Virus global de la desinformación | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Junio de 2020
  • La pandemia desata olas de “fake news
  • 74 países a la caza de contenidos falsos

 

Además de los inmensos estragos en materia de salud y economía que está ocasionando la pandemia de Covid-19, esa crisis también resulta calamitosa en el vital frente de la información y la comunicación.  

La Red Internacional de Fact-Checking (IFCN por sus siglas en inglés), que integra a los principales verificadores de contenidos activos en el mundo (con 80 organizaciones en más de 40 países), detectó desde el inicio mismo de la pandemia una explosión de información falsa y desinformación a través de textos, fotografías, videos y audios.

La literatura registra que las especulaciones, los rumores y la información falsa son fenómenos comunes en estas crisis, originados en la incertidumbre, angustia y falta de información. Así lo narra Daniel Defoe en su “Diario del año de la peste”, quizás la obra más importante de todos los tiempos sobre el tema. La proliferación de medios y de canales informativos en el mundo actual, y sobre todo de grandes organizaciones dedicadas a las “fake news”, llevaron el fenómeno a otra escala, cuya dimensión y cobertura aportan su propio inventario de daños y en muchos casos agravan algunos de los más devastadores efectos de la pandemia. 

La gravedad del fenómeno hizo que la IFCN creara la “Alianza de Fact-Checking para el coronavirus”, conformando equipos que se dedican de tiempo completo a buscar y desacreditar contenidos falsos. Dicha alianza integra 88 organizaciones en 74 países, trabaja en 43 idiomas y ha publicado hasta la fecha más de 5.000 engaños, algo sin antecedentes en el mundo.

La lectura de sus informes -disponibles en tiempo real en la red- ilustra que algo que facilita y alienta la proliferación de “fake news” es, precisamente, la falta de información confiable. La enfermedad por Covid-19 es muy reciente y muchos de sus componentes son todavía enigmáticos u objeto de investigación, por lo cual las bases de datos de la Organización Mundial de la Salud y de los centros públicos y privados de investigación, evolucionan permanentemente y están lejos de poder dar la última palabra sobre las características del virus.

Entre las formas principales de desinformación están las especulaciones acerca del origen del virus (China, las redes 5G, los murciélagos, Bill Gates…), videos sobre escenas de gente que pierde el sentido o muere en la calle y, sobre todo,  las relativas a medidas preventivas, curas y tratamientos para la enfermedad.

La mencionada obra de Defoe y “La Peste” de Albert Camus -cuya redacción habría exigido al autor la investigación de los hechos de la epidemia de cólera que sufrió Orán en 1849-  registran claramente, aunque en épocas y circunstancias muy diferentes, la aparición, tras la enfermedad, de múltiples ‘remedios’ y curanderos, junto con la exacerbación del sentimiento místico y religioso como respuesta inmediata y casi siempre banal al sufrimiento y el pánico así como a la propia enfermedad y la muerte.

Por supuesto, la otra gran fuente de noticias falsas ha sido la política. En momentos de crispación, enfrentamientos y tanta polarización en muchos ámbitos, la emergencia sanitaria se ha convertido en herramienta para las llamadas “bodegas” y “cámaras de eco”, con el fin de agitar ideas y proyectos políticos en diferentes países, impulsar propuestas supremacistas o sentimientos contra etnias, basados en la identidad nacionalista o religiosa.

En los informes sobre las “fake news” se dice, asimismo, que el mundo ha presenciado con estupor actuaciones desproporcionadas de algunos dirigentes, como los casos de Trump y Bolsonaro, que, además de las severas consecuencias para sus gobernados, han sido fuente de potente e inédita de desinformación en el planeta.  

Nada ni nadie volverán a ser iguales después de esta pandemia. Los grandes retos colectivos que impone a la humanidad hacen nociva, perniciosa y letal la presencia e influencia de la falsa información. Hay procesos vitales y muy complejos en marcha, como la búsqueda de la vacuna o el remedio a la enfermedad -sujetos por lo demás a grandes intereses económicos-, que exigen prudencia extrema, rectitud y transparencia en la información. Requisitos extensivos a la información cotidiana para evitar olas de pánico, ataques a personas y grupos o incluso discriminación. El esfuerzo de la IFCN y la mencionada Alianza representan un aporte valioso y esperanzador no solo para enfrentar el fenómeno coyuntural, sino para potenciar esfuerzos y recursos contra esa creciente y formidable amenaza que enfrenta la democracia.  

Otro aporte fundamental es integrarse en estos días de aislamiento y de quietud a la buena literatura sobre las pandemias y las enfermedades contagiosas. Las obras de Defoe y Camus no solo ratifican que las falsas noticias son un fenómeno muy antiguo, sino que las pandemias de la Edad Media, del siglo XIX y la actual guardan asombrosas similitudes en muchos de sus componentes. Son también portentosos documentos de la esencia, las maravillas y las miserias de la condición humana.