Este podría ser el título de una novela, a la que se le podrían agregar tintes de ciencia ficción, o de un filme sobre el caso del avión de Malaysia Arilines, que cumple cien días perdido, luego de haber despegado el 8 de marzo del aeropuerto de Kuala Lumpur con destino Beijing, a donde nunca llegó.
Son muchas las especulaciones acerca de lo que pudo haber pasado. Desde el momento en que se borró la comunicación con la torre de control empezaron las cábalas. Según las autoridades malasias la aeronave cambió de rumbo en una “acción deliberada”, para cruzar el Estrecho de Malaca, en dirección contraria a su trayecto inicial y acabar según creen en el sur del Océano índico. En este mar los equipos de rescate inspeccionaron 4,64 millones de kilómetros cuadrados en área definida donde se habían captado señales acústicas parecidas a las de una caja negra. Todo inútil.
Una vez se confirmó el extravío de la nave se conformaron grupos de rescate de diferentes países. Nunca se había dado la oportunidad de participación a las más prestigiosas entidades científicas del mundo, entre ellas la NASA y multitud de expertos que analizaron la trayectoria del piloto y toda la tripulación, además de los pasajeros. El país más interesado en la investigación es China. El mayor número de viajeros que iban en el avión malasio son de esa nación. Ha sido un esfuerzo conjunto en donde se ha desplegado tecnología de punta, submarino especial en búsqueda bajo el mar suministrado por Estados Unidos. Nada consiguió. Muchas veces avistaron objetos flotando en el mar que suponían eran los restos del aparato. Al aproximarse las brigadas de rescate constataban que eran pistas falsas.
Resulta irónico que en pleno siglo XXI en la era de la conquista planetaria todo este empeño haya resultado vano. El ser humano ya fue a la Luna por cuenta de la agencia espacial estadounidense, la NASA. Esta misma tiene como objetivo llevar una nave tripulada a Marte, en pocos años. La superficie del ‘planeta rojo’ está cartografiada, y los robots enviados desde la Tierra prosiguen escudriñando este cuerpo celeste, preparando la llegada de terrícolas, lo cual supone una hazaña tecnológica sin precedentes. Quiere decir que los recursos científicos de que disponen son de última generación Esta misma agencia ha participado en la búsqueda del avión de la aerolínea malasia. No obstante parece que les ha ‘quedado grande’ hallar la aeronave con 239 personas a bordo. Más fácil les ha resultado desviar meteoritos que podrían provocar una tragedia de caer a la Tierra. De hecho el planeta se ha salvado de catástrofes que podrían ocasionar los grandes meteoros, gracias a la enorme gravedad de Júpiter. Por eso causa extrañeza que con tanta capacidad en tecnología de la NASA, y no solo de ésta sino de las demás organizaciones de distintos país, incluso China que ha alcanzado gran desarrollo en la investigación espacial durante los últimos años, no haya resultados positivos.
La situación está como el primer día, el avión malasio sigue en el misterio. Y pareciera que va a quedar así. Ya han empezado a pagar indemnizaciones a los familiares de los pasajeros. Ellos no están tan contentos, la frustración los atenaza al no saber la verdadera suerte que corrieron y el no hallazgo de los cuerpos si en verdad el avión sufrió un accidente.
En todo caso el Gobierno malasio persiste en su intención de seguir la búsqueda hasta encontrar el avión del vuelo MH370, que despegó de Kuala Lumpur en la madrugada del 8 de marzo y debía llegar a Beijing seis horas más tarde pero desapareció de las pantallas de control de radar a los 40 minutos. En realidad para los técnicos y las agencias debe ser más que frustrante, vergonzoso este fracaso. Para reivindicarse no deben darse por vencidos.