Por: Pablo Uribe Ruan
Especial para EL NUEVO SIGLO
Sabella lo dijo ayer en conferencia de prensa: “dentro de los deportes, el fútbol es de lo más ilógico”. Lo que pasó ayer en Belo Horizonte es ilógico, apoteósico y desgarrador. Las explicaciones se quedan cortas ante semejante goleada y en ese campo de incertidumbre sólo existe una certeza: en el fútbol puede pasar lo que sea; no hay rival, ni camiseta, todo está a la orden del azar.
Esto es fútbol, la vida resumida en un campo de juego durante 90 minutos en los que se percibe la belleza, la tristeza, tantos sentimientos que, como en la vida, pueden tener un desenlace glorioso o fatal. Brasil vivió en carne propia la mayor vergüenza de su historia, quizás más que la del Maracanazo. Tal vez fue el azar, el karma o el jogo bonito que cobró revancha.
Se fue Brasil, un suramericano más, pero queda la Argentina de Messi, esa que está avasallada por lograr la victoria en campo de su eterno rival. Y al frente Holanda que no se cansa de llegar a instancias finales en los mundiales, pero que sabe que tiene claro que ya no se trata de llegar, sino de ganar. Hoy se enfrenta una Argentina que gana con lo justo y no convence, pero que gana, frente a una Holanda que convence, y que para muchos es la mejor del Mundial -creo que después de lo de Alemania hay que replanteárselo- pero que le cuesta ganar. Se viene, pues, el partido entre el pragmatismo de Sabella frente a la ductilidad de Van Gaal.
Como en 1986 Argentina descubrió el once ideal a medida que pasaban los partidos. Sabella durante el Mundial rompió una de las verdades absolutas en el fútbol que dice: equipo que gana, no se toca. Ya que los resultados en Argentina se dieron, pero el equipo varió en su composición con el fin de desarrollar un funcionamiento colectivo que, al parecer, se encontró en el último partido contra Bélgica. La inclusión de Biglia y Demichelis en el once titular mostró un equipo más seguro con liderazgo en la parte de atrás y recuperación en el medio. Mascherano tuvo un compañero en el medio que le permitió redistribuir la recuperación; con Gago estaba muy solo. Y Demichelis le dio al equipo esa cuota de experiencia que faltaba en la parte de atrás.
Argentina no genera fútbol y depende mucho de sus individuales, y jugando así es difícil quedar campeón. Pero aun así, lo que es cierto es que la base de Sabella quedó pulida contra Bélgica y ya está lista para el duelo en São Paulo. Una base que tiene mariscales de campo en cada línea: Demichelis en la defensa, Mascherano en la recuperación, Messi en la creación e Higuaín en el ataque. Todos llenos de confianza porque: el Pipa volvió al gol, Demichelis debutó y se sacó la espina de la Copa América, Mascherano por fin juega una semifinal después de tantas frustraciones y, bueno, a Messi se le nota cómo disfruta jugar en su selección.
Argentina carece de fútbol, pero tiene jerarquía, garra y pasión, tres condimentos esenciales para ganar un Mundial. Al frente está la Holanda de Van Gaal que mete miedo con ese tridente espectacular conformado por Robben, Van Persie y Sneijder, los jerarcas de la bien llamada “Naranja Mecánica”. Un equipo equilibrado y multifacético dirigido por el mejor técnico del Mundial, Louis van Gaal, quien ha dado cátedra demostrando variables tácticas en los momentos cruciales de cada partido. Van Gaal es un ajedrecista capaz de modificar su equipo en los minutos finales para implementar su estrategia. Lacan, ni Freud hubiesen predicho lo impensado: cambiar el arquero en el extratiempo, por otro que había sido entrenado exclusivamente para los penales. Y ganó. Le salió la estrategia, al igual que contra México.
Pero no es sólo Van Gaal, pues Holanda es una máquina bien calibrada, que controla bien los tiempos y juega por las bandas. El equipo tiene una parte defensiva sólida, con un medio campo bien logrado -la ausencia de De Jong modifica los planes- y una ofensiva que, sin duda, ha sido la mejor del Mundial. Pero sobre todo tiene al mejor delantero, si no el mejor jugador del Mundial junto a James, el conocido pero mal ponderado Arjeen Robben. ¡Qué delantero!
El partido va a girar en torno a cómo los equipos controlen a las estrellas, Messi y Robben. El desequilibrio está en ellos, pues parece que el juego va a ser cerrado y en el medio. Todo indica que no va a haber un claro dominador del balón y los equipos le apostarán al juego vertical, con ataques vertiginosos, a raíz del potencial ofensivo de ambos. La resolución de la encrucijada estará en manos de los magos.