*Cambiar todo para que no cambie nada
*Los riesgos de jugar con la economía
LA inestabilidad, confusión y aun las mismas contradicciones en las que suele incurrir, con inusitada frecuencia, el ahora exprimer ministro griego Alexis Tsipras, no son, como piensan algunos ingenuos, golpes de ciego de un político atolondrado. En realidad, los hechos muestran la forma cómo el demagogo heleno maneja las crisis, aplicando la vieja premisa de estrategia militar, según la cual cuando no se tiene un ejército organizado de manera convencional, les resulta a sus enemigos más difícil presentar batalla. Es así como desde enero de este año, cuando asumió el poder por la vía electoral con sus propuestas demagógicas, convocó a elecciones y entró en negociaciones con unas tesis, que luego cambió sobre la marcha. Se creía que estaba en contra de la permanencia de Grecia en la Unión Europea así como de negociar con la banca multilateral, con miras a declarar una moratoria que le diera un respiro temporal a su país. Sin embargo, pasó a negociar con Alemania y dejó atrás sus reclamos a Berlín de millonarias reparaciones por cuenta de los destrozos sufridos por Grecia durante la segunda Guerra Mundial.
Tsipras, por sus devaneos políticos y la ruptura con los ultras de su partido, entre ellos su exministro de Economía, Yanis Varoukafis, dio así una voltereta. Se disfrazó, entonces, de político moderado y se comprometió a cumplir las ortodoxas exigencias de Berlín, definitivas para refinanciar la economía helena y pagar intereses de la deuda.
Tras el alto costo político que ello le generó, ahora Tsipras decide renunciar con la idea de que se convoque a nuevas elecciones, pero ello no quiere decir que acepte que ha fracasado. Quizá se trata de todo lo contrario, busca, como otros demagogos, desconcertar a sus adversarios y llevarlos desgastados a unas nuevas elecciones, unas en las que él cuenta con la maquinaria oficial. No pocos analistas políticos consideran que al anticipar los comicios, ningún partido podría tener mayorías y conformar gobierno, por lo que sería necesaria otra jornada electoral.
Lo cierto es que ya el presidente del gobierno, Prokopis Pavlopulos, ha cumplido con pedirle al presidente del partido conservador Nueva Democracia, Vangelis Meimarakis, que conforme un nuevo gobierno, lo que no se ve que se pueda concretar en el inmediato horizonte político. En caso de que los conservadores no consigan el respaldo de otros partidos, Pavlopulos le ofrecería a la extrema derecha la alternativa de forjar alianzas para conformar un gobierno, lo que desde ya, también, se descarta. Así que lo más posible es que Tsipras, al final, después de la cita en las urnas, trate de orquestar otra coalición parlamentaria y volver al poder.
Por lo pronto, los gobiernos más importantes de la Unión Europea están a favor de la audaz movida de Tsipras, puesto que las medidas de ajuste que le exigieron para otorgarle el salvamento monetario a Grecia, ya fueron aprobadas por el Gobierno y el Congreso en Atenas. Incluso, se le entregó el manejo de varios aeropuertos helenos a empresas privadas alemanas, en tanto se espera que se privaticen otras para amortizar las deudas con la banca del viejo continente.
De allí que los gobernantes europeos se hayan movilizado ya para advertir que confían en la palabra de Atenas, sea quien sea el que gane el poder. El presidente holandés Jeroen Dijsselbloem, por ejemplo, manifestó que dos elecciones anticipadas en medio año son un récord para un país en crisis económica profunda como Grecia.
Lo cierto es que lo último que ahora necesitaría este país es sobreponer una crisis política para añadir más leña al fuego. Así que de no producirse una sorpresa electoral, pareciera que a Bruselas, de momento, le conviene que Tsipras gane. Claro, no faltan, a su vez, en el seno europeo y la banca los que albergan dudas sobre esta estrategia, dado que Tsipras ha sostenido en múltiples ocasiones que los gobiernos cambian tanto como sus compromisos, por lo que temen que podría ‘rebelarse’ e incumplir la palabra empeñada.
En cualquier caso, la incertidumbre griega aumenta, sobre todo cuando se piensa que los ultras del Syriza, que ya armaron toldo aparte del partido de Tsipras, podrían sacar una votación importante y forzar la salida del euro y el retorno al dracma.