*Bogotá retrocede
*Petro: contra las cuerdas
La crónica política bogotana independiente que en el pasado se mostró dubitativa, hostil, favorable o complaciente con las salidas, divagaciones, baladronadas y retos del alcalde Gustavo Petro, lo mismo que la opinión pública, ya no se llaman a engaño sobre sus calidades como administrador de la capital. Una de las lecciones que deja la elección popular de alcaldes es que por lo que se refiere a Bogotá, por lo general prevalece la tendencia a votar por candidatos distintos a los de la preferencia de la mayoría para la elección de Presidente de la República. Esto se repite una y otra vez, con pocas excepciones. Lo que muestra que la democracia en ese aspecto funciona y existe cierta madurez del votante, incluso cuando vota por elementos de izquierda o por un antiguo mando medio del M-19. Lo mismo pasa en Bogotá o en Pasto y en otras regiones, con elementos contestatarios de distinto signo que reciben el apoyo popular para ser elegidos alcaldes.
Es así como funciona la democracia, incluso cuando se trata de individuos que por estar acosados por los soldados que los perseguían, dejaron los fusiles para respetar el orden constitucional y hacer política de manera civilizada. El alcalde Petro parecía respetar esas reglas hasta cuando decidió amenazar con repetir el ciclo insurreccional que se produjo a raíz de las elecciones en las que Misael Pastrana derrotó a Gustavo Rojas Pinilla, lo que no aceptaron algunos de los seguidores del jefe de la Anapo y se usó como pretexto para justificar la insurrección. Con el argumento de que el sistema no respetaba los resultados en las urnas y se valía del fraude. Así se demostrara que tal objeción no pasaba de un infundio, que se produjo por cuanto el Tigrillo Carlos Augusto Noriega, ministro de Gobierno de Carlos Lleras Restrepo, suspendió los informes sobre los resultados de los comicios cuando estaba incierto el resultado en algunas zonas apartadas del país... Funcionarios cercanos a Petro sostienen que pudo ser una confusión producto de la tensión que produce el remolino de la revocatoria y las investigaciones en su contra, de lo que seguramente se retractará.
Esos son incidentes políticos que afloran por la revocatoria. Lo evidente es que la ciudad se retrasa en competitividad, en inversión, en industrialización. El POT tiene en vilo el futuro de varios centros comerciales y de varias zonas residenciales. La congestión de vehículos aumenta por cuenta de la falta de nuevas vías, del metro, de elevados, de túneles. Entre tanto entran miles y miles de automóviles a la ciudad. En el centro por la peatonalización de la carrera séptima aumentan los atracos, los comerciantes se quiebran y la calidad de vida está a la baja. La inseguridad campea en las barriadas y en las zonas más prósperas. Las importaciones de cuero tienen en quiebra a varias industrias del ramo que le daban empleo a un verdadero ejército de trabajadores, de lo cual no se puede responsabilizar al señor Alcalde, pero juega en su contra. Lo mismo pasa con la industria de autopartes que está colapsada al perder el mercado venezolano y será sometida al golpe bajo de la importación sin restricciones que acordó el Gobierno, en vez de ayudar a los productores, con el objetivo de cumplir las demandas de los transportadores.
Es evidente que la ciudad le quedó grande al Alcalde, pero se debe reconocer que ha hecho enormes esfuerzos por entender los problemas urbanos, que son muy distintos de Zipaquirá a Bogotá. Lo que muestra que no es lo mismo ser un brillante senador que denunció en un momento dado la corrupción e hizo debates resonantes, que administrar una urbe con problemas tan complejos como los que padece y desafían a Bogotá... Unos se quejan de sus desplantes y los desafíos a diestra y siniestra, lo que en política cuando se está en el Congreso y la oposición puede ser positivo y producir votos, en tanto al asumir responsabilidades de gobierno es posible que tengan el efecto contrario, pues administrar requiere cabeza fría, reflexión y madurez. Sus seguidores sostienen que muchos de los errores que ha cometido el Alcalde se les deben atribuir a elementos que conspiran en el interior de la administración para que fracase. Y otro sector afirma que se trata del efecto de estar obsesionado con aspirar a una candidatura presidencial. Quizá, el alcalde Petro, que es un luchador, al estar contra las cuerdas en vez de acudir a un Tribunal Internacional le convendría pedir unas vacaciones, para reorganizar su defensa y tomar impulso.