Por: Pablo Uribe Ruan
Especial para EL NUEVO SIGLO
Con el ceño fruncido y la mirada algo desconcertada, Mariano Rajoy salió a dar los resultados de las elecciones regionales y municipales del 24 de mayo (24M) -consideradas unas primarias-, en la sede del Partido Popular (PP), en Madrid. A pesar que los populares obtuvieron la mayor votación, con un 26, 92%, la insatisfacción de los miembros de la colectividad y del mismo jefe de Gobierno fue grande, ya que el partido sufrió una notable pérdida de votos en comparación con la arrolladora victoria en los comicios de 2011.
El PP quedó como primera fuerza en España, seguido del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que logró el 25,12% de los sufragios. Los partidos tradicionales sumaron el 51% de los votos -pasaron de un 65 a un 52 por ciento-, un hecho inédito en un país dominado por el bipartidismo y las pequeñas fuerzas nacionalistas y comunitarias que, al momento de hacer coaliciones, siempre estaban al pie de los grandes calados.
Estas elecciones españolas fueron el abrebocas de las generales, donde se escogerá presidente y estuvieron plenas de controversias al interior del PP, de alianzas, de planteamientos, pero sobre todo, de nuevas caras. El electorado español pidió, sea cual fuere el partido, una renovación de la política: de sus líderes, de sus instituciones, y hasta para algunos, de su sistema electoral. Aunque la renovación es inminente, las dinámicas políticas quizás no cambien, por ello, vale la pena preguntarse. ¿Si realmente las primaria” sirven, en algún sentido, como incentivo para la transformación de la política o, simplemente, son un guiño para despertar a los grandes partidos y renovar el bipartidismo?
Ganadores y derrotados
Si lo que se busca es encontrar ganadores y derrotados el 24 M se puede decir que el panorama fue el siguiente: los partidos tradicionales perdieron, los nuevos ganaron, pero no tanto como esperaban, y la gran vencedora fue la política española que ve, ante la mirada atenta de todos los partidos, unas condiciones de juego diferentes gracias a las fuerzas emergentes.
Por un lado, los partidos políticos tradicionales, PP y PSOE, tuvieron una baja en sus votaciones, al punto que el PP dejó de recibir 2,55 millones de votos y el PSOE 775.00 (le fue peor que en 2011, donde también obtuvo una baja votación). Por el otro, los líderes o “barones” del PP –como le dicen en España-, luego de cerrada las urnas, le dijeron adiós a la política para abrir campo a nuevos aires. ¿Un acto de consistencia política o de desazón por la insoportable tarea de forjar coaliciones para lograr gobernabilidad?
Los populares perdieron o más bien no lograron mayoría absoluta, como habitualmente lo hacían, en dos de sus feudos electorales: Madrid y Valencia. Sobre todo en Valencia, tierra de Fabra, uno de los principales barones populares, quien el miércoles tuvo un fuerte encontronazo con las directivas del partido que pidieron su dimisión por sus críticas contra Rajoy. Pero además, en términos de gobernabilidad, el PP perdió en varias comunidades autónomas aunque ganó en Madrid, Galicia, Cantabria y siete más. Tan sólo logró la victoria contundente en las ciudades de Ceuta y Melilla.
A primera vista los resultados no son tan malos, el PP ganó en 10 de las 19 comunidades autónomas de España. Sin embargo, el punto del análisis va más allá de si obtuvo la victoria, pues lo que realmente importa es el porcentaje por el cual ganó y si éste le permite gobernar en solitario o no.
¿Por qué lo que interesan son los porcentajes? Porque España tiene un sistema electoral de mayoría absoluta. Esto quiere decir que el que se lleva más de la mitad (51% de los votos) gobierna solo, pero en caso de que ningún partido obtenga este porcentaje se abre el escenario para la creación de coaliciones entre diferentes fuerzas políticas.
Quizás el panorama no pinta tan trágico y son más los deseos de crítica y desestabilización en contra del gobierno de Rajoy, que la realidad de los resultados electorales. Sin embargo, si se compara con el 2011 y la historia de la política española, la conclusión de las comicios del 24 de mayo está más cerca del fracaso que del mediano éxito. En especial, porque el PP no logró mayoría absoluta en varias comunidades y ciudades, lo que le exige hacer coaliciones para gobernar o esperar, con temor, la unión de diferentes agrupaciones de izquierda para establecer un gobierno conjunto.
Ahora bien, la realidad de los populares no es la única muestra del debilitamiento del bipartidismo. En la otra orilla el PSOE se encuentra en condiciones similares a las de su rival histórico con una baja sustancial en los votos obtenidos el 24 M y la inobjetable tarea de empezar las coaliciones con los partidos minoritarios.
Aquello que llaman los políticos "vocación de poder" retumba en la cabeza de sus principales líderes y de su presidente, Pedro Sánchez, quien ante la falta de mayorías absolutas y la posibilidad de quitarle diferentes comunidades y ciudades al PP, ha dicho que es viable una alianza con Podemos, fuerza de extrema izquierda.
Como se ve los socialistas podrían pactar con Podemos, situación que meses antes de las primarias parecía un cuento de fantasía de Gustavo Adolfo Bécquer y que hoy, luego de las elecciones, se prevé va ocurrir en diferentes lugares como en Castilla la Mancha, en donde se busca arrebatarle el gobierno a María Dolores de Cospedal, presidenta de la comunidad y política popular.
Los emergentes
Las elecciones del 24 M en cuanto a los partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos, concluyeron con buenos resultados aunque no estuvieron acorde a lo esperado. Tal vez sus pretensiones sobrevaloraron su potencial político y en el curso de la campaña electoral se encontraron con un bipartidismo que, a pesar de la coyuntura política, mantiene un electorado fijo y leal.
En todo caso, Ciudadanos emergió como una fuerza política importante tras obtener 1.500 concejales y una presencia en toda España. El partido de Albert Rivera, un joven de 35 años, carismático y de corte liberal (entiéndase liberalismo como sistema político y filosófico), entra en el escenario político español como una alternativa a la derecha. Ciudadanos tiene una agenda programática alejada del espectro ideológico, izquierda o derecha. En sus discursos dicen que "sí se puede ser de centro", y manifiestan que su propósito principal es acabar con la corrupción rampante y construir políticas frente al déficit y el empleo. Dicen que si los ponen a escoger tiran más hacia a la derecha, y más teniendo en cuenta que Rivera proviene del PP en Cataluña. ¿Ciudadanos pactará con el PP?.
Por otro lado, demagógico y populista para algunos y para otros una imagen límpida de las nuevas formas de hacer política, el partido de Pablo Iglesias, Podemos, se convirtió en la tercera fuerza del país. A pesar de que sus directivas decidieron presentarse sólo a las elecciones autonómicas -no se presentaron a las municipales-, el partido de Iglesias pisó fuerte en España y sus regiones.
En el caso de la Alcaldía de Madrid, por ejemplo, el partido se unió con otra agrupación de izquierda de la capital, Ganemos, en una coalición que se denominó "Ahora Madrid", cuya candidata, Manuela Carmena, quedó a tan sólo 3% de los votos que obtuvo Esperanza Aguirre, la candidata popular.
¿Habrá una alianza entre Podemos y el PSOE? Aunque los pactos van en contra del partido, la prioridad es barrer con el PP y tratar de sacarlo de las instituciones. Por ello, todo indica que en el caso de Madrid ya tienen la venia de Miguel Carmona, candidato de los socialistas, que con su 15,3% de votos le devolvería el poder a la izquierda en la capital tras 24 años de gobierno popular.
Para entender la importancia de esta alianza hay que partir de una premisa: gobernar Madrid es tan importante como gobernar Bogotá.
Carmena ha dicho, que en caso de llegar al poder, en su gobierno existirían unos cambios drásticos frente al manejo de la ciudad empezando por eliminar las estatuas del franquismo, las exenciones tributarias a la Iglesia y decretando un incremento tributario a las empresas privadas, entre otras.
En fin, un compendio de medidas de corte izquierdista que reviven los tiempos de Enrique Tierno Galván (PSOE-1979), primer alcalde de la ciudad después de la transición, y que son, como el máximo líder de Podemos ha dicho, parte de "una primavera de cambio irreversible".
Vaticinios
Las elecciones del 24 M han sido por el cambio. Así los partidos tradicionales permanezcan como principales fuerzas políticas, el debate público y la competencia electoral ya no se limita a ellos. El electorado urbano, crítico y reformista busca un cambio en la política, en sus instituciones y en sus representantes. Por más que la maquinaria persista y logre resultados a favor del PSOE o el PP en las elecciones, en el imaginario colectivo existe una desazón por los malos gobiernos de ambos y por la falta de opciones que plantean. Si sus máximos líderes cierran los ojos y no se pellizcan con lo que ocurrió el pasado domingo, la derrota en las generales cada vez está más cerca.
Renovación tal vez es la palabra que describe lo que necesita la política española y sus partidos tradicionales. Nuevas caras y planteamientos en un país que está cansado de ver lo mismo: escándalos de corrupción el martes, el jueves y el paro y el paro (desempleo).
Como se ha visto esta semana, algunos barones populares han dado un paso al costado para abrir campo a otras figuras dentro de su partido. Suenan nombres nuevos como Alfonso Alonso, ministro de sanidad, Alberto Núñez, presidente de la Comunidad de Galicia y la vicepresidenta del PP, Soraya Sáenz de Santamaría.
Pero no sólo se trata de caras nuevas, pues el PSOE impulsó a Pedro Sánchez como presidente de la colectividad para dar esa imagen de renovación, tras la vapuleada sufrida por Pérez Rubalcaba luego de la crisis de 2008. Sin embargo, realmente la renovación debe estar encaminada no sólo a incluir nuevos actores, sino a su vez a cambiar el discursos y las instituciones; un cambio total en la forma de gobernar, del manejo del erario público y de las formas como los políticos se dirigen a los ciudadanos.
Renovación, cambio, nuevas caras. Esa es la verdadera cara de las elecciones celebradas el pasado domingo, el 24M y lo que puede definir el futuro de la política española.