El objetivo de mi gobierno es la paz: Santos | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Mayo de 2012

“Hace 54 años, en un mes de mayo como este, en este mismo auditorio del Teatro Patria, el entonces presidente electo Alberto Lleras Camargo pronunció un discurso histórico sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la sociedad, que aún es recordado y citado.

Hoy me siento muy honrado al hablar en esta misma tribuna ante los militares y policías de Colombia, como Jefe de Estado y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, para reiterar el mensaje de admiración y respeto hacia sus miembros, y definir –como Lleras en el 58– el importante rol que hoy tienen en la construcción del presente y el futuro de nuestra nación.

Quien les habla hoy –como ustedes saben– no es un novato en temas militares ni en temas de guerra.

Tuve el privilegio, el honor, de formarme en una academia militar como la Escuela Naval de Cadetes y de vestir el uniforme de la Patria.

Como Ministro de Hacienda, en el gobierno del presidente Pastrana, hace más de una década, apropiamos los recursos necesarios y diseñamos –con el entonces ministro de Defensa, y los comandantes de las Fuerzas Militares y del Ejército– el proceso de fortalecimiento de la Fuerza Pública que hoy arroja tan importantes resultados.

Como Ministro de Defensa del presidente Uribe –a quien no me cansaré de reconocerle su gran contribución a la seguridad del país– lideramos el diseño y puesta en marcha de la Política de Consolidación de la Seguridad Democrática, que avanzó sobre el camino adelantado, y posibilitó los más grandes golpes que hayan recibido los grupos armados ilegales en toda su historia.

Encontré en el año 2006 una inteligencia compartimentada, en la que no se hablaban los cuerpos de la inteligencia de una fuerza con los de la otra, y no había confianza entre quienes hacían la inteligencia y quienes ejecutaban las operaciones.

Eso lo cambiamos.

Usted, general Navas, que estaba en el campo de las operaciones, y usted, general Pinilla, que nos acompañó en esta transformación de la inteligencia, son testigos del vuelco que dimos en este aspecto.

Lo mismo el ministro Pinzón y Sergio Jaramillo, que me acompañaron como viceministros en el rediseño y puesta en marcha de esa política, cuyos resultados no tardaron en verse.

No voy a entrar en detalles sobre los grandes cambios que hicimos; ustedes, la mayoría de ustedes, los conocen mejor que nadie.

Sólo quiero mencionar que ese grupo contra objetivos de alto valor que se denominaba ‘Cancerbero’ –que infortunadamente nunca logró su cometido– lo eliminamos y lo remplazamos por lo que hoy es el CCOES que ustedes conocen bien.

Además, fortalecimos la inteligencia policial y logramos su adecuada coordinación con las inteligencias de las Fuerzas Militares, lo que hizo la diferencia en los éxitos operacionales.

Establecimos el concepto de las “burbujas”, y después de más de 40 años, comenzaron a caer, por primera vez, uno tras otro, no sólo miembros del Secretariado de las Farc sino también otros objetivos de altísimo valor –que hasta entonces habían sido intocables–.

Simultáneamente, comenzamos a desvertebrar estructuras completas.

Se dio un golpe magistral de inteligencia con la Operación Jaque, un rescate que muchos han considerado la operación militar más audaz de todos los tiempos, no en Colombia sino a nivel mundial, para orgullo de la inteligencia militar.

Y se expuso el cinismo de la guerrilla cuando desenmascaramos ante el mundo la patraña que querían armar con el niño Emmanuel.

Gracias a estos cambios, el mismo Tirofijo –que murió ocultándose de nuestras bombas–, Raúl Reyes e Iván Ríos –ambos del Secretariado–, el Negro Acacio, Martín Caballero, Martín Sombra, JJ, Karina –dentro de muchos más en la guerrilla–, o los “mellizos” Mejía Múnera, Don Diego, Chupeta, Don Mario –dentro de los llamados capos–, son ya parte del pasado y no están causando más daño al país.

Y no sólo fueron los capos y los cabecillas. Le dimos un gran empuje a la política de desmovilización y miles de guerrilleros se desmovilizaron, muchos de ellos mandos medios con decenas de años en los grupos ilegales.

Cuando asumí la Presidencia, no sólo mantuvimos intactas las bases de esa Política de Consolidación de la Seguridad Democrática, sino que le agregamos ingredientes nuevos para adaptarnos a las nuevas circunstancias, y para avanzar en nuestra lucha por la paz.

Después de haber conseguido los mayores recursos de inversión para las Fuerzas Armadas con el impuesto al patrimonio, que gestionamos en el gobierno pasado, los incrementamos aún más desde la Presidencia.

Y miren esto, de lo que todos ustedes –militares y policías de Colombia– tienen por qué sentirse muy orgullosos.

