La falta de control de las autoridades permite que algunos locales que venden licor se encuentren al lado de las instituciones educativas.
A minutos de que finalice la jornada estudiantil varios alumnos se miran unos a otros para acordar qué van a hacer después de clases. Son más de las 12 del medio día y el timbre que avisa la salida está a punto de sonar. No pasan más de cinco minutos cuando suena ese ‘ring’ que para ellos es música para sus oídos.
En las afueras del colegio aquellos cinco jóvenes hablan y comentan lo difícil que fue la jornada, las “niñas lindas” del curso y, por supuesto, lo que van hacer en la tarde de ese viernes. Pasan a la acera de al frente del colegio y doblan la esquina.
Como si fuera casi un ritual se dirigen a la misma tienda que han frecuentado desde hace ya varios años y que ahora, como estudiantes de grado once, sienten que ese territorio es suyo y que lo heredaron de las generaciones pasadas.
Entran allí con su uniforme de saco azul y pantalón gris. Con sus maletas llenas de libros y cuadernos, se acercan a la vitrina y hablan con el tendero de turno y éste les pasa una misteriosa bolsa negra.
Se alejan de ese sitio. Caminan sólo un par de cuadras y llegan a un parque. Sacan el contenido de aquella bolsa. Son botellas de cerveza y una caja de vino. Se las rotan entre ellos y así comienza en ‘plan’ matutino.
El consumo de alcohol ya no es sólo cosa de adultos, ahora esta práctica es muy frecuente entre los estudiantes de colegio, para quienes resulta fácil la compra de cualquier tipo de licor. Parece que no han dado resultado las múltiples campañas que la Administración y las autoridades han realizado para prevenir y disminuir el consumo de licor en los jóvenes.
Otro aspecto que vale la pena mencionar es la presencia de establecimientos que venden alcohol en zonas aledañas a los colegios. En ciertos casos están ubicados a la vuelta de la esquina de las instituciones educativas y estos mismos administradores son los que promueven que nuestra juventud se sumerja en el mundo del licor.
Aunque existe el proyecto de Acuerdo 134 de 2005, por el cual “se establecen restricciones para realizar el expendio de bebidas alcohólicas en zonas aledañas a establecimientos educativos y médicos y para consumirlas en el espacio público" y pese a que el artículo primero dice que se prohíbe “el expendio de bebidas alcohólicas alrededor de instituciones educativas… en un radio de 200 metros”, varios tenderos se la pasan por la faja y continúan vendiendo licor cerca de los colegios y a los menores.
Carlos Arturo Sarmiento Díaz, coordinador académico de un colegio al sur de Bogotá, dice que hace falta más controles por parte del ente correspondiente para evitar que los estudiantes logren comprar “trago, cigarrillo o drogas” alrededor del establecimiento educativo.
El Nuevo Siglo recorrió los alrededores del colegio y notó la presencia de dos establecimientos donde venden licor y que, según experiencias de alumnos de esa institución, les venden trago y cigarrillo siendo ellos menores de edad. “A ellos lo que les importa es vender”, dijo uno de ellos.
Este medio intentó hablar con los administradores de los establecimientos pero nunca abrieron.
En vista de este problema, el colegio, a través de su Departamento de Psicología, realizó una campaña a mediados de agosto de sensibilización a los estudiantes sobre la prevención del consumo del alcohol, tabaco y drogas.
Los resultados de este trabajo mostraron que en promedio los alumnos empiezan a tomar licor desde el grado séptimo y que a mayor nivel de bachillerato, mayor es el consumo.
Patricia Londoño, coordinadora del Departamento de Psicóloga, dice que el consumo de alcohol o drogas en los estudiantes “puede estar influenciado por los medios de comunicación, por la publicidad y hasta por los grupos musicales que ellos escuchan. Lo ven como algo normal y por eso lo hacen”.
Según la Psicóloga, en algunas ocasiones los estudiantes ven en sus familiares esos problemas y los abordan de dos formas: continuar con el vicio o apartarse. “Los alumnos, como tienen ese tipo de experiencias, muchas veces no toman el mismo camino porque saben cuáles son los problemas”.
Un último factor que tiene en cuenta Londoño es que a veces los estudiantes se dejan influenciar por sus compañeros y terminan haciendo lo que ellos hacen. También consumen licor, cigarrillo o vicio “porque sienten esa necesidad de mostrar que ya son grandes, que son adultos”.
En medio de este taller no detectaron algún problema con estudiantes que tengan problemas de alcoholismo, puntualiza la profesional.
Por su parte, la Secretaría de Educación, por medio del programa Salud al Colegio y en compañía de algunas fundaciones, está realizando programas sobre la prevención del consumo de alcohol, tabaco y drogas.
“El consumo de alcohol es una problemática social que se explica por medio de los ámbitos en los cuales viven los jóvenes: el familiar, el social y el académico”, aseguró Julián Moreno, coordinador Distrital del programa Salud al Colegio.
Estudios anteriores revelan que entre los 11 y 14 años de edad se inicia el consumo de alcohol. “Pero también se ha demostrado que cada vez a más temprana edad empiezan a tomar licor”, puntualizó Moreno.