El chavismo pretende santificarse. Saltándose descaradamente todas las tapias vaticanas, el régimen venezolano ha decidido meter a la brava en los altares de la Iglesia Católica a Simón Bolívar y a Hugo Chávez.
La Barca obtuvo una carta de un respetable bloque de sacerdotes de Maracaibo a monseñor Diego Rafael Padrón Sánchez, presidente de la Conferencia Episcopal del vecino país, con copia al papa Francisco, en la que se denuncia esta extravagante anomalía:
“Estimado Monseñor: Con mucho dolor hemos recibido imágenes del interior de la Iglesia de Bella Vista -en Maracaibo- que muestran el altar exhibiendo, a cada lado, gráficas del expresidente Chávez y una controvertida composición del rostro del Libertador, así como una fotografía del gobernador del Estado, Francisco Arias Cárdenas”.
Altares invadidos. Los clérigos manifiestan que “aparte del ridículo de toda esa puesta en escena en un recinto destinado a celebrar la Santa Eucaristía, culmen de la vida cristiana, ámbito privilegiado de la experiencia eclesial de comunión y lugar de adoración del Señor Jesús presente misteriosamente en el Santísimo Sacramento, entendemos, como católicos que somos, que se trata de un espacio consagrado, santo destinado al culto, a la santificación”.
Subrayan que “nuestra liturgia sólo permite rendir culto público a quienes la Iglesia reconoce como santos. Es de hacer notar que ni siquiera la imagen de José Gregorio Hernández, considerado digno de ser declarado como tal por varias generaciones de venezolanos, puede ser colocada en los altares, aun siendo venerable”.
Sacrilegio. Expresan los pastores venezolanos que “esta situación provoca, además y sobre todo, escándalo, primero por sacrílega, y también por la vergüenza en que nos coloca a los católicos, al convertir a la iglesia como espacio y, a través de ella a la Iglesia como comunidad de fe, en una patética tarima política, por demás discriminatoria, pugnaz y excluyente, toda vez que quienes se acerquen y no compartan simpatía por los personajes allí expuestos, de inmediato se sentirán agredidos, dentro de la propia casa del Señor”.
Continúan que “por si fuera poco, no ignoramos que la apertura de las comunicaciones en nuestros días, especialmente la multiplicidad de redes a través de las cuales ha circulado la evidencia gráfica del escándalo, lo ha hecho rebotar fuera de las fronteras patrias. Y no queremos dejar lugar a dudas sobre la inmensa tristeza y también indignación que nos produce la realidad descrita. Todo lo anterior nos resulta inaceptable; es más, debe resultar intolerable para todo auténtico católico”.
Responsabilidad. “A esto agregamos, muy a nuestro pesar, los graves señalamientos que, en torno al sacerdote responsable de esa parroquia se comentan insistentemente, acerca de su irregular comportamiento, no sólo en lo referente a sus tomas de posiciones públicas aupando sus preferencias político-partidistas, sino también en lo tocante a sus obligaciones morales sacerdotales. No nos corresponde a nosotros juzgar, pero sí transmitir a nuestros pastores nuestras inquietudes y perplejidades para evitar y no tener que lamentar, tal vez, mayores consecuencias”.
Solución. El documento abriga la esperanza de que se pueda encontrar una manera de poner fin a tan insólita situación de anarquía y daño a nuestra comunión, que nos degrada, angustia y abochorna.
En vista del masivo repudio que todo esto ha generado ya, nosotros, como católicos responsables, enviamos copia de esta misiva al Papa Francisco. Él conoce bien nuestra realidad y sabrá calibrar la gravedad del caso y la legitimidad de nuestra preocupación”.