Desde su elección como máximo jerarca de la Iglesia Católica, el Papa Francisco ha demostrado su vocación de compromiso social, preocupación por los más humildes, con la causa de la paz. En su visita a Corea del Sur, la primera de un Pontífice a Asia desde la que realizó el Papa Juan Pablo II a la India en 1999, reiteró una vez más su anhelo de que la reconciliación reine en el mundo. A propósito instó a las dos Coreas al diálogo. Recalcó que ‘la esperanza ofrecida por el evangelio es antídoto para el espíritu de desesperanza que parece crecer, como un cáncer en la sociedad que exteriormente es próspera pero que frecuentemente vive la experiencia de la tristeza interior y el vacío’.
Hizo el Papa mención de problemas de la juventud en relación con suicidios y adicciones. Advirtió sobre la ‘cultura de la muerte’ que devalúa la imagen de Dios y viola la dignidad del hombre de la mujer y el niño, en alusión al aborto y la eutanasia. Cada intervención del Pontífice, donde se encuentre, se constituye en una enseñanza. En esta oportunidad lo ha hecho desde la nación asiática, con frases sencillas, concretas, precisas que interpretan la doctrina de Cristo.