Es claro que la campaña proselitista para Senado y Cámara de Representantes, así como la puja por la Casa de Nariño, se verán impactadas de forma directa e indirecta por la posibilidad de que entre marzo y abril se lleven a cabo elecciones para escoger al segundo cargo de elección popular en el país: la alcaldía de Bogotá.
De un lado, la campaña en Bogotá se podría volver en una especie de “primarias” de la elección presidencial, sobre todo en el pulso entre santistas y uribistas. Es evidente que si alguna de esas facciones gana con uno de los suyos la Alcaldía, ese hecho tendría un efecto político y sicológico sobre el electorado.
Tampoco se puede desconocer que Bogotá siempre ha botado en contra de la tendencia política imperante a nivel nacional. En pleno auge del uribismo el Polo se impuso en dos ocasiones y luego, al comienzo del santismo, de nuevo la izquierda, en cabeza de Petro, le ganó al candidato uribista (Enrique Peñalosa) y también a los de la coalición gobiernista (Gina Parody y Carlos Fernando Galán).
¿Qué pasará ahora? Es difícil pronosticarlo, pero es claro que tanto al santismo como al uribismo lo mejor que les hubiera podido pasar es que Bogotá no tuviera un proceso electoral en medio de la campaña al Congreso y la Presidencia.
En cuanto a los comicios al Congreso, sobre todo a la Cámara por Bogotá, es claro que se verán fuertemente impactados, pues los candidatos a la Alcaldía deberán arrastrar o ser arrastrados por los respectivos candidatos al Parlamento. La naciente Alianza Verde (que reúne a Verdes de Peñalosa y los Progresistas de Petro), el Polo (al que Petro prácticamente demolió al denunciar el carrusel de contratación de la alcaldía Moreno), el uribismo que busca picar en punta en Bogotá y los distintos partidos de la coalición santista (conservadores, liberales, Cambio Radical y La U) tendrán en la puja por la Alcaldía un nuevo escenario de confrontación.