Vidas ejemplares | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Enero de 2014

Escasez de ejecutores

Calderón y el premio ambiental

 

Apenas han pasado unos pocos días desde que en la redacción de EL NUEVO SIGLO se recibió la noticia de la desaparición de Mario Calderón Rivera, un político conservador y ejecutor de grandes obras de desarrollo, que por formación y carácter era ajeno a figurar en los medios sociales, y ya se siente el inmenso vacío que deja su fuerte personalidad en un medio en el cual los grandes ejecutores de obras por cuenta del Estado se pueden contar, de generación en generación, con los dedos de la mano. Calderón pertenecía a esa estirpe de notables hombres de provincia que como Núñez, los Ospina o los generales Mosquera, Reyes o Uribe Uribe descollan como colonizadores o impulsores de desarrollo. En la memoria colectiva se recuerda a estos políticos como promotores de grandes empresas, que a lo largo de sus días estrujaban su cerebro ideando proyectos para sacar al país del atraso al que parecía condenado, pese a su riqueza, por los desafíos geopolíticos y del clima tropical. Estos personajes que militaron en diversas corrientes políticas están unidos por la voluntad de derrotar el medio hostil o, como en el caso de Núñez, de crear el estado moderno y consagrar el orden en un país cuyas venas estaban gangrenadas por la corrupción, la mala administración y las continuas guerras civiles.

Ese medio siglo XX en el cual  le corresponde nacer y vivir a Mario Calderón Rivera está signado por la más larga etapa de violencia que ha conocido Colombia y que no termina. Su natal Caldas vivió estremecedores episodios de la violencia, lo que no le impidió, desde que tenía uso de razón, defender la convivencia y el cambio. En ese sentido era un conservador humanista y pacifista, con un hondo compromiso con la cultura, que consideraba era el arma fundamental para elevar el nivel espiritual de los colombianos y construir un país mejor. También se identificaba con otros grandes políticos y ejecutores de nuestro país, en cuanto creía en la capacidad de la  población para emprender grandes empresas, como el desarrollismo que compartía con Álvaro Gómez. No es casual que su tesis de grado la presidiera Belisario Betancur, otro fervoroso apóstol de la paz. Es en ese gobierno, en el cual como gerente general del Banco Central Hipotecario, Calderón se dedica de lleno a impulsar la vivienda social sin destruir el tejido social y fomentando el sistema de calentamiento solar, en el cual afincaba sus esfuerzos contra la contaminación y por mejorar la calidad de vida de las familias. Uno de los ejemplos más significativos en tal sentido fue la construcción, en El Tunal, de 6.500 viviendas con energía solar para el agua;  Nuevo Santafé con 1.000, Niza con 8.100;  Nueva Vida Aburrá con 1.100. También batió  el record en la construcción de viviendas, con más de 400.000. Todo ello cuando no existía la tecnología para edificar en serie.

Mario Calderón fue sin duda uno de los más grandes defensores del medio ambiente. Era tal su obsesión por preservar la naturaleza de la invasión tóxica, que promovió uno de los congresos ambientales más importantes que se han hecho en Hispanoamérica e internacionalmente,  junto con Gunter Pauli y Simón Vélez, con quienes creó en Manizales la mayor construcción arquitectónica en el Recinto del Pensamiento. Es de anotar que  en esa oportunidad asistieron expertos mundiales y premios Nobel, que hicieron recomendaciones ambientales para Colombia y el mundo, advirtiendo sobre los desastres ecológicos que podría fomentar el mal desempeño de la minería en los países de la región. EL NUEVO SIGLO, consciente del inmenso aporte de Mario Calderón a la preservación de la naturaleza, apoya desde ahora la creación de un premio nacional que promueva la industria privada para estimular a quienes hagan valiosos aportes en defensa del medio ambiente nacional. Ese sería el mejor homenaje que se podría hacer en memoria de quien tanto hizo por el desarrollo y bienestar de sus compatriotas.

Singulariza a Calderón como político y ejecutor que desdeñaba el aplauso colectivo, no lo conmovía la adulación interesada, ni se había dejado tentar por el vellocino de oro de la codicia, ni de las vanidades, que tanto persiguen los trepadores. Rechazó varias veces ser Ministro y costó trabajo convencerlo que sirviera al país en el exterior. Se destaca entre los grandes de Colombia, quizás, con Rafael Núñez, por la honorabilidad al no dejarse tentar por la riqueza que habrían podido acumular por cuenta del poder financiero que manejaron. Su credo no era otro distinto que servir a la Nación en la que había nacido y dedicar su privilegiado cerebro a mejorar la calidad de vida de los colombianos. Fue un hombre excepcional, en un mundo en donde la voluntad de servicio público y el carácter incorruptible de los funcionarios es cada vez más una rareza.