- Faltó más pedagogía ciudadana
- Hay tiempo para los correctivos
La primera semana del Censo Nacional Poblacional que se está aplicando en Colombia permite sacar varias conclusiones. Una de ellas, que faltó una mayor campaña de pedagogía ciudadana para que el grueso de los habitantes entendiera de forma clara y con suficiente antelación la importancia de este empadronamiento integral, que obviamente va más allá del simple dato de saber cuántos somos.
Es evidente que la mayoría de los colombianos no entiende lo trascendental de la que ha sido catalogada como la mayor experiencia censal en toda la historia del país. De la información que se recaude y las variables metodológicas de interpretación que se apliquen sobre la misma saldrán datos clave para la planificación estratégica de las principales políticas públicas en la próxima década en rubros tan sensibles como salud, educación, servicios públicos, amueblamiento urbano, asignación de subsidios, focalización de la inversión social con base en el nivel objetivo de necesidades básicas insatisfechas. Por ejemplo, el Censo será clave para la reforma al Sistema General de Participaciones que define el esquema de traslados presupuestales del gobierno nacional central a los departamentos y municipios. Esta es una de las peticiones más urgentes de los gobernadores y alcaldes en los últimos dos años.
No menos clave es que las realidades socio-económicas que arroje el censo 2018 permitirán redirigir muchos recursos del Sistema General de Regalías. Pero no sólo el Estado se beneficiará de esta información actualizada. El sector privado también tendrá un insumo de trascendental importancia para la toma de decisiones sobre programas, obras y proyectos, especialmente en lo relativo a estadísticas sobre oferta y demanda de productos, bienes y servicios, capacidad institucional instalada, perfilamiento poblacional… A todo lo anterior debe agregarse que para los centros de investigación y la academia tener a disposición información actualizada en un país con una realidad tan cambiante como la colombiana, por circunstancias coyunturales y estructurales, será clave para una mayor rigurosidad de sus estudios y radiografías sobre los distintos tópicos.
Esa campaña de pedagogía se hacía más urgente dado que la primera parte del censo se está aplicando de manera virtual. Es decir que los colombianos tienen que acceder a la página web del DANE y comenzar a responder el respectivo formulario electrónico. Como es la primera vez que se realiza en nuestro país un ejercicio de esta naturaleza, debió acudirse a todos los medios de comunicación, redes sociales, portales virtuales de entidades públicas y demás ventanas de información para capacitar a la población al respecto. Algo similar a lo que se hizo con el plebiscito refrendatorio de paz en 2016. Si bien es cierto que en la primera semana más de 62 mil hogares cumplieron el trámite electrónico y 25 mil estaban en proceso, es claro que la cifra pudo ser mayor con las precauciones antedichas.
Precisamente por esa deficiente campaña pedagógica es que se han presentado burdos intentos de desinformación, sobre todo en las redes sociales, tratando de engañar a los incautos diciéndoles que no deben diligenciar el censo vía internet porque, supuestamente, sería una maniobra gubernamental para recaudar los datos de la población y perpetrar un fraude en los comicios de Congreso y Presidencia vía voto electrónico. Aunque es sabido que en Colombia no se aplica este último, muchos desinformados pueden dejarse confundir, más aún en medio de un país en plena campaña proselitista y con los altos niveles de polarización actuales.
También se han generado polémicas innecesarias y desgastantes, por ejemplo la relacionada en torno a si se iba a profundizar en el censo sobre la situación de las personas discapacitadas. La confusión pública fue tal que pese a las explicaciones del DANE hubo una orden presidencial de última hora para que se evitara la supuesta discriminación. Iguales discusiones se dieron respecto a otros temas relativos, por ejemplo, a los matrimonios de personas del mismo sexo y cómo serían recaudados sus datos.
Como se ve, lo logrado en esta primera semana fue bueno aunque pudo ser mejor el arranque de un proceso censal de semejante importancia para el país. Afortunadamente todavía hay tiempo para corregir el camino y lograr que este vital ejercicio para conocer las realidades poblacionales, sociales, económicas, de vivienda, educativas y de necesidades básicas insatisfechas, entre otras, pueda llegar a buen término.
Para ello, el principal elemento debe ser una verdadera y masiva campaña de información ciudadana, no solo para impulsar esta primera etapa del llamado “eCenso”, sino también para la segunda, es decir la presencial, puerta a puerta, que comenzará en marzo.
Como se dijo, es necesario que toda la población entienda la importancia del censo, ya que de la información que se recaude y la interpretación que se haga de la misma, dependerá buena parte de la hoja de ruta de Colombia en las próximas dos décadas, sean cuales sean los gobiernos de turno.
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