*El corsé del Senado
*La paradoja electoral
En la medida que avanza la precampaña al Congreso se especula sobre los actuales miembros de las corporaciones legislativas que serán reelegidos no siempre por sus servicios positivos a las regiones de las que son oriundos, puesto que con la creación del Senado Nacional se desvirtuó el compromiso político con el terruño que prevaleció sin interrupción en las distintas constituciones democráticas que hemos tenido a lo largo de la historia por más de 200 años. Naturalmente, existen excepciones en las cuales algunos senadores de hondo arraigo en su Departamento, que han tenido que salir a arañar votos en otras zonas del país, se esfuerzan por defender los intereses locales y nacionales; suelen ser estos congresistas elementos valiosos, altamente representativos que se convierten por sus conocimientos y actividad política en verdaderos impulsores de desarrollo entre las necesidades del Departamento, el Congreso, el Gobierno Nacional y el país.
En tanto, que otros representantes del pueblo consideran que después de lo que invirtieron en sus campañas, que puede pasar en ocasiones de varios miles de millones, no tienen ningún compromiso con el elector puesto que en la práctica se sometieron a la ley de oferta y demanda del mercado y contaron con los fondos para resultar electos. Por anodinos que parezcan estos senadores nacionales cuya ideología no es otra que multiplicar los cuantiosos recursos que “invirtieron” en la campaña, que no se distinguen por sus debates o creatividad en la presentación de proyectos, tienen un gran influjo en la degradación y corrupción de la política colombiana. Por lo que expertos constitucionalistas y analistas políticos sostienen que el Senado Nacional desquicia y degrada el quehacer político, así como deja sin senador a la mayoría de los Departamentos de la periferia del país que más necesitan de legisladores que defiendan el interés regional y la inmensa riqueza que existe en sus territorios. Lo que induce a considerar que desde que entró en práctica esa figura del Senado Nacional ya es hora de abolirla por antidemocrática, por privilegiar a los que tienen más dinero y favorecer la participación de grupos económicos y de presión de toda índole que cuentan con grandes recursos para sufragar esas mini-campañas presidenciales. Por supuesto, la abolición del Senado Nacional para que prospere necesitaría de una constituyente, puesto que los interesados se resisten al cambio.
La novedad en torno de cómo será el nuevo Congreso la provoca la lista cerrada que el jefe del puro Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, elaboró para encabezarla y convertirse en legislador. Para un dirigente político imperativo que recorre con independencia y a menudo el país, que suele dar conferencias en prestigiosas universidades del exterior y cuya agenda la maneja a capricho, aceptar capitanear sus huestes en el Senado implica sufrir el corsé de la disciplina y la rutina del Congreso, estar listo a contestar lista en la hora convenida, al manoseo de sus colegas, un uso de la palabra limitado y las cortapisas que imponen los partidos y su burocracia en los debates. Como se sabe el Congreso por lo general se mueve de forma paquidérmica y al ritmo de un reglamento complejo, de burocráticas maniobras en las comisiones, donde abundan los micos y el pupitrazo a medianoche. Así que la población está haciendo cábalas sobre el papel que cumplirá Uribe en el Congreso y el número de senadores que le acompañarán, de los cuales la mayoría son una incógnita y se van a estrenar en esas lides.
El Gobierno del presidente Juan Manuel Santos, con la Mesa de Unidad Nacional, dado el arraigo de esos partidos y de sus representantes en el Congreso se calcula que tendrá una holgada mayoría, pero no la misma que ha mantenido en la legislatura actual. Acaso podrían presentarse sorpresas por efecto de las negociaciones de paz y la polarización, que eventualmente aumentaría de aquí a las elecciones, lo mismo que por los vaivenes irracionales de la opinión pública y la mecánica política que en el último minuto inciden en las elecciones favorable o negativamente para el oficialismo y la oposición.
Lo que sorprende de este cuadro es que los cálculos electorales y las especulaciones que se hacen en relación con las diferentes listas y los partidos políticos, como los análisis de los medios de comunicación y los comentarios sociales se reducen a eso, a lo procedimental, la carpintería, la praxis, o mecánica política. ¿En dónde están las ideas? ¿Qué se ficieron los grandes proyectos para resolver los problemas nacionales? ¿Cuáles los compromisos políticos para fortalecer el Estado, para desarrollar la periferia del país, para restablecer la autoridad e impedir que surjan más movimientos subversivos? ¿Cuál es la política de cambio del Partido Conservador y de las otras fuerzas? Esa aridez intelectual y falta de respuesta a las necesidades más sentidas de los colombianos frente al poderío de la mecánica política se constituyen en la gran paradoja de las próximas elecciones.