El anuncio del papa Francisco en torno a que en mayo viajará a Belén y Jerusalén generó un gran impacto en todo el mundo católico y, claro, judío y musulmán, pues es la segunda de estas ciudades es considerada clave para las tres confesiones religiosas.
Es claro que la llegada del máximo jerarca católico a Tierra Santa en momentos en que el proceso de paz entre Israel y Palestina sigue en terreno incierto, puede servir para destrabar las siempre complicadas tratativas, las mismas que vieron recientemente una luz al final del túnel tras las maniobras diplomáticas de Estados Unidos en Oriente Medio.
Si bien el Pontífice recalcó que su peregrinación a Belén y Jerusalén tiene como objetivo principal conmemorar el histórico encuentro hace 50 años entre el papa Pablo VI y el patriarca (de Constantinopla) Atenágoras, es claro que en el actual contexto geopolítico y religioso la visita de Francisco adquiere dimensiones aún mayores.
El último Papa en Tierra Santa fue precisamente el hoy pontífice emérito Benedicto XVI, quien en mayo de 2009 recorrió Jordania, Jerusalén, Belén y Nazaret, con un discurso en el que prevaleció el llamado a la paz y el diálogo religioso ecuménico.