Un plan quinceañero | El Nuevo Siglo
Jueves, 4 de Febrero de 2016

Santos y Uribe, ejes irreconciliables

Complejo escenario de reformulación

 

La celebración de los 15 años del Plan Colombia, que tendrá su acto principal hoy en la Casa Blanca al que asisten los presidentes de ambas naciones, así como exmandatarios y altos funcionarios y exfuncionarios de Bogotá y Washington, si bien es una ocasión propicia para evidenciar la utilidad de una estrategia que evitó que el país cayera al abismo del “estado fallido” al que estaba enrutado a finales de la década de los noventa, también ha puesto sobre la mesa varios debates de suma importancia para nuestra Nación.

 

En primer lugar, la intención de que el acto sirviera de escenario o excusa para una distensión entre el presidente Juan Manuel Santos y el exmandatario Álvaro Uribe fracasó por la inasistencia de este último a la Casa Blanca por razones que, en el fondo, es claro que tienen relación directa con el pulso político entre ambas tendencias. Luego de varios años de infructuosas mediaciones de personajes nacionales e internacionales para propiciar un acercamiento, también de innumerables y desgastantes contrapunteos políticos y electorales entre ambos, e incluso de que tampoco funcionara que el Gobierno creara una instancia asesora del proceso de paz, cuyo objetivo era claramente atraer al expresidente y jefe de la oposición hacia un debate tú a tú en la Casa de Nariño, se pensaba que la cita en Washington permitiría ver por fin a Uribe y Santos en un solo escenario.

 

La ocasión  era inmejorable: escenario neutral (Casa Blanca), invitación de un tercero (el presidente de Estados Unidos), tema de seguridad nacional ajeno a las coyunturas locales (Plan Colombia) y justificación plena (las cabezas de los dos gobiernos que aplicaron con mayor eficacia esa estrategia). Aun así, no se pudo concretar la reunión y no es exagerado concluir que, salvo que ahora lo intente el propio Papa Francisco, parece imposible un acercamiento entre Santos y Uribe, pues sus diferencias políticas son muy profundas, sobre todo en lo relativo al proceso de paz.

 

 

En segundo lugar, las expectativas sobre la posibilidad de una reformulación del Plan Colombia pasan directamente sobre un tinglado muy móvil en Estados Unidos, toda vez que arrancó la recta final de la campaña presidencial. Si bien es cierto que tanto gobiernos republicanos como demócratas han apoyado la estrategia estos 15 años, la puja proselitista en ese país está enfocada en otros temas locales, en tanto que hay matices distintos entre los candidatos y precandidatos sobre lo que es admisible o no en materia de cesiones a la guerrilla en el marco del proceso de paz.

 

También, como tercer punto, debe preverse que el Congreso estadounidense, que debe aprobar no sólo el monto de giros al Plan Colombia para 2017 en los próximos meses, sino si la ayuda debe ser redireccionada hacia temas como el posconflicto, está hoy dominado tanto en Cámara como en Senado por los Republicanos, varias de cuyas voces han advertido  ya sobre el aumento de los narcocultivos en nuestro país en los últimos dos años, el repunte en exportación de cocaína, los señalamientos de la DEA a la guerrilla como ‘cartel’ y la mutación del fenómeno del narcotráfico en Latinoamérica.

 

De otro lado, como bien lo han advertido algunos analistas, es claro que si bien el proceso de paz con las Farc pareciera estar en la recta final, aún no está finiquitado, por lo que esa guerrilla continúa siendo un riesgo potencial, como las bandas criminales, el Eln, las redes de contrabando y microtráfico… En fin, viejos y nuevos actores de violencia y delincuencia que deben ser combatidos por una Fuerza Pública que requiere todavía de un alto componente de financiación, parte del cual proviene del Plan Colombia.

 

Incluso debe abordarse con cautela lo relativo a que la prioridad del país tanto en Estados Unidos como en el resto de la comunidad internacional es buscar financiamiento para la etapa del posconflicto. Aunque resulta lógico que se piense en esa dirección, no puede dejarