La encrucijada de Obama
Entre la popularidad y el realismo
Los jerarcas del mercado financiero no duermen cuando se trata de política petrolera, son muy muy sensibles a los datos de la realidad y las expectativas de la política mundial, en particular sobre la evolución del mercado del crudo. Las noticias sobre la creciente oleada de violencia en Irak, país que desde cuando los Estados Unidos lo invadieron y derrocaron y juzgaron a Hussein, ha hecho los mayores esfuerzos por instaurar una precaria convivencia e instaurar la democracia, presenta un cuadro critico, con sistemas de descomposición política en aumento, malestar social por ahora insoluble, anarquía, quiebra de las instituciones y divisiones internas entre quienes detentan el poder y los que aspiran a conquistarlo por la vía electiva y otros que están por la violencia recurrente. Con horas de diferencia el barril de petróleo subió en el mercado internacional al conocerse que la guerra civil se extiende como el aceite hirviendo en Irak y amenaza subir más. Los esfuerzos de la OPEP por regular y mantener los precios del crudo, al parecer, han resultado infructuosos. Con miras al mismo objetivo la OPEP acordó en la reunión que se llevó a cabo en su sede en Viena, seguir con su oferta de crudo de 30 millones de barriles diarios. Puesto que se teme que un alza exagerada beneficiaría temporalmente a los productores, debilitaría la recuperación económica de Europa y de otras regiones, pero a la larga, como ya pasó en otras ocasiones, los bienes que importan de los países industrializados se encarecerían. Pese a lo cual la ofensiva de los rebeldes que han conseguido apoderarse de la segunda ciudad de Irak, Mosul, desató el pánico en las bolsas y economías que requieren de petróleo.
El Gobierno de Barack Obama en los Estados Unidos, que anunció públicamente en la Academia de West Point una política de moderación y cautela en el exterior, con la mira de superar el intervencionismo militar, dados sus costos y, no pocas veces, la frustración de constatar que después de derrotar ejércitos y milicias, derrocar gobiernos y establecer en el poder elementos afines, las cosas vuelven a un punto muerto y los sectores contestatarios que se estimaban arrasados o en fuga, reaparecen con renovada fuerza. Los críticos de Obama sostienen que: “El repliegue dictado por el Presidente tras más de una década de guerras en Irak y Afganistán ha dejado espacio a potencias emergentes y viejos rivales”. Puesto que se van cuando aún no se han resuelto los problemas de la fragilidad democrática. Aún no han partido todas las tropas de Estados Unidos y los viejos enemigos, rearmados, con antiguos o nuevos jefes, amenazan con terribles represalias contra los aliados o colaboradores locales de Estados Unidos. Y la zona del planeta donde se concentran las más grandes reservas de crudo parece de nuevo a punto de estallar.
La escalada de las fuerzas subversivas en Irak y Afganistán amenaza los esfuerzos de paz en la región del presidente Barack Obama. Washington aspira a que los denominados yihadistas no consigan hacerse fuertes en esos países o en Siria, en tanto su avance se torna cada hora, cada minuto, más amenazador y angustioso para los aliados de esa potencia. Al respecto, los voceros del Partido Republicano en el Congreso han hecho resonar sus duras críticas al Gobierno, por lo que consideran una retirada prematura de Irak, así como de los aparentes y sucesivos errores que enrarecen la política en esas zonas tan ricas y tan azotadas por la violencia. El presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, el republicano John Boehner, al comentar esos gravísimos hechos ha sido duro y cáustico, puesto que la política exterior en esa zona es un fracaso para Estados Unidos y una advertencia sobre los peligros que suscitan las decisiones desenfocadas de Washington.
El tema del manejo de las relaciones internacionales del Gobierno de Obama se recalienta en cuanto la oposición se radicaliza y las posiciones encontradas de los dos grandes partidos del país afectan las determinaciones que deben tomar el gobernante y el Senado. Una cosa son los deseos de paz del Gobierno y otra los intereses vitales de la potencia; en esos casos no siempre las decisiones del Jefe de Estado son las que lo harían más popular o lo elevan en las encuestas, pero a largo plazo son las que más convienen a una potencia, puesto que de no tomar partido se puede extender la violencia a toda la región, lo que podría suscitar otra guerra en el Golfo, una grave alza del crudo y fatales trastornos económicos internacionales.