En toda una novela se está convirtiendo la renovación del contrato del técnico argentino José Pekerman con la Selección Colombia. En medio de una avalancha de especulaciones e hipótesis a escala local e internacional, lo único cierto es que hasta ayer las negociaciones formales entre los representantes del timonel gaucho y la Federación no habían comenzado en firme.
Tras el final del Mundial sí han existido contactos pero el entrenador pidió un tiempo para descansar, atender asuntos familiares y, negarlo sería ingenuo, también analizar otras ofertas, pues tras la impresionante actuación del combinado colombiano en la justa orbital en Brasil, su nombre está en la carpeta de varios países de primer orden futbolístico, empezando por su propia nación.
Es claro que tras la confirmación de que Alejandro Sabella deja la dirección de la selección argentina, Pekerman es uno de los candidatos más firmes a sucederlo, y más aún, según las propias especulaciones de la prensa gaucha, tras la muerte esta semana del mandamás del fútbol argentino, Julio Grondona, de quien se dice se inclinaba más por contratar al Tata Martino.
¿Qué puede pasar? Nadie lo sabe. Obviamente el deseo de la Federación colombiana, el plantel de jugadores de la selección y gran parte de la afición local es que Pekerman continúe al frente del equipo, no sólo de cara a la Copa América del próximo año sino del proceso de eliminatorias para Rusia 2018. Sin embargo, esta clase de negociaciones no se hace de un día para otro y, valga la pena ratificarlo, depende en una alta proporción de la decisión íntima y personal del técnico, más aún cuando existen países que están en la posibilidad de poner sobre la mesa ofrecimientos económicos iguales o superiores a los que pueda hacer Colombia.
Por ahora es mejor actuar con cautela, dejar que las negociaciones entre la Federación y el técnico gaucho avancen lenta pero sostenidamente y que, al final, Pekerman se incline por seguir con nuestro equipo. Si no es posible, qué se le puede hacer, así es el fútbol.