El nuevo ‘triángulo de las Bermudas’ | El Nuevo Siglo
Foto archivo Agence France Press
Domingo, 20 de Noviembre de 2016
Juan Camilo Velandia

Para Óscar Arias, la frontera “más segura del mundo” es la de Costa Rica y Panamá. En su condición de presidente tico -primero entre de 1986 a 1990 y luego de 2006 a 2010-, este costarricense repitió esa frase a modo de mantra político. Le pidió al mundo que siguieran su ejemplo. Arias fue uno de esos presidentes que, en menos de un año, ya había impactado tanto a la opinión pública como para ser nominado y galardonado con un Nobel de Paz.

En 1987 obtuvo este galardón en Suecia por su ímpetu conciliador en el cinturón centroamericano: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Ese empujón quedó refrendado en los acuerdos de paz de Esquipulas I de 1986. Contra todo pronóstico, ese quinteto trabajó por el “No” a la guerra. Pero, tres décadas después, la elección de Trump atizó la caldera de nuevo. Claro está, azuzado porque varios de estos países no han salido -desde hace varios años- de la lista de los sitios más peligrosos del mundo, según los ránkings de Amnistía Internacional, el Banco Mundial, entre otros.

Inclusive, hace menos de una semana, Juan Pedro Schaerer (el jefe de la Cicr para Centroamérica), dijo que los hondureños, los salvadoreños y los guatemaltecos son quienes más migran hacia Estados Unidos. He ahí el meollo de una posible hecatombe migratoria, toda vez que el excandidato Republicano es el sucesor electo de Obama y a todas luces ha demostrado su ‘latinofobia’.

La paz, a la vieja usanza

 Si bien la imagen del Trump-candidato estaba tiznada por la beligerancia, la xenofobia y otras vísceras reprochables, la propia del Trump-presidente parece distinta. Ha fraguado la paciencia y la diplomacia. Parece más mesurado. O al menos así ha sido la mayoría de sus salidas en público  -y en redes sociales-, hasta ahora. De eso bien pueden estar seguros los presidentes Salvador Sánchez (El Salvador), Juan Hernández (Honduras) y Jimmy Morales (Guatemala), quienes confían en que más allá de la figura presidencial, en Estados Unidos es más importante la institucionalidad.

Estos tres mandatarios se unieron para reactivar su histórica hermandad. Quizá lo hicieron imbuidos por el ejemplo de su homólogo Arias, en los años 80. Quizá no. Lo cierto es que desde hace pocas semanas erigieron la Fuerza Trinacional, un grupo élite que reúne a los mejores efectivos de las fuerzas armadas de estos países para combatir la violencia. Y aunque no se conocen muchos detalles, es cierto que su misión es apaciguar los vejámenes desencadenados por los Maras y por toda suerte de pandillismo centroamericano.

Esta Fuerza no es un invento esporádico. Tiene antecedentes que van allende del Nobel de Paz de 1987. Retomando los cánones pacifistas de la vieja usanza, este plan trinacional de defensa encuentra asidero, por allá en 2002, cuando Guatemala y México conformaron el Grupo de Alto Nivel de Seguridad Fronteriza (Gansef). Los resultados fronterizos les dieron buenos réditos y la injerencia estadounidense fue determinante para amainar los brotes de violencia que, desde hacía décadas, emanaban de esos casi mil kilómetros de terreno compartido entre chapines y mexicanos.

Ese trabajo binacional evolucionó tanto que, hace un cuatrienio, se creó una fuerza de tarea conjunta con el amén de Estados Unidos. Es decir, los países centroamericanos -en la era reciente- ya tienen experiencia de trabajo mancomunado con un político republicano. George W. Bush y su gabinete estuvieron al tanto de ello. Y, por supuesto, Obama lo respaldó.

 ‘Las Bermudas’ del pandillismo

“Mayday” y “S.O.S.” quizás hayan sido los últimos pronunciamientos de centenares de embarcaciones y aviones que se han perdido tradicionalmente en el reconocido Triángulo de las Bermudas. En esta ocasión, los impulsores de aquella Fuerza Trinacional se resistieron a emitir estas alertas. No activaron el botón del pánico cuando Hillary Clinton perdió. Trabajaron silentes para exorcizar sus demonios de orden público: según las cifras oficiales de Guatemala, Honduras y El Salvador, en cada uno de estos la violencia ha dejado al menos 4 mil muertos en lo que va corrido de 2016.

Los cancilleres de los tres países han dicho que esta fuerza de trabajo conjunta facilitará el intercambio de información, la creación de estrategias militares trinacionales y todo aquello que demande la paz de esta zona.

Estos países tienen a Estados Unidos como uno de sus principales socios comerciales. Y los norteamericanos les debe interesar, más que a otros, la seguridad en esos países. Por ello, es tan importante el esfuerzo trinitario por ‘desaparecer’ la violencia de ese nuevo ‘triángulo de las Bermudas’ de la seguridad: una barrera de casi 600 kilómetros contra el pandillismo, el narcotráfico, el contrabando y, en general, el hampa.

Y aunque critiquen la ayuda estadounidense, no es un secreto que por el bajísimo recaudo tributario de estos países centroamericanos, la inversión en educación, salud y cultura de estos pueblos depende directamente de la cooperación militar foránea.

Esta Fuerza debería servir de asidero para otros países latinoamericanos como Colombia, Ecuador y Venezuela que han protagonizado en las dos últimas décadas sendas carreras armamentistas y antidiplomáticas. Y sí, el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos trae ambigüedad e incertidumbre en la política regional. Y sí, el cinturón centroamericano se hipersensibilizó con el eventual recrudecimiento migratorio vociferado por Trump.

Pero el esfuerzo de Guatemala, El Salvador y Honduras debe servir de ejemplo -ojalá respaldado con efectividad- para seguir creyendo en la institucionalidad de la política latinoamericana.

*Profesor de la Facultad de Comunicación  de la Universidad de La Sabana