Por Miguel Santamaría
Especial para EL NUEVO SIGLO
La angustiosa situación que se presentaba en Caracas con la derrota a Miranda y el rumor de que estaba pensando huir, dejando a los patriotas abandonados a la venganza realista, condenaron a Miranda como traidor a la patria y decidieron de inmediato su apresamiento y su entrega a las autoridades españolas. Tras cuatros años de dolorosa y cruel peregrinación por las cárceles españolas, terminará Miranda su existencia, encadenado en las oscuras mazmorras en la prisión de La Carraca en Cádiz, justamente el 14 de julio de 1816.
Al propio tiempo y como consecuencia de lo anterior Simón Bolívar sufre la confiscación de sus haciendas y escapa a la ira y la venganza realista, gracias a la generosa intervención de un anciano español que se llamó Don Francisco de Iturbe, quien logra obtener de Monteverde un pasaporte para el primer destierro a Curasao.
El libertador Simón Bolívar ha templado su espíritu vigorosísimo y en los dos largos meses de septiembre y octubre de 1812 se ve obligado y en forzosa inactividad en Curasao, a pensar sobre las causas que motivaron el fracaso de este primer movimiento libertario de Venezuela y como reiniciar con fe inquebrantable, que siempre fue su compañera y que se manifestó siempre en el futuro de la lucha emancipadora. Y se desplaza al estado soberano de Cartagena en noviembre de 1812 para implorar la ayuda del congreso de la Nueva Granada para la empresa de libertar nuevamente a su patria y allí encuentra la simpatía del territorio granadino, especialmente en la clase dirigente de Cartagena y de Mompox. Su pensamiento ya ha adquirido la dimensión continental. Y produce el histórico Manifiesto de Cartagena dirigido a los granadinos. En este magistral documento vibra estremecida la mística de la libertad y se encuentra palpitante el grito de nuestra Independencia. Y de toda América.
Indudablemente la alborada de la libertad unida al pensamiento, sigue la acción y la teoría se complementa con la práctica. Simón Bolívar que ha sido nombrado comandante militar del desconocido puerto de Barranca, en las márgenes del Magdalena y promueve allí con escasos 200 hombres y su propia iniciativa, con la ayuda de los próceres que hoy estamos recordando gloriosamente al la faz del país. Y luego con el apoyo de Mompox, se inicia la campaña en el bajo Magdalena, una fulgurante acometida militar en que los nombres del Tenerife, Mompox, Chiriguaná, Tamalameque, Puerto Real y Ocaña, se convierten en imperecederos escaños de su futura gloria y la gran arteria fluvial queda libre para la causa independiente y la navegación.
Autorizado por el gobierno de Cartagena, consigue derrotar las fuerzas españolas enviadas por Monteverde .EL CONGRESO GRANADINO en reconocimiento a sus servicios con tan valiosos y positivos resultados le otorga el título de “ciudadano de la Nueva Granada” y le nombra brigadier y también lo designa como jefe de la división de Cúcuta, a donde llegará, acompañado de soldados colombianos que logran rescatar una pequeña porción del territorio venezolano, al ocupar la Villa de San Antonio del Táchira.
Las discrepancias con Manuel de Castillo retardan la ejecución de la empresa. Sin embargo Don Antonio Nariño, presidente del Estado Soberano de Cundinamarca, y de Camilo Torres, presidente del Congreso de las Provincias Unidas, le ofrecen la ayuda necesaria en hombres y en armas para intentar el logro de su proyecto.
La campaña
El 7 de Mayo de 1813 recibe Bolívar la autorización oficial para iniciar su heroica acción de guerra conocida en nuestros anales como “LA CAMPAÑA ADMIRABLE” por el vigor de sus soldados, por el amplísimo criterio y genial conducción de Bolívar. Contando con unos escasos 500 hombres se prepara a invadir una Venezuela guarnecida por más de 10.000 soldados realistas. El temerario valor granadino es simbolizado por un Girardot o por un D'Elhúyar o por un Ricaurte, mártires y héroes de esa campaña, quienes personifican un concepto de lealtad americana consagrada con la virtud y la sangre.
Salen las tropas patrióticas de San Cristóbal y el 30 del mismo mes ya han copado militarmente a Mérida y con sus fervorosos y agradecidos pobladores, designan espontáneamente y por primera vez a Simón Bolívar con el título más caro a sus afectos, con el que será universalmente reconocido como “El LIBERTADOR”.
Por otro lado un tal José Tomás Boves, nombrado capitán de caballería por despacho real solicitado por Monteverde, reclutó a la causa realista un escuadrón de lanceros pugnaces, llenos de odio.
Se ve la cruel realidad de la pavorosa hecatombe, al coronar las alturas del Bárbula rueda envuelto en los pliegues de la bandera ese recio y maravilloso soldado granadino Atanasio Girardot, y Bolívar encierra el corazón del héroe en una urna de plata para ser conducido personalmente por él y por los miembros de su estado mayor, entre ensordecedor rumor de las cajas de guerra de los tambores y cornetas en conmovedor desfile hasta la ciudad de Caracas, donde sería devotamente depositado en el altar mayor de la Santa Iglesia Catedral.
Lo propio sucede en marzo de 1814, donde se lucha fieramente en los terreno de la propia heredad de Bolívar, un clamor de triunfo brota de las gargantas realistas, y se prepara el golpe a las construcciones del ingenio donde se encuentra depositado el parque de los republicanos, guardado tan solo medio centenar de hombres al mando del heroico granadino Antonio Ricaurte.
De repente una ensordecedora explosión estremece el ambiente, Ricaurte a prendido el fuego con su propia mano a la pólvora almacenada y confunde su propia existencia con el destello soberbio del relámpago y con un trueno luminoso ofrenda su vida en aras de la patria. Los llaneros aterrados se retiran para preparar el golpe de muerte a la segunda república venezolana.