El Papa Francisco desde su elección en el cónclave convocado para designar al sucesor de Benedicto XVI, quien por su edad y quebrantos de salud renunció, ha sorprendido por su extraordinaria sencillez. Ha impuesto una forma amable, espontánea en el trato con la gente.
El mismo nombre que escogió revela su vocación de servicio a la humanidad. Es el primer Pontífice latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica, oriundo de Argentina y el primero que toma el nombre del santo de Asís, y jesuita.
Estas coincidencias denotan una personalidad extrovertida, cercana al pueblo y preocupado por las injusticias, la pobreza, las guerras. La personalidad del Papa Francisco ha generado fervor a escala internacional. De todas partes del mundo son enviados mensajes de alegría porque en la silla de San Pedro está otro apóstol para esta época de crisis general, de tendencia al secularismo y lo material. Es indudable que el Papa Francisco ha conquistado el corazón de los fieles, también de quienes no profesan la fe católica. Es un Pontífice que interpreta la situación de estos tiempos difíciles y con su carisma y capacidades logrará realizar una tarea apostólica de grandes magnitudes.