Presentado por el gobierno español como el primer año después de la crisis, el 2015 ofrece peores perspectivas para Verónica Hidalgo, una española de 26 años, madre de dos hijos y que pronto será expulsada de su casa en Madrid.
En unos bajos del humilde barrio madrileño de Vallecas, rodeada por una treintena de personas, Verónica explica su situación a sus acompañantes en quienes se apoya para afrontar juntos los estragos de la crisis que todavía se cierne sobre ellos.
"Llevo dos años en una vivienda social. Pagaba 50 euros al mes y lo han subido a 400", dice esta mujer alta, de tez pálida y pelo castaño a los asistentes a la reunión, parecida a una de Alcohólicos Anónimos.
Su piso de 46 metros cuadrados en Vallecas, en las afueras de Madrid, fue vendido por el gobierno regional a una sociedad privada que aumentó brutalmente el alquiler.
Sin trabajo y con dos niños de cuatro y ocho años, Verónica no gana más que 323 euros mensuales. Al no poder pagar, serán expulsados de la vivienda el 18 de febrero.
Como la suya, otras tres mil viviendas sociales fueron vendidas en Madrid, por lo que numerosos arrendatarios podrían encontrarse en problemas similares.
La reunión tiene lugar justo antes de las Navidades y Verónica sabe que para sus hijos no podrá permitirse más que los juguetes que dan en algunas iglesias o la ayuda que pueda darle su madre o el padre de los niños, también en paro.
- El colchón familiar -
Este tipo de encuentros se producen una vez por semana en este barrio obrero por iniciativa de la asociación "Stop Desahucios". Recientemente sus miembros alertaron a la prensa cuando una mujer de 85 años, Carmen Martínez Ayuso, fue expulsada de su piso aportado como fianza para un crédito de 40.000 euros de su hijo.
El caso sembró la indignación generalizada en España y recordó que si bien se volvió al crecimiento (+1,3% del PIB esperado este 2014), la crisis todavía se ensaña con muchos españoles, afectados por una tasa de desempleo del 24%.
"Terminas cabreado cuando ves la televisión. Parece que vivimos en otro mundo", dice uno de los voluntarios asistentes al encuentro, Antonio Ortiz, de 62 años.
"Me están contando una realidad que no es, que estamos saliendo de la crisis. Será la crisis de los ricos porque la gente de a pie está igual", se explaya.
En su opinión, si en España no hay más que 30.000 sinhogar entre 44 millones de habitantes es gracias a los fuertes vínculos familiares, "a las pensiones de los abuelos y la ayuda de los hijos".
Como para decenas de miles de españoles, el préstamo hipotecario a tasa variable de su vivienda creció, pasando de 500 a 800 euros mensuales.
Acaba de perder su empleo pero puede mantenerla gracias a la pensión de su suegra de 460 euros y a su hija de 31 años. Su nuevo sueldo de barrendero, dos días a la semana, no alcanza para cubrir sus gastos.
- Escasa vivienda social -
Para muchos, 2015 se antoja difícil. "A la gente se le han acabado todos los mecanismo de ahorro y de subsidios. Esto va a explotar", explica Iván Cisneros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, una asociación de ayuda a las personas endeudadas.
"El desempleo sigue enorme" y el trabajo que se crea "es parcial y precario, no permite pagar una vivienda", afirma.
Según el Instituto Nacional de Estadística, los embargos de viviendas habitadas aumentaron un 13,5% en el tercer trimestre de este año respecto al mismo periodo de 2013, estableciéndose en 6.787.
Antonio González Gordillo, diputado socialista en la región de Madrid, especialista en urbanismo, asegura que el problema es todavía más grave dado el escaso parque de viviendas sociales en España, donde existe un culto absoluto a la propiedad inmobiliaria.
En Madrid, sobre un total de 2,6 millones de viviendas, solamente un 1% son públicas contra el 30 o 40% de ciudades como Amsterdam, Berlín o Viena, señala.
La difícil situación no eclipsa el humor de Vallecas, uno de los barrios más impactados. Este miércoles de diciembre, uno de los asistentes trajo varias decenas de yogurts líquidos donados por un supermercado.
"Están caducados. Si están algo ácidos, no bebáis", dice el activista provocando la risa colectiva. Los ofrece a todos y nadie los rechaza. Pero los yogures están caducados, desde principios de octubre/AFP.