Pasados 20 días de las cruciales e históricas elecciones legislativas, los diputados se posesionaron en el Parlamento español sabiendo que, independiente de su matiz ideológico, el consenso será la única fórmula para lograr una legislatura efectiva y razonable.
Al momento de la posesión, las caras nuevas se llevaron todas las miradas. El relevo generacional fue más que evidente en el primer día de la legislatura: rastas, bicicletas y trajes informales. Los expertos llaman a esta variación de políticos, tasa de reposición, indicando que al comienzo de cada legislatura alrededor del 50% de integrantes cambia.
Pero esta no fue la única novedad. El núcleo duro de representantes, aquellos que llevaban ejerciendo funciones parlamentarias desde hace décadas, también sufrió un desbalance. Según estimaciones de medios locales, en elecciones pasadas esta base estaba constituida por un 30% de veteranos, quienes manejaban el ritmo de la legislatura de acuerdo a las leyes de la experiencia. Ahora, esos trucos parlamentarios, tan recurrentes en momentos de tensión como el de ahora, perdieron a gran parte de sus alfiles.
La renovación de escaños ha alcanzado la cifra récord del 62 por ciento. Desde las melenas de los miembros de Podemos, hasta el ritmo jubiloso y conciliador de Sánchez, el ritmo del hemeciclo cambió. Ya no se ve a un Pérez Rubalcaba increpando a Aznar, y las caras del Partido Popular, cuyos representantes guardan un profundo respeto por los históricos jefes, también tienen visos de novedad.
Belén Hoyo, de 31 años, contrarrestó con la presencia de Cristóbal Montoro, un diputado de largas batallas en las filas populares. Lo de Hoyo, tal vez puede ser leído como un mensaje de novedad en el PP. Como aquél que dice: nosotros también nos renovamos, no sólo en el Parlamento, sino en las filas del ejecutivo con Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidente de Mariano Rajoy.
El jefe de gobierno, sin embargo, representa la vieja política española. No por su edad, ni mucho menos, sino por sus formas y discursos. Rajoy sabe que necesita el apoyo de gran parte de esas nuevas caras para ser investido, en una misión que, por ahora, se vuelve más compleja con el pasar de los días. Pero la necesidad de llegar a consensos con otras colectividades se convierte en una adicción invadida por la estrategia de un ajedrecista que no cede en su anhelo de permanecer en el poder.
Avasallado por la incertidumbre y la constante negativa de otros partidos, Rajoy presenció la postulación de un insólito Congreso por la irrupción de nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, y la momentánea indecisión frente a quién será el próximo jefe de gobierno. Su primer revés, que esperaba sufrirlo más adelante, le tocó vivirlo ante la elección del presidente del Parlamento, que le sirvió para entender que esta vez tendrá que ceder y cohabitar.
El socialista, Patxi López fue elegido como el presidente de la corporación, gracias a una alianza entre el PSOE, el PP y Ciudadanos. Un acuerdo que reparte las sillas de la Mesa Directiva del Parlamento según el peso de cada colectividad. Así, los socialistas tendrán dos, Ciudadanos el mismo número y los populares, al ser los más votados, ocuparán tres sillas.
Como una muestra o no del estilo del nuevo Parlamento, el acuerdo fue presentado por cada partido de diferentes maneras. Rajoy consideró que es un ejercicio de lo que pretende para su investidura. Es decir, que esos tres partidos se van alinear y le van a dar el sí para que continúe a cargo del gobierno. Por su parte Podemos, como era previsible, lo atacó abiertamente calificándolo de “una antesala a lo que va pasar en La Moncloa”. Rajoy e Iglesias, en tal sentido, parece que hablan el mismo idioma, pero desde diferentes orillas ideológicas.
Lo cierto es que López fue elegido en segunda vuelta por 130 votos frente a los 71 que obtuvo Carolina Bescansa, la candidata de Podemos. López, quien en su discurso de posesión reiteró la importancia del consenso parlamentario, llegó a la dirección de la corporación, en parte, porque el PP retiró a su candidato, una muestra de que el partido gobernante está dispuesto a conciliar grandes temas.
El partido de Pablo Iglesias, por su parte, se convirtió en un actor de primera. Contestatario y diferente, Podemos no sólo representa una agrupación de jóvenes sin corbata y profesores de izquierda radical, sino que hoy es un actor político imprescindible en la dinámica política española.
Además de la oposición absoluta a la alianza PSOE, PP y Ciudadanos para elegir a López, Pablo Iglesias, su enérgico líder, se molestó con los socialistas porque se opusieron a que la formación contara con cuatros grupos diferenciados en su interior, divididos por los diputados elegidos en Galicia, Valencia y Cataluña. Como algo indispensable, señaló Iglesias la posibilidad desechada, mientras que Sánchez, que parece ser el centro de las negociaciones, dijo que rompía el reglamento.
Dividido o con lazos de unidad, el Congreso ya cuenta con presidente y disputados. Ahora, el siguiente a paso a seguir en España será el inicio de la consulta de los líderes políticos con el Rey, quien es el encargado de darle el visto bueno al candidato que se presente para ser investido ¿Será Rajoy?
El bipartidismo sufre la pérdida de su hegemonía, pero parece recomponerse y adecuarse a los nuevos tiempos pluripartidistas. Como dijo López, el Congreso debe "defender la autonomía de la política y la vida ciudadana" y el respeto de las "ideologías y las políticas diferentes, así como las diferentes formas de defender la identidad de España".Así que, sea como sea, en los próximos años España tendrá que ser gobernada en cohabitación. No hay otro camino.