Habíamos llegado hasta el número 3 de las Farc, pero nos faltaban el número 1 y el número 2: Cano y Jojoy, símbolos del terror en el país.

Pues bien: fueron ustedes los que, en un trabajo perfectamente coordinado entre Fuerzas Militares y Policía, dieron de baja en combate a estos cabecillas en lo que constituyeron los golpes más grandes jamás propinados a la guerrilla en casi medio siglo de su nefasta existencia.

Han sido ustedes los que, en desarrollo de una nueva estrategia que busca responder al reacomodamiento de la acción de los violentos, han llegado hasta sus propias madrigueras y los han obligado a replegarse, cuando hasta hace poco tenían que limitarse a una política de contención por la falta de recursos.

Ahora los guerrilleros, como fieras a las que se saca de sus cuevas, salen a morder a diestra y siniestra, y en su desespero recurren al terrorismo, que tanto efecto mediático tiene.

Nadie niega que es una guerra difícil, que es una guerra larga la que hemos librado contra los grupos armados ilegales, pero es una guerra que vamos ganando con el esfuerzo y el tesón de nuestros uniformados.

Ustedes, los protagonistas, son los primeros en atestiguarlo.

Señores generales, almirantes, coroneles, tenientes coroneles, mayores y demás miembros de nuestras Fuerzas Armadas: ¡Estamos en un punto de inflexión en nuestra historia!

¡Estamos en un momento definitivo! Es la hora de las decisiones.

¿Por qué lo digo? Porque por primera vez podemos decir que vemos un camino claro para terminar la guerra y construir la paz.

De eso se trata, y en eso está concentrada la agenda de mi gobierno: en cambiar las condiciones en el terreno para que pueda echar raíces la paz.

Por décadas la única cara que el Estado mostraba en las regiones en conflicto era la de las Fuerzas Militares. Ustedes estaban solos.

Todo eso cambió. Ahora se trata de edificar sobre su esfuerzo, llevando a todo el Estado a las regiones con la Política de Consolidación; devolviéndole a cada quien lo que le pertenece y sanando heridas con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, y dándole un vuelco total a las posibilidades productivas del campo con la Política de Desarrollo Rural.

Así se construye la paz: con una política integral, con un componente fuerte de seguridad y un componente no menos fuerte de desarrollo y prosperidad social.

Ante esta política integral, la guerrilla se ha quedado sin espacio. Y eso la está llevando a reflexionar.

Yo les he dicho en mis discursos desde cuando asumí la Presidencia: la puerta está abierta para que se unan a este esfuerzo de construcción de país pero, si insisten en el camino de la violencia, los seguiremos confrontando con toda la contundencia. Ellos deciden.

Porque la paz la vamos a construir con o sin ellos, ¡con o sin ellos!

Y la vamos a construir gracias al esfuerzo de ustedes, de nuestras Fuerzas Armadas.

Son ustedes –los oficiales, suboficiales y soldados que hoy portan el uniforme– quienes tendrán la posibilidad de llevar la guerra a su fin.

Son ustedes quienes tendrán la posibilidad de ser los protagonistas y determinantes de ese momento histórico.

Y la paz, señores… ¡LA PAZ SERÁ SU VICTORIA!

Pero para eso tenemos que PERSEVERAR.

Ahora, que por fin vemos la luz al otro lado del túnel, su obligación, nuestra obligación, es una sola: PERSEVERAR, MANTENER EL RUMBO Y NO BAJAR LA GUARDIA NI UN SOLO MILÍMETRO.

Nuestra obligación es redoblar los esfuerzos, aplicar la nueva campaña ‘Espada de Honor’ –que ustedes mismos ayudaron a definir– y seguir produciendo resultados con toda la contundencia, como corresponde a los militares y policías herederos de los héroes de nuestra independencia.

La guerra, como toda guerra –y más aún cuando se asume la ofensiva, como lo viene haciendo nuestra Fuerza Pública– presenta reveses, que nos duelen y que nos obligan a aprender nuevas lecciones.

Pero esos reveses no pueden ser motivo para retroceder o para cambiar.

¡Todo lo contrario! Son el acicate para persistir, para ser aún más contundentes, para seguir obteniendo resultados como los que hoy podemos presentar al país.

En la lucha contras las Farc es cierto que hemos perdido más hombres, que hemos tenido más heridos. ¡Estamos en guerra!

Pero no podemos perder de vista que las bajas del enemigo, al corte del 15 de mayo, se incrementaron en 39 por ciento y las capturas en un 72 por ciento, con respecto al mismo periodo del año pasado.

Ésta es una demostración de que nuestras Fuerzas Armadas están cumpliendo con su deber.

También han aumentado las capturas y bajas en el Eln, y las capturas de miembros de las llamadas Bacrim, a las que combatimos y seguiremos combatiendo con toda la decisión.

Cuando vemos que los presos en las cárceles del país, durante este gobierno, han aumentado en 44 mil –44 mil más capturados y judicializados–, ¡quién puede decir que la Fuerza Pública, de la mano con la justicia, no está cumpliendo, o que no hay contundencia en su acción!

Cuando registramos que los homicidios de civiles han disminuido en cerca del 11 por ciento en lo corrido del año, y que el número de casos de este delito atroz contra la vida es el más bajo en los últimos 27 años, es porque ustedes, militares y policías, están haciendo bien su tarea.

Cuando constatamos que las cifras de secuestro extorsivo, de hurto a residencias, de piratería terrestre, son las menores en la última década, es porque ustedes están poniendo el hombro por la seguridad de los colombianos.

¿Son estos los resultados de unas Fuerzas Armadas desmotivadas o cruzadas de brazos?

No. Estos son los logros de una Fuerzas Armadas fortalecidas, con moral y con sentido de patria, que nos llenan de orgullo a todos los colombianos, y a mí como su comandante supremo.

Y por eso mi primer mensaje, mi mensaje central, es uno y muy claro: No matamos al tigre para asustarnos con el cuero.

Vamos a continuar la ofensiva contra los violentos con todas las herramientas, con toda la voluntad y toda la contundencia, hasta obligarlos a desistir de su empeño criminal contra el país.

Que nadie se equivoque: Si hoy la guerrilla habla de paz y pide diálogos no es por iniciativa propia sino porque ustedes, las Fuerzas Armadas de Colombia, les demuestran día a día que por el camino de las armas jamás obtendrán su cometido.

Yo fui muy claro desde el día de mi posesión: el objetivo de mi gobierno, como el de todos los colombianos, es la paz, y la vamos a conseguir –óiganlo bien– por las buenas o por las malas, por la razón o por la fuerza.

Y nadie puede decir, como algunos pretenden hacer creer, que las Fuerzas Militares quieran prolongar la guerra.

Bien lo decía el general MacArthur, el más guerrerista de los guerreristas: “Si alguien quiere la paz es el soldado, porque son los soldados los que ponen los muertos y los heridos en la guerra”.

La guerrilla no nos ha dejado más alternativa que la confrontación, y seguiremos en ella, con toda la contundencia y la decisión, hasta que abran la opción de la razón.

Y si llega esa opción, señores miembros de las Fuerzas Armadas, será también su triunfo, será también su victoria, porque –repito– será el reconocimiento del enemigo de que por la violencia jamás lograrán sus objetivos.

Porque, señores oficiales, ¡LA PAZ ES LA VICTORIA Y LA VICTORIA ES LA PAZ!

La paz es SU victoria y la victoria de Colombia.

Por eso hay que perseverar.

No podemos dejarnos fraccionar, debilitar o apaciguar, cuando lo que el país reclama –con respeto y admiración por sus tropas– es más acción contra quienes atentan contra la vida y la tranquilidad de los colombianos.

Eso sí, y que quede también muy claro: en ninguna de las alternativas –la razón o la fuerza– el futuro y la dignidad de las Fuerzas Armadas están o estarán en juego.

En cualquier escenario nos vamos a asegurar de que las Fuerzas Armadas tengan todas las herramientas para garantizar el cabal cumplimiento de su misión.

Les habla quien se siente uno de los suyos: su Presidente los apoya, como siempre los ha apoyado, y nunca los va a dejar solos en esta lucha.

Me siento orgulloso de haber contribuido, durante prácticamente 12 años, y desde las diversas posiciones que he ocupado, al proceso de modernización y fortalecimiento de la Fuerza Pública que empezó en los albores del siglo XXI.

Y mantendré ese compromiso durante el resto de mis días.

De un presupuesto de inversión en el sector Defensa –a precios constantes del 2012– de 1,4 billones de pesos en el año 2001 pasamos –gracias al impuesto al patrimonio– a un presupuesto de 3,4 billones en 2008 y de 3,2 billones en 2009, y este año mantenemos un presupuesto de inversión que se acerca a los dos billones de pesos.

El presupuesto de funcionamiento, por su parte, pasó de 11,8 billones en 2001 a 21,2 billones en 2012 y ha permitido un crecimiento del pie de fuerza en 146 mil hombres, distribuidos así: en el Ejército pasamos de 147 mil a 230 mil hombres, en la Armada de 21 mil a 35 mil, en la Fuerza Aérea de 11 mil a 14 mil, y en la Policía Nacional de 121 mil a 167 mil hombres.

Gracias a este proceso continuo de fortalecimiento presupuestal y modernización, la Fuerza Aérea tiene unos aviones y un equipamiento que nunca antes se había imaginado; el Ejército es cada vez más efectivo y profesional, y la Armada ha incrementado su equipamiento y su flota, y fortalecido su componente de Infantería de Marina.

Y la Policía, como usted me ha dicho, general Naranjo, nunca había tenido tanto apoyo.

Se ha avanzado mucho, pero también sé, señores oficiales –soy muy consciente– que hay algunas preocupaciones e inquietudes en el seno de las Fuerzas Armadas, y quisiera referirme a ellas.

Hay preocupaciones –que comparto– sobre la seguridad jurídica de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Esa ha sido una obsesión constante mía, desde cuando fui Ministro de Defensa e impulsé una reforma constitucional para fortalecer la Justicia Penal Militar que, infortunadamente, después de sortear 7 debates, fue hundida en el octavo y último debate.

Los soldados y policías de Colombia, que exponen sus vidas por sus compatriotas, merecen un tratamiento judicial justo y acorde a las características particulares del servicio que cumplen, siempre y cuando –por supuesto–se trate de acciones en desarrollo de dicho servicio.

¿Qué necesitamos en el tema de la Justicia Penal Militar?

Consolidar una justicia profesional, técnica y sobre todo con credibilidad, que sea garantía de imparcialidad y nos evite que sus fallos acaben por ser siempre desconocidos por tribunales internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Por eso decidimos tomar el toro por los cachos, y en lugar de seguir manteniendo un artículo dentro de la reforma judicial, el Ministro de Defensa constituyó una comisión de expertos del más alto nivel –que incluyó constitucionalistas y miembros de las Fuerzas Militares y la Policía– para proponer una reforma integral que fortalezca la Justicia Penal Militar y le dé un marco jurídico claro al obrar de la Fuerza Pública.

La reforma integral que se propone –y que avanza a buen paso en el Congreso, ayer en la Comisión 1° del Senado fue aprobada en forma contundente en tercer debate– dará seguridad jurídica a militares y policías, sin que ello signifique impunidad –que nadie pretende– sino todo lo contrario: un juicio justo, bajo parámetros técnicos y confiables.

Eso, y no otra cosa, es lo que todos queremos: una Justicia Penal Militar fuerte que sea creíble y respetada nacional e internacionalmente, y que sea una garantía constitucional para todos los miembros de las Fuerzas Armadas.

Vamos a otra inquietud.

Se ha dicho que el acto legislativo de Marco Jurídico para la Paz, que se impulsa en el Congreso, puede atentar contra la moral de las tropas porque posibilita la llegada de cabecillas que hoy perseguimos a cargos de representación política.

Es necesario aclarar, con todas sus letras, que esto no es cierto.

El llamado ‘Marco para la Paz’ es precisamente eso: un marco constitucional que no activa absolutamente nada y que sólo permite que el día de mañana –si se presentan las condiciones para llegar a una paz cierta y duradera– el legislador pueda expedir una ley estatutaria que facilite la aplicación de la justicia transicional.

El acto legislativo para nada habla de indultos o amnistías generales, que hoy en día están proscritos por el derecho internacional.

Cualquier solución tiene que estar ajustada a derecho y eso es, precisamente, lo que permite el acto legislativo: poner al día nuestra Constitución.

Y otra aclaración: el acto no dice nada sobre la posibilidad de la participación política de los cabecillas de la guerrilla.

Hay quienes quieren hacerle creer al país que los cabecillas podrían participar en política porque el acto permite que, eventualmente, mediante una ley estatutaria, se pueda renunciar a la acción penal sobre algunos miembros de la guerrilla.

Pero eso es una falacia. El acto precisamente insiste en concentrar la acción penal sobre los máximos responsables, que son los cabecillas, y que no serán objeto –repito: no serán objeto– de la renuncia de la acción penal.

Ni alias ‘Timochenko’ ni ninguno de los cabecillas de la guerrilla van a llegar a cargos de elección popular por causa de este acto legislativo. ¡Eso no es posible!

Lo que sí se podrá, en su momento, es legislar para hacer más viables las desmovilizaciones y superar ese atasco judicial que hoy sufrimos en la Ley de Justicia y Paz, donde se han producido apenas 7 sentencias en cerca de 340 mil hechos denunciados hasta la fecha.

El Marco para la Paz contribuirá a facilitar la desmovilización, que hoy está parada porque hay incertidumbre de quienes se van a desmovilizar, sobre su futuro, y no ayudará a evitar –y esto es muy importante, muy importante– que los ya desmovilizados vuelvan a la ilegalidad.

Y otra cosa que quiero que quede clara: en el Marco para la Paz pueden tener la absoluta tranquilidad de que los miembros de la fuerza pública contarán, como debe ser, con las garantías jurídicas necesarias. ¡No los voy a dejar solos!

Lo que hace este acto legislativo –insisto– es abrir un espacio constitucional para que el día de mañana se pueda desarrollar una estrategia integral de justicia transicional, que permita satisfacer los derechos de las víctimas y lograr la transición hacia lo que todos queremos, que es la paz…”.