La capacidad que tenga el gobierno Santos para cumplir anticipadamente las metas cuatrienales que se fijó al comienzo de su mandato y en su respectivo Plan de Desarrollo, no sólo se convierte en clave para medir su eficacia o deficiencia, sino que constituye el principal indicador respecto a la mayor expectativa que tiene el país político: la posibilidad de que el Jefe de Estado opte, sí o no, por la reelección en 2014.
No se puede olvidar que el propio Santos, antes de advertir que congelaba este año toda referencia a la eventualidad de un segundo mandato, ha insistido en que no buscará repetir en el cargo si en este cuatrienio cumple con todas sus metas.
En ese orden de ideas, una lectura plana señalaría que un gobierno que en apenas 18 meses de gestión ha podido ya alcanzar algunas de las principales metas y objetivos que se había planteado para todo su periodo, bien podría llegar al final con buena parte de su Plan de Desarrollo cumplido. Así las cosas, la reelección, entendida ésta como la necesidad de un continuismo para completar lo que quedó pendiente del primer mandato, no tendría lugar, y entonces Santos tendría que concentrarse en cerrar con broche de oro su periodo y propender, desde la coalición de la Unidad Nacional, por una sucesión presidencial que, en cabeza de su propia cauda política, garantice la continuidad de su obra de gobierno, no de su gobierno.
Sin embargo en política las cosas no tienden a ser tan planas ni a verse estrictamente en blanco y negro. Por ejemplo, también cabe aquí hacer una lectura distinta: un gobierno que logre afincar en la opinión pública que está cumpliendo anticipadamente sus metas y que el impacto de éstas es tangible para el electorado, bien podría plantear, directa o indirectamente, la necesidad de la reelección con el objetivo de apostar por la continuidad de una buena gestión y un escenario propicio para fijarse objetivos más ambiciosos aún. En otras palabras, si las cosas van bien, para qué arriesgarse a cambiar el rumbo.
Y -una tercera óptica- no faltará quien sostenga que así como algunas metas principales se han cumplido anticipadamente y se apuesta de inmediato por logros más complejos aún, otros objetivos prioritarios todavía están a medio camino pero la garantía de que en éstos se puede llegar a feliz término es el hecho de que el Gobierno de turno evidencia efectividad y, por lo tanto, es una opción lógica y viable propender por darle más tiempo para que cumpla la tarea pendiente.
También debe ahondarse en lo que pensaría la oposición a una eventual intención de reelección. Bien podría advertir que la rapidez con que se cumplieron algunas metas pone de presente que las mismas no fueron lo suficientemente ambiciosas y estructurales. Igual cabría un discurso basado en que cumplidos anticipadamente esos primeros objetivos, es hora de jugarse por asuntos de más complejidad y allí la intención sería poner el listón tan alto que sea muy difícil para el gobernante de turno alcanzarlo. Y, por último, no faltará quien diga que un Presidente que cumple con lo que prometió pero aún así busca repetir en el cargo, lo hace por simple apego personal y caudillista al poder, lo que ahoga, intencionalmente, el recambio de liderazgos propio de los regímenes democráticos.