El padre que rehabilita a los “hijos de la guerra” | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Agosto de 2015

EL servicio a los pobres, a los huérfanos, a los enfermos y en general a la población más necesitada, idealizada y puesta en práctica en Italia al finalizar el siglo XIV y hasta mediados del XV, por San Jerónimo Emiliani, ha sido igualmente pregonado, impulsado y desarrollado en Colombia por la Congregación Somasca.

El santo, -beatificado y canonizado-, fue herido en batalla y cayó prisionero por el ejército francés en la Fortaleza de Castelnuovo durante la guerra contra la Liga de Cambrai. Posteriormente abandonó su carrera militar y política. Padeció fiebre hemorrágica y debido a su milagrosa recuperación dedicó el resto de su existencia al servicio de los pobres y enfermos. Para ello, se mudó al asilo de los huérfanos en San Basilio. En 1534 se fundó la congregación llamada Compañía de Siervos de los Pobres que luego tomaría el nombre de Congregación Somasca.

En Colombia sigue los pasos de San Jerónimo Emiliani el sacerdote Fabio Estupiñán Muñoz, liderando interesantes proyectos de resocialización de jóvenes y apoyo a las apremiantes necesidades de comunidades vulnerables. A la par, el sacerdote envía un mensaje espiritual, semanalmente,  a los secuestrados a través del programa radial Voces del Secuestro.

El presbítero nació hace 48 años en  Güican, Boyacá. Desde su infancia ha estado al servicio de los más necesitados. Su primer juguete fue un azadón y ante la temprana partida de su padre, esa figura la suplió un tío, quien le enseñó a pastorear ovejas. Desempeñando esta labor una tarde se perdió y tuvo que pasar la noche en una cueva localizada al borde de un precipicio. Fue rescatado por su hermana. Aprendió de ello que  en la noche más oscura hay esperanza porque justamente la noche tiene fin y que aun el obstáculo más difícil siempre tiene salida.

Un sacerdote que alegremente tocaba el acordeón y celebraba con gran felicidad los oficios religiosos, -cuando  Fabio bordeaba los 13 años-, le llamó poderosamente la atención para redireccionar su vida hacia la labor pastoral, la que inicialmente no recibió el apoyo de su familia.

Diamantes en el lodo

Desde entonces, ha tenido un objetivo claro: salvar a los jóvenes para salvar a Colombia. Y afirma que, por ejemplo, un niño que se está iniciando en la droga, la sociedad lo termina estigmatizando y asilando, cuando lo adecuado darle rehabilitación. “Dios me ha dado esta oportunidad y espero cumplirla con todo tesón y abnegación, porque hay diamantes metidos en el barro que están esperando una oportunidad…”, sostiene enfáticamente.

Ha instalado y puesto en marcha casas de atención a jóvenes en Tunja, en Pasto, en Bogotá así como en otras regiones del país. También en el Ecuador. “Ser  sacerdote me ha dado herramientas y libertad para tener la suficiente habilidad, credibilidad y sensibilidad para apoyar procesos de rehabilitación de niños que han combatido cruelmente en la guerra y que matan sin dolor, ni arrepentimiento, conocidos como los cruzados por el pacto diabólico en que se han visto envueltos”, revela con franqueza y con profundo desconsuelo.

Asimismo, asegura que: “La vivencia del amor verdadero, en silencio, es la mejor predicación”, al tiempo que puntualiza: “El hombre puede ir al infierno pero nadie puede arrebatarle la gracia divina. Un sicario también puede ser rehabilitado. No se puede matar la esperanza. Aprendo mucho de los niños criminales cuando me indican su dolor. Muchos me tienen como su padre verdadero”.

Refiere que a estos niños cruzados se les obliga a hacer pacto con el diablo para que no sientan dolor al quitarle la vida a las personas, -trabajo que inician matando a un ser querido-, para que tengan éxito en todo cuanto hagan y, además, para sentirse protegidos.

En su trayectoria de excepcional servicio social, el padre Estupiñán ha rehabilitado centenares de niños cruzados, -supremamente valiosos para los grupos al margen de la ley porque realizan trabajos criminales con eficiencia comprobada-, los cuales le han dado horrible testimonio de matanzas y homicidios, entre otros.

Por el desarrollo de esta loable tarea de resocialización juvenil ha sido blanco de amenazas, pero encomienda su vida a Dios.  “Cuando Dios te pone este ministerio te la da paz,  pero no te deja en paz. En Tunja me hicieron un estricto seguimiento familiar para amedrentarme y hasta me enviaron un joven portando dos granadas para volar la casa. En ciudad Bolívar, en Bogotá, también ha habido tiempos de mucha zozobra. En Guayaquil, Ecuador, estuvieron a punto de matarme”, recuerda como calvarios de su existencia por entrega a los menesterosos.

Se define como “un buscador de Dios sobre los senderos de los hombres”, y añade que: “ha visto su rostro en la cara de los pobres”. 

Al explicar el horrible fenómeno de los niños cruzados, dice que un joven que no ha tenido padre es explotado y fácilmente deslumbrado cuando le entregan un fusil, porque el arma le da seguridad y poder. Reitera, que  “la guerra no tiene límites, que es absurda y que mientras los campos bellos de Europa se riegan con aguas frescas, los campos hermosos de Colombia se riegan con sangre inocente”.

El Padre Fabio, como se le conoce popularmente, se alegra cuando el amor transforma el dolor;  no le  teme a la muerte, únicamente le da miedo fallar en la vida. “Nunca he buscado reconocimiento. No me gustan las posiciones de mando porque me encadenan y me impiden trabajar con los humildes y necesitados”, recalca con convicción irrefrenable.

Por último, manifiesta que sueña con la realización de una gran comunidad; específicamente denota la construcción y desarrollo de una ciudadela localizada en el sector de El Paraíso, en Ciudad Bolívar, en donde se reúnan, en primer orden, un lugar apropiado para alojamiento y atención de ancianos, un colegio para formación técnica y tecnológica de jóvenes, un gran centro cultural, varios campos deportivos, y, en segundo término, un conjunto de obras necesarias para garantizar el bienestar colectivo de toda la comunidad.    

Un grupo de  sus amigos, consecuente con esta noble causa, ha dispuesto crear una Fundación para proseguir concretando valiosas ayudas para la población de mayor necesidad económica y social colombiana, prioritariamente, a través del proyecto institucional, FPF, Fundación Padre Fabio, fundacionpadrefabio@gmail.com. La gran obra social, siendo hasta ahora trascendente, apenas comienza.