Hoy se conocerán detalles de la supuesta relación entre la campaña del presidente y Moscú. En audiencia pública calificada de “Superbowl político”, James Comey, exdirector del FBI, puede cambiar el rumbo en Washington, al acusar a su exjefe de vínculos con el Kremlin
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“Hemos visto esta película antes”. John McCain, excandidato presidencial y baluarte republicano en el Senado, así calificó “la trama rusa”, que cada vez se parece más al episodio que le costó la presidencia a Richard Nixon, “Watergate”.
El primer capítulo de esta historia que tiene contra las cuerdas a Trump tendrá lugar hoy. El exdirector del FBI, James Comey, echado por el presidente, testificará frente al Comité de Inteligencia del Senado, a las 12: 30 (hora local), en una audiencia histórica –así lo llaman los medios- por sus implicaciones sobre la investigación en curso de las relaciones entre la campaña Trump con Rusia.
Millones de televidentes, como si fuera el “Superbowl”, se espera que vean si Comey delata a Trump o desmiente que este tuvo alguna relación con Moscú. En público, dará parte de su testimonio, pero a puerta cerrada es posible que dé a conocer algunos de los detalles de su relación con el Presidente mientras se mantuvo en el cargo.
Historia de enero
Todo viene de unos meses atrás. En enero, recién llegado a la Casa Blanca, Trump, con manteles por estrenar, invitó a Comey. Con su mirada fija en los ojos del exfuncionario, le pidió lealtad; pero no lealtad con el cargó, sino con él. Al siguiente mes, el Presidente le pidió presuntamente que dejara de lado las investigaciones sobre la conexión de Rusia con su campaña, que ya había generado la renuncia de dos de sus funcionarios, estrechamente relacionados con Moscú.
Como un discípulo revelado, Comey se opuso al pedido del Presidente. No se conoce, de momento, de qué manera rechazó aquellas solicitudes. Tan pronto vio la cara de Trump, pensó que sería necesario blindarse y al siguiente día se dirigió al despacho del Fiscal General, Jeff Sessions, para pedirle que no lo dejara solo con Trump porque empleaba un tono inapropiado, cuenta The New York Times.
Sessions, un fiscal del que muchos dicen que tiene conflictos de intereses en la entidad, ayer presentó su renuncia, en vísperas de la audiencia de Comey. ¿Lo que dirá su excompañero es tan grave para dimitir? Trump no aceptó la carta.
No sólo Comey parece haber recibido la presión del presidente. En audiencia pública, Daniel Coats, responsable de la Dirección de Inteligencia Nacional, ayer guardó silencio sobre los detalles de la investigación de “la trama rusa”, pero algunos medios revelaron que Trump lo presionó para que bloqueara la investigación cuando se convirtió en un hecho que Michael Flynn, exfuncionario que renunció por su relación con Moscú, sí había hablado con los rusos.
Lo que digan Comey y Coats será fundamental para los avances en la investigación que dirige Robert. S. Mueller, un abogado designado por el Congreso para manejar uno de los casos más sonados en los últimos tiempos. La importancia de esta indagación confidencial, puede dar lugar a que el exdirector del FBI, reemplazado por Christopher Wray, se abstenga de dar a conocer en público la supuesta manipulación de Trump, que ayer dijo: “espero lealtad”, nuevamente.
Comey, sin embargo, es un hombre combativo. En 2007, citado por el Senado, despotricó contra el entonces procurador de George W. Bush, Alberto González, que terminó dimitiendo por sus acusaciones por un caso en un hospital.
Newt Gingrich, republicano expresidente de la Cámara, salió en defensa de Comey y dijo: “Él no va a dejar que un tipo como ese lo manosee sin golpearlo lo más fuerte que pueda”.
Estrategia Trump
Enfurecido, Trump ha intentado vengarse del revuelo mediático y judicial que ha generado la salida de Comey, un incómodo exfuncionario. Su equipo, encargado de cubrir todo, aunque inevitablemente confundido por sus pasos en falso, le ha recomendado que mantenga la calma y continúe con su agenda, enfocada estos días en sus proyectos en el Congreso.
También se especula que el equipo Trump le apuesta a presentar a Comey como un testigo mentiroso, poco confiable. “La última vez que testificó bajo juramento, el FBI tuvo que escurrirse para corregir el testimonio”, dijo Kellyanne Conway, quien hizo referencia a que el 3 de mayo el entonces director habló sobre los correos de Clinton influenciado por un funcionario de la excandidato que le facilitó unos datos, según The Washington Post.
Aunque el cerco sobre Trump empieza a cerrarse, aún no es claro su rol en “la trama rusa”. Pese a que dos de sus funcionarios han resultado involucrados en este escándalo, el Presidente ha dicho que no conocía las relaciones de ellos con Moscú e incluso ha manifestado que al momento de juramentar frente al vicepresidente, Mike Pence, dijeron mentiras sobre Rusia, como se acreditó en el caso Flynn.
Trump tiene a su favor la obstinada obsesión de Rusia por intervenir en la campaña presidencial de 2016. Esta semana se conoció que hackers rusos intentaron hackear el sistema electoral de Estados Unidos y ya es de común conocimiento que Putin buscó, con éxito, impedir que Hillary Clinton, su declarada enemiga, llegara a la Casa Blanca.
Watergate
El paralelo entre Watergate y la trama rusa vuelve a sonar. Una salida de Trump del cargo es prematura, e impensable, pero las declaraciones de Comey pueden ser un aliciente para generar una crisis al interior de su gobierno.
Analistas y exfuncionarios han calificado la situación como mucho peor que el escándalo que sacó a Nixon del poder. James Clapper, exdirector de Inteligencia Nacional, manifestó que: “Watergate no es... en comparación con lo que estamos enfrentando ahora”.
Al igual que Cappler, varios creen que existen coincidencias entre la supuesta relación de la campaña Trump con Rusia y el caso que sepultó a Nixon cuando se descubrió que espiaba a los demócratas para salir beneficiado en su reelección y, ante los rumores, obstaculizó investigaciones en su contra.
John Dean, abogado que generó la renuncia de Nixon, le dijo a Los Ángeles Times que la situación de ahora es más difícil por la poca experiencia política de Trump. “Nixon estaba mucho mejor preparado para el trabajo que Trump”, explicó, argumentando que eso puede conllevar a que el Presidente, en medio de una crisis que ahora está comenzando, no soporte la presión.
En Estados Unido también existen aquellos que ven la “trama rusa” como un juego sucio de los demócratas para acabar con el Gobierno, que ganó de manera legítima las elecciones. Este sector republicano, representado en varios congresistas y medios, dice que hay que partir de la buena fe del presidente, al que no se le ha demostrado nada.
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