No es la primera vez que se habla de alianzas entre las guerrillas de las Farc y el Eln con otras facciones delincuenciales. Como tampoco resulta novedoso que la subversión niegue tales nexos, como lo hizo este fin de semana al replicar las acusaciones de las autoridades en torno de que la masacre de siete policías en Córdoba se perpetró por una acción conjunta entre las Farc e integrantes de la banda criminal conocida como “Los Úsuga”.
Las primeras pruebas sobre las alianzas siniestras de la guerrilla con las llamadas “bandas criminales emergentes al servicio del narcotráfico”, más conocidas como “Bacrim”, se dieron años atrás. Por ejemplo, tras el decomiso de varios cargamentos de cocaína, marihuana y armas que pertenecían a estas facciones delincuenciales derivadas de grupúsculos paramilitares no desmovilizados, se hizo evidente que estaban utilizando campamentos y rutas de la guerrilla en Nariño, Cauca y Putumayo para procesar y movilizar la droga. Incluso, se han interceptado comunicaciones y recibido testimonios en donde se hace evidente que la guerrilla y las Bacrim se asociaron en operaciones de narcotráfico, contrabando, minería ilegal y tráfico de armas. Además, se ha recabado información según la cual cabecillas subversivos se han ‘cartelizado’ y llevan una vida tipo mafioso, con grandes lujos. Hasta casos de deserciones y robos se han multiplicado en los últimos años en el interior de varios frentes y cuadrillas insurgentes.
Más allá de distraerse en la forma en que la guerrilla niega lo innegable, lo importante es generar ya un plan de choque contra esta alianza criminal que se está replicando en distintas regiones y que, según las propias autoridades, estaría detrás de los asesinatos, tipo “plan pistola”, de agentes de la Policía en las últimas semanas. Un plan de choque en donde la clave es la Inteligencia regional y local, para luego dar los golpes de mano a los cabecillas de un lado y otro.