*Van por más de 200 millas náuticas
*Colombia sigue en el limbo
Para Colombia cobra cada vez mayor importancia estratégica mantener una postura geopolítica definida y firme frente a las pretensiones de Nicaragua, puesto que no hemos conseguido en el pasado tener una política nacional definida, no solamente en este caso, sino en diversos problemas de política exterior, en los que en distintas oportunidades un mismo gobierno cambia de parecer y asume posturas divergentes. En política externa es preciso anticiparse, analizar eventuales peligros y demandas. Así como se debe hacer un trabajo en el interior para establecer unidad de criterios y actuar de conjunto, como sostiene el expresidente Andrés Pastrana. En el pasado algunos expresidentes tenían una visión de la validez del Meridiano 82, contraria a la oficial de los distintos gobiernos. Lo que no nos debilitó, por cuanto en estos casos es vital mantener un frente unido de política exterior.
La Cancillería de San Carlos, por el apego a rajatabla de los pactos y su defensa a todo trance, perdió esa elasticidad y capacidad de visualizar en medio de las dificultades otras salidas distintas a la defensa a ultranza de la letra menuda, cuando la contraparte avanzaba al desconocimiento del Tratado Esguerra-Bárcenas. La defensa de los convenios no siempre es la mejor salida, si el contrario es de mala fe y desconoce los compromisos. Por supuesto, como se reconoce la norma general indica que debe prevalecer el concepto universal respetado entre las naciones civilizadas de Pacta sunt servanda. Por lo general, afincarse en ese punto es positivo, lo que no quiere decir que no se puedan explorar otras alternativas. Más cuando el Gobierno de Managua daba a conocer cuáles eran sus aspiraciones con respecto a desconocer la soberanía colombiana amparada por el Tratado bilateral Esguerra-Bárcenas. Recordemos que entonces la Cancillería de Nicaragua expresó: ”el Tratado Bárcenas-Esguerra de 1928 que reconoce a Colombia su dominio sobre San Andrés, Providencia y Santa Catalina es nulo, porque fue firmado durante la ocupación militar estadounidense”. Como Nicaragua nunca antes tuvo salida al Atlántico, hasta cuando Colombia le entregó en 1928 las costas nuestras en el Tratado en mención y la posesión colombiana de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, se remonta a los tiempos coloniales y de la República, no tenía posibilidades de reclamar esos territorios en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Lo que quedó claro en el primer fallo de ese Tribunal que le reconoció a Colombia la soberanía indiscutible en las islas. En ese momento era evidente que Nicaragua pedía lo más para que le dieran lo menos, que era muchísimo en cuanto se refiere al mar.
Enfrentados a dicha posibilidad le correspondía a Colombia pasar a la ofensiva y como en derecho las cosas se deshacen como se hacen, según el antiguo precepto del Derecho Romano, propusimos, entonces, que debíamos acudir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya para decir que estábamos de acuerdo en cuanto la invalidez del Tratado Esguerra-Bárcenas, dado que le habíamos entregado a Nicaragua en un acto demencial o de ingenuidad, unas costas que nunca antes habían sido suyas, así que nos las debían devolver. Esa era la consecuencia lógica de la invalidez del Tratado, volver a la situación histórica original. Pero no, ni siquiera se sondeó la posibilidad, puesto que la manía legalista nos llevó a defender a ultranza el Tratado Esguerra-Bárcenas. Y en eso estuvieron de acuerdo todos, El Nuevo Siglo fue el único medio que planteó otra salida y la posibilidad de pasar a la ofensiva diplomática.
Colombia acepta ir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, a sabiendas de que Nicaragua desconocía los preceptos del Pacto de Bogotá, el compromiso solemne de respetar el Tratado Esguerra-Bárcenas y las instancias interamericanas. Ni el Tribunal europeo podía atender casos dirimidos por las partes antes de su creación después de la II Guerra Mundial. Como lo disponen los compromisos del Pacto de Bogotá, como el Artículo VI: “Tampoco podrán aplicarse dichos procedimientos a los asuntos ya resueltos por arreglo de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal internacional, o que se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la fecha de la celebración del presente Pacto”.
Estamos a la espera de lo que recomienden unos abogados de Londres, ni siquiera el Congreso se ocupa como debiera de estudiar el fallo injusto de La Haya, seguimos en el limbo de la indefinición política al estilo de la Patria Boba, sobre cómo defender la soberanía nacional. Y Managua avanza en la posibilidad que le abrió el fallo de incoar otra demanda para reclamar más derechos en el Atlántico a costa de Colombia. Los nicas van por más de 200 millas náuticas de plataforma y saben que tienen mucho que ganar, en tanto Colombia siga aturdida y como a la defensiva.