Como parte “de un esfuerzo para confundir y ocultar la responsabilidad de otros miembros de la fuerza pública”, el Ejército colombiano acusó falsamente al mayor Hernán Orozco de ser cómplice de la masacre paramilitar de Mapiripán, en el departamento del Meta, en 1997.
Así se desprende de un documento publicado ayer por el Archivo de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) y que tiene como base un cable diplomático del Departamento de Estado de 2003.
En un artículo del periodista Michael Evans, periodista de National Security Archive, recuerda que la publicación de este comunicado coincide con la conmemoración de los 15 años de la masacre de Mapiripán, uno de los actos más infames y emblemáticos de la violencia en Colombia.
Y añade que “en los próximos días el Archivo dará a conocer revelaciones adicionales, dentro de las que unos cables diplomáticos desclasificados sobre Mapiripán, que serán publicados por el Panel del Departamento de Estado de Revisión de Solicitudes”.
El cable del Departamento de Estado recuerda que Hernán Orozco cooperó con los fiscales durante la investigación de su comandante, el oficial Jaime Uscátegui, el primer general colombiano en ser condenado en un caso importante de derechos humanos.
El texto y otros documentos desclasificados publicados, muestran que el Departamento de Estado tenía serias preocupaciones sobre el hecho de que el mayor Orozco estuviera siendo injustamente perseguido en Colombia por testificar en contra de un comandante militar de alto rango.
Dos de las principales ex jefes paramilitares de Colombia, Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, dirigieron la masacre de Mapiripán, en los Llanos Orientales, luego de enviar más de 100 de sus hombres a la región desde Urabá, en Costa Caribe, un bastión de los paramilitares desde hace mucho tiempo.
Luego de aterrizar en una pista aérea controlada por miembros del Ejército y la Policía, los paras se trasladaron en camión y luego en lancha, hacia Mapiripán, pasando por varios controles militares a lo largo del camino. Decenas de presuntos colaboradores de la guerrilla fueron asesinados en los días que siguieron.
El problema para Orozco y Uscátegui es lo que sucedió después. El excoronel ha dicho que envió un mensaje urgente a Uscátegui el 15 de julio, pidiendo la intervención de los militares, pero que luego el general Uscategui lo presionó para que cambiara el contenido del mensaje y omitiera las partes en las que advertía sobre la arremetida paramilitar contra Mapiripán.
El coronel Orozco se encuentra en Estados Unidos, a donde llegó como refugiado y por ello ha podido trabajar, incluso en una forma de seguridad dirigida por Robert Jackson, para quien el colombiano era un “oficial ejemplar” y “totalmente limpio”, y “se había comportado con gran valentía y honor bajo la constante amenaza de muerte por sus acciones dentro de las fuerzas militares”, teniendo como base una consulta elevada ante el Departamento de Estado de la Democracia, Derechos Humanos y Trabajo.