* Urge una visión de conjunto para reactivación
* Sinergias y no pulso entre lo público y lo privado
Dijo esta semana el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, en el foro de Anif sobre las perspectivas económicas para este año, que la coyuntura no es la mejor, como es apenas evidente luego de conocidas las abrumadoras cifras de 2023, y añadió que la economía vive un proceso de “aterrizaje forzado”. Una forma de describir, si se quiere no tan dramática, aquello que muchos perciben cuando menos como un “barrigazo”.
Pero una cosa, digamos, es una circunstancia accidental, que puede capearse con los recursos a la mano. Siempre y cuando exista además total confianza de que conjuntamente se va a salir de la crisis, para lo cual es preciso mostrar un cierto horizonte auspicioso, abrir un mínimo espacio a la esperanza y crear un ambiente propicio con miras a sortear el desafío de antemano doloroso. Otra cosa, sin embargo, es agregarle a la tempestad altas dosis de incertidumbre y crear focos cotidianos de pugnacidad y conflicto.
En esta ocasión, en Anif, tocó el turno al manejo del presupuesto y el decreto de vigencias futuras del que permanece sin saberse, con base en el método de evaluación presidencial previsto, si el gobierno tiene no tan veladas intenciones de disponer sobre los rubros de destinación específica y la subrepticia modificación de lo autorizado en el Congreso. Lo que, por descontado, no admitiría ni un pestañeo en los tribunales. Esto para señalar que, sea este o muchos otros temas consecutivos, como el famoso decreto de “yerros”, de hace muy poco tiempo, siempre está sobre la mesa algún tipo de zozobra, mayor o menor. Y que, por supuesto, tiende a empeorar el cuadro general de la economía, ya de por sí trémula.
Para no hablar, por ejemplo, de otras iniciativas que requerirían de una mayor pedagogía, como la reforma por decreto que, con base en actos administrativos y el peso de la Nueva EPS en el sector salud, anunció el presidente este viernes en la posesión del superintendente del ramo. Que, en principio, parecería atinar en la dirección de darle plenas garantías al talento humano para consolidar los equipos médicos y de auxiliares en los territorios, así como apunta a poner en marcha el modelo preventivo del sistema y mejorar la infraestructura de la atención primaria. Y que es dable ver en la práctica. De hecho, dentro del marco regulatorio de las leyes vigentes. Sin olvidar, claro está, que el problema de fondo es de sostenibilidad y financiación.
El punto, una vez dicho lo anterior, trata, sin embargo, de que la economía no podrá recuperarse si se mantiene esa especie de estado epiléptico en que vive, sin reparar o atender al conjunto. Frente al pasmoso crecimiento del 0,6% del año pasado, que dejó al país de una sola pieza y que no solo desbordó negativamente todos las previsiones y vaticinios, sino que incluso les resta credibilidad a las cifras como elemento sustancial de la confianza, y cuando se mantiene la misma futurología de la economía para este 2024, los mecanismos tradicionales para enfrentar los fenómenos económicos acaso no parezcan suficientes con el fin de crear, como se dijo, un horizonte de menor perplejidad.
Desde luego, la planeación tiene que seguir adelante y el Plan de Desarrollo es una figura de derivación constitucional, pero que sin la debida ejecución presupuestal pierde vigor y sentido. Porque, como se sabe, la planeación es obligatoria para el Estado, pero indicativa para la empresa privada, de modo que, si se sufre algo así como un amorcillamiento, por carencia de savia presupuestal, pues termina siendo lesiva para ambos. Y en particular para la economía.
Por su parte, todos los días el país mantiene la expectativa sobre si el Banco de la República bajará, y cuándo, las tasas de interés. Pero también se sabe que, en el momento de hacerlo, si lo hace, no será en grandes proporciones, pues su mandato institucional primordial es reducir la inflación a los márgenes que, en razón de la carestía actual, tiene previstos. Por lo cual, salir de la política contraccionista tomará quizás un período más extendido del que la reactivación económica exige.
No obstante, tal vez lo que más irrite a la economía, al mismo tiempo, radique en la pugna constante entre las posibilidades del Estado, que quiere ensanchar el gobierno, y las de la empresa privada, que ve en ese ensanchamiento una amenaza, en especial en el sector de los servicios públicos o de la infraestructura. Pero no ocurre así, por ejemplo, con las exenciones tributarias que han sido otra forma de alianzas público-privadas que, aparte de la seguridad jurídica que las blinda, el gobierno ha mantenido, entre otras, en su propósito de cambiar el petróleo por el turismo.
En ese panorama, la opinión pública pudo haber esperado, en un foro como el de Anif, que saliera el “plan de choque” del que tanto se habló, pero del que a fin de cuentas no se ha sabido nada. Apenas si el gobierno emitió esta semana un Plan de Austeridad más o menos con lo mismo de siempre. Pero de lo que no hay duda es de que está haciendo falta una visión de conjunto, una concertación decidida, algo que le recupere a la economía su horizonte y autoestima. Vamos a ver si en el próximo foro…