donde celebrar sus fiestas. “En la ciudad no tenemos espacio para reunirnos, nuestras casas son muy pequeñas e ir fuera cuesta mucho y no tenemos dinero… además los niños locales no nos invitan a sus fiestas”, dijo Matilde una niña de 13 años.
La comunidad en su conjunto señaló como prioridad inmediata para habitar el territorio la solución al problema de vivienda. Actualmente en la ciudad comparten pequeños espacios hasta entre 10 familias. “Necesitamos alrededor de 30 /40 casas, todas con el techo de zinc como en nuestra vereda original, un ganadero y un tambo donde reunirnos. Nosotros agradecemos al ACNUR para habernos traído todo aquí en nuestra tierra y decidir nosotros mismos sobre nuestro futuro, diseñando un plan de reubicación que respeta nuestra vida, cultura y tradición”, afirmó Rubén, el gobernador del cabildo indígena.
* Acnur. San José de Canelos, Caquetá.