El pleito conservador | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Abril de 2017

La situación por la que pasa el espectro de las mayorías conservadoras europeas no deja de ser contrastable. Mientras en el Reino Unido parte de los conservadores, incluidos miembros del gabinete o figuras prestantes como el exalcalde de Londres, fueron los propulsores del Brexit frente a un primer ministro de la misma colectividad, David Cameron, que pedía mantenerse en la Unión Europea, en Francia cualquier postura en igual sentido es tildada de ultraderechista y atentatoria de las libertades galas, como sucede con el Frente Nacional de Marine Le Pen.

Por su parte hoy, transcurridos unos meses, el partido conservador británico (Tory) está férreamente unificado en torno del Brexit, con base en la aceptación indiscutible de los resultados del referendo del año pasado y bajo el liderazgo de la primera ministra Theresa May, nombrada a la renuncia de Cameron. Ella, asimismo y en pos de mayor respaldo a la salida de la Unión Europea, ha anticipado los comicios a fin de buscar un nuevo voto de confianza y producir un resultado electoral ampliamente favorable, como desde ya se da por descontado. No obstante, esto no ocurre en Francia donde en vez de la unidad entre las fuerzas del Frente Nacional y la centro-derecha de los neo Republicanos, que anteayer estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta, una propuesta en tal sentido, unificante de todas las tendencias derechistas, estaría descartada y fuera de todo marco mental. Las grandes discrepancias, por supuesto, están en las relaciones con Europa. No así, sin embargo, en cuanto a la recuperación de la autoridad, la drástica reducción del Estado, la lesiva carga tributaria, la adopción de algunas políticas de inmigración y, en particular, el cambio sustancial de la seguridad.

Es probable en ese orden de ideas, y con miras a la campaña por la segunda vuelta, que Le Pen se apropie de buena parte del programa del candidato republicano, Francois Fillon, salvo en lo atinente al diferendo sobre la Unión Europea. Para Le Pen haber superado a la centro-derecha, aun por un reducido margen, y haber obtenido poco más del 21 por ciento en la primera vuelta es un éxito. Y más lo puede ser subir al 30 por ciento o más en la segunda vuelta, así ello no suponga ganar la presidencia. En efecto, como en su momento se dio en el Reino Unido, lo que hay en buena medida, en Francia, es un pleito conservador. La diferencia está, no obstante, en los sistemas electorales y por consiguiente en el trámite democrático y los mecanismos de resolución política.

A los efectos, el gran combate entre Le Pen y Fillon no está en lo que pueda ocurrir en la segunda vuelta, donde es indefectible la victoria de la coalición centrista, en cabeza de Emanuel Macron, sino en las elecciones parlamentarias de junio. Es muy posible que de esa jornada salga triunfadora la centro-derecha y que, sobre esa base, los republicanos sean la voz cantante en el gobierno de Macron, cuyo movimiento no tendrá una fuerza parlamentaria mayoritaria y cuando presumiblemente se presentará una baja de la representación socialista, fruto de la debacle presidencial de Hollande. En ese escenario puede ocurrir que incremente Le Pen la exigua representación del Frente Nacional. En todo caso, será poco. Esa, por ejemplo, es la gran diferencia de Le Pen con Donald Trump, quien de antemano se acaballó en un partido tradicional. Pero a nadie se le pasó por la cabeza, desde luego, que Le Pen hubiera participado de la consulta popular conservadora francesa y, como Trump, se hubiera adueñado de una de las principales corrientes de su país. En Francia, pues, la división de la derecha es formal y abierta en dos partidos, aunque valga anotar que en los Estados Unidos, a su vez, el pleito conservador también repercute, como sucedió con la reforma del Obamacare.

Así las cosas, es claro que la política mundial se debate, en la mayoría de los casos, en los centros neurálgicos de los bloques del conservatismo en el poder. Uno de ellos, adicionalmente a los enunciados, es nada menos que el pro-europeo  y poderoso de Ángela Merkel, en Alemania. De haber contado ella con Fillon en la presidencia gala, de lo cual estuvo muy cerca pese a la oposición que de parte de sus copartidarios hubo de soportar el candidato centro-derechista, tendría un mejor panorama. Actuará esa agrupación, en todo caso, por interpuesta persona en favor de Europa. Pero de desdoblarse Le Pen, producto de ciertos deslizamientos republicanos, de la unidad con el excandidato ultraconservador Nicolas Dupont-Aignan (4,7%) y del rechazo al popurrí centrista, se pondría a Francia en las mismas condiciones de la política británica. Todavía queda, pues, mucho trecho por recorrer.