*No entendieron a Piñera
*El dilema de la Bachelet
Parece increíble en un país con la cultura y madurez política de Chile, que tienen sus partidos elementos valiosísimos y personajes que se destacan por su talento y conocimientos; según observadores locales en las elecciones de mañana más que la razón prevalecerá el odio enquistado en el espíritu revanchista de la izquierda chilena. El odio no es contra la actual candidata continuista que respalda el presidente Sebastián Piñera, sino contra su padre General de la República que estuvo al servicio del régimen del también general Augusto Pinochet. Parece que como en fecha reciente se cumplió otro aniversario del golpe de estado que defenestró al presidente Salvador Allende por lo que se presentaron acaloradas discusiones e incidentes callejeros en el país que da un salto al pasado para caer de nuevo en la trampa que representa para la conciencia colectiva el fantasma de estos dos personajes antagónicos de la vida política de la patria de Portales, que no ejerció la presidencia pero que es un arquetipo de esa nacionalidad. Y cuando se reviven los fantasmas, los viejos miedos y las pasiones afloran, no solamente entre los elementos supérstites de esos regímenes revolucionario el uno y contrarrevolucionario el otro, sino que jóvenes estudiantes que por su edad no conocieron ni a Allende ni a Pinochet se enfrentan a puños y a piedra en las calles de Santiago.
En las pasadas elecciones municipales ganó la abstención por cerca del 60%, en esta oportunidad se espera que voten muchos más por cuenta del odio visceral que prevalece en los bandos en pugna, lo que determina que esta sea una elección atípica, al mismo tiempo aleja al común de los votantes que sienten estar viviendo la pesadilla de la pugnacidad y las diatribas de un debate electoral que deja en segundo lugar el análisis de la actualidad política y económica de Chile. Ellos nada tienen que ver con el hecho de que las dos candidatas que marcan la posibilidad de llegar a la Presidencia sean hijas de generales y que no se puedan ver ni en pintura, puesto que siendo contemporáneas y vivido experiencias similares a lo largo de la carrera castrense de sus padres, el progenitor de la una estuvo hasta el final con el Gobierno del general Pinochet y el otro General por veleidades con la izquierda, murió en prisión.
La señora Michelle Bachelet, militante socialista, desde su primer mandato en la Presidencia de la República hizo un gobierno moderado, en alianza con los democristianos y otros pequeños partidos, en el cual se destacó por impulsar proyectos sociales de beneficio común. La moderación y la cautela con la que se movió en la política externa le ganaron el respeto de la comunidad internacional. Ella quería ver en prisión al general Pinochet y le tocó confrontar la crisis que se presentó en Londres cuando el enfermo y anciano militar fue retenido por una orden de captura internacional expedida por el polémico socialista y juez español Baltasar Garzón. Dicen que en su intimidad la Presidenta se regocijaba de las aventuras y peligros que afrontaba Pinochet en las garras de los laboristas ingleses, por lo que se negó rotundamente a colaborar desde el Estado con sus fondos para defender penalmente al famoso oficial y fue la primera sorprendida cuando una vetusta corte de Lores desestimó la jurisdicción de Garzón para proceder contra el General chileno que en el gobierno había sido aliado de Inglaterra en la guerra por las Malvinas contra Argentina, como lo recordó la señora Margaret Thatcher a pesar de que ya padecía el flagelo de esa enfermedad silenciosa que es la demencia senil o Alzheimer.
El presidente Sebastián Piñera se había comprometido a convertir en su mandato a Chile, en país desarrollado. Sus notables esfuerzos tropezaron sistemáticamente con la ciega y sorda oposición socialista a sus frecuentes propuestas de cambio. Piñera consideraba fundamental para derrotar el atraso impulsar la reforma educativa y cultural. Se trataba de destinar gran parte de los recursos del Estado a elevar la condición de los chilenos y fomentar sus capacidades y conocimientos para el cambio, que debería dar un impulso decisivo al desarrollo, la vieja izquierda enquistada como un cáncer en el gremio de los maestros y el control de las asociaciones estudiantiles movilizó a la muchachada contra el proyecto educativo oficial, con lo que descalabró la más importante propuesta política de Piñera e impidió por mezquindad política que éste obtuviera este pasaporte al desarrollo que habría beneficiado a todos los chilenos. La inevitable reelección de Bachelet cuenta esta vez con el apoyo del partido comunista, que es uno de los más antiguos del mundo, más sus excelentes relaciones con el socialismo del siglo XXI, el interrogante es si logrará mantener la ponderación de su primer Gobierno o caerá esta vez en las garras de la demagogia.