En medio del agitado día a día en Colombia, en donde la agenda pasa de un minuto a otro de un escándalo de corrupción a una controversia política, un hecho de violencia o incluso una alegría deportiva, muchas veces la ciudadanía se empieza a volver insensible con temas que, aunque con mucho menor eco que los ya mencionados, son tanto o más importantes debido a sus implicaciones en el entorno y la calidad de vida.
Por ejemplo, no dejó de llamar la atención el campanazo que diera esta semana la Procuraduría General al pedirle al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible informar si ante posibles variaciones en la población del ave insignia de Bogotá, el copetón, se contaba con estudios pertinentes que permitan estimar cómo está dicha especie y si hay circunstancias que la pongan en riesgo de desaparición.
Difícilmente se puede encontrar un bogotano que no se haya topado o visto a un copetón, que es un ave de la especie Zonotrichia capansis y puede medir en promedio unos catorce centímetros. Es uno de los pájaros más endémicos en la capital del país, junto a la tingua bogotana, el chamicero, el barbudito paramuno y la tingua moteada.
Con un trino característico, los copetones abundan tanto en las zonas boscosas, los cerros y humedales, como en jardines, balcones, estructuras elevadas y postes. Se les reconoce porque la mayoría tiene picos cortos y robustos, ya que se alimentan de semillas y frutas. Según la descripción científica, tiene un plumaje en forma de cresta, su cabeza es de color gris con dos listas negras en la coronilla y posee un collar en la nuca y en el cuello. Las partes inferiores son cafés y de negro en la espalda; su garganta es blanca bordeada por un parche negruzco. Se le encuentra en gran parte de América, desde el sur de México hasta Tierra de Fuego en Argentina.
Por lo mismo, no deja de preocupar la alerta emitida por el Ministerio Público en torno a esta ave. Alerta que también se remitió a la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, así como a la Secretaría de Ambiente Distrital. A estas entidades, como a la mencionada cartera ministerial, les corresponde establecer no solo si se estarían presentando disminuciones considerables en esta especie y otras variedades de avifauna, sino qué medidas se pueden tomar para neutralizar amenazas y riesgos de su desaparición en la sabana de Bogotá.
Hasta el momento no se conocía públicamente que estuviera en peligro esta especie. De hecho, sus mayores enemigos naturales suelen ser animales domésticos como perros y gatos, u otro tipo de aves que destruyen sus huevos para poner los propios.
Ojalá se dé una respuesta rápida y sólida por parte de las autoridades nacionales, regionales y distritales a la Procuraduría. En una ciudad que anualmente es visitada por más de 80 especies de aves migratorias y es hogar permanente del doble de ese número, saber la suerte del copetón no es un hecho menor, simbólico ni anecdótico. Por el contrario, es un asunto crucial en materia de biodiversidad y protección ambiental.