Por: Pablo Uribe Ruan
Si el Bayern que jugó en Madrid se quedó en el “tiqui-taca” y no logró manifestar la posesión en goles, qué decir del que se vio en Múnich que ni siquiera plasmó los conceptos de Guardiola en el campo y se vio apabullado por la efectividad “merengue”.
Al parecer las declaraciones en contra del fútbol de posesión de Rummennige y Beckenbauer generaron un efecto adverso en el Bayern que, con el afán de ser más vertical y generar más aproximaciones, terminó sin el control del balón e inmerso en una incapacidad enorme para llegar al gol. El Bayern desde el primer minuto no jugó a nada: pases largos sin destino, juego centralizado y falta de transiciones. Todo esto porque quería llegar rápidamente al arco rival sin hacer tanto pase innecesario.
A muchos se les olvida que Guardiola llegó al Bayern para imponer un estilo que era desconocido para un fútbol caracterizado por la verticalidad y el juego largo. Como toda propuesta innovadora tuvo y tiene sus opositores, y más en un lugar donde prima el pragmatismo: haz gol como sea.
Las raíces de un proyecto no pueden cambiar por las circunstancias contextuales de un partido. El Bayern bajo la dirección de Pep empezó a jugar conforme al fútbol de posesión. Por ello, lo que pasó el martes sorprendió por el resultado, pero adicionalmente porque demostró que la intención de Guardiola tiene una oposición en Múnich con una voz tan grande que arruina hasta el partido más importante de la temporada.
Si en el Bayern creen en Pep, no les queda de otra que creer en el fútbol de posesión que practica, porque si no es así es mejor que le digan adiós al proyecto del español y encuentren un técnico más acorde al fútbol vertical que tanto buscan.