La curva poblacional del planeta es uno de los temas más debatidos en los últimos años. Los flancos de la discusión, sin embargo, tienden a ser contradictorios. Por ejemplo, mientras en algunos países europeos hay alerta por las bajas tasas de natalidad, lo que está llevando a un marcado incremento en los índices de personas adultas y mayores, en otros ocurre todo lo contrario: la cantidad de nacimientos supera con creces los indicadores de mortalidad. En uno y otros casos se ponen de presente graves implicaciones socioeconómicas que tiene cada uno de esos fenómenos.
Precisamente, esta semana se reveló el último informe respecto a la evolución del índice demográfico. Según el estudio del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA), una dependencia de la ONU, si bien actualmente hay 8.200 millones de personas, la humanidad seguirá creciendo por lo menos hasta la mitad de la década del 2080, cuando llegaría a los 10.300 millones de habitantes.
Esa proyección, sin duda alguna, prende las alertas en torno a lo que implica un aumento poblacional de semejantes proporciones en cuanto a seguridad alimentaria, disponibilidad de agua, necesidades de servicios públicos e infraestructura en salud. También debe prevenirse lo referente a déficits habitacionales, sobreexplotación de recursos naturales no renovables, impacto en el cambio climático, mercado laboral, oferta educativa e incluso equilibrio de zonas urbanizadas y fronteras agrícolas, entre muchos otros aspectos.
Pero no son las únicas cifras que llaman a la reflexión en el citado informe. Por ejemplo, la media de nacimientos vivos por mujer en más de la mitad de los países es inferior a 2,1, que es el nivel necesario para que una población mantenga un tamaño constante durante a largo plazo sin migración. A ello se suma que casi una quinta parte de los países ‒incluidos China, Italia, la República de Corea y España‒, tienen ahora una fertilidad “ultrabaja”, con menos de 1,4 nacimientos vivos por mujer.
De igual manera, el informe destaca que China, Alemania, Japón y Rusia están entre los 63 países donde el tamaño de la población alcanza en este 2024 su punto máximo. Se calcula, entonces, que la población total de este grupo disminuirá un 14% en los próximos treinta años.
Una de las grandes problemáticas poblacionales es la de los embarazos adolescentes o precoces. Aquí una cifra alarmante: se calcula que este año 4,7 millones de bebés, o un 3,5% del total mundial, nacerán de madres menores de 18 años.
Por último, pero no menos importante: en las últimas tres décadas, las tasas de mortalidad han disminuido y la esperanza de vida ha aumentado significativamente. De hecho, el estudio encontró que tras una breve disminución por efectos de la pandemia (70,9 años), la esperanza de vida al nacer en todo el mundo se incrementó de nuevo en los últimos tres años. Hoy está en 73,3 años en 2024. Sin embargo, hay otro punto clave en este aspecto: para finales de la década de 2050 más de la mitad de las muertes mundiales ocurrirán a los 80 años o más. Esto implica, entonces, que no solo aumentará la población, sino que morirá menos. Un asunto que requiere una urgente reflexión global.