Y la ONU, ¿dónde está? | El Nuevo Siglo
Lunes, 21 de Febrero de 2022

* Ausencia total en crisis ucraniana

* El desmayo del multilateralismo

 

 

Mantener la paz y la seguridad internacionales. Ese es el primer y más importante mandato fundacional de la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde su nacimiento en 1945. Hoy, con más de 193 Estados miembros el llamado “ente multilateral más poderoso del planeta” también agrupa una gran cantidad de programas, fondos y agencias especializadas. Pero su tarea primordial es el mantenimiento de la paz mundial.

Sin embargo, si algo ha quedado claro en los últimos tiempos es la limitada capacidad de la organización para ser el árbitro de las tensiones planetarias, sobre todo cuando estas fricciones involucran a las potencias. Es posible que, en casos de otro nivel, como en Colombia, preste sus servicios puntuales, incluso a veces polémicos. O que se active, como se hizo después del 11-S, a instancias de los principales países del mundo frente a los ataques del fundamentalismo islámico. Pero sus debilidades saltan a la vista, en cuanto a su poder de convocatoria y la escasa fuerza institucional para imponer las directrices de la paz, cuando el asunto trata de los intereses estratégicos de sus principales asociados.

Paradójicamente, tras muchas décadas en que el mundo se rigió por la evolución de la “guerra fría” y una bipolaridad ideológica, se creyó que el derrumbe de la Unión Soviética, que se concretó a comienzos de la década de los noventa, daría paso a ese anhelado multilateralismo y que sería la ONU la máxima instancia para mantenerlo como elemento sustancial del equilibrio orbital. Hoy, cuando las pretensiones rusas sobre Ucrania están llegando a un punto de no retorno, y el mundo se ve sorprendido por el virtual estallido de una guerra impredecible, la ONU brilla por su ausencia.

Prueba de esa debilidad puede darse, también, en la poca concentración de la ONU en eventuales conflictos como el de Taiwán, amenazas nucleares como las de Corea del Norte e Irán, o el afincamiento de gobiernos totalitarios y dictatoriales como los de Venezuela o Nicaragua. No en vano, la que se considera en el papel la instancia de poder asociativo más importante del planeta suele evadirse de temas como estos.

Todo ello explica, asimismo, por qué en las últimas décadas volvió a repuntar la carrera armamentística (incluso en el espacio), se desaceleró el desmantelamiento del arsenal nuclear global, aumentó el contrapunteo por el dominio de la era digital como plataforma bélica y se han multiplicado las injerencias electorales como arma intervencionista, incluso desquiciando el devenir de las democracias.

Es claro, igualmente, que el ámbito original de la Carta se ha ido ampliando, a tal punto que al lado de esos objetivos misionales primigenios ahora figuran, en igual estatus, asuntos vitales para la humanidad como el combate al cambio climático. Todo ello enmarcado en una órbita en donde la ONU está llamada a ser el órgano rector y principal accionador del multilateralismo global, cuya base principal es el cumplimiento de tratados, convenciones y demás acuerdos de alcance trasnacional.

Pero en cuanto a temas como el cambio climático, la ONU lleva décadas sin lograr acuerdos internacionales vinculantes, primando los intereses nacionales sobre los planetarios en un tema tan sensible como el clima y que compete a una acción mundial mucho más decidida puesto que se trata, nada más y nada menos, que de la supervivencia de las próximas generaciones.

Visto lo anterior, se entendería, de igual manera, el porqué del débil y poco efectivo papel de la ONU y de la Organización Mundial de la Salud para liderar y coordinar una respuesta global eficaz y, sobre todo, equitativa a la pandemia del covid-19.

Si esto es así también permite entender por qué el ente pareciera un mero ‘espectador’, sin mayor margen ni capacidad de imponer sus criterios a la comunidad trasnacional, para desactivar el ambiente por la crisis ucraniana.

Lamentablemente es difícil encontrar una mayor evidencia de que el multilateralismo, tantas veces traído a cuento en todo el planeta, continúa siendo una utopía y que la ONU no tiene fuerza, ‘dientes’ ni poder de convocatoria para poder cumplir con su mandato misional principal: Mantener la paz y la seguridad internacionales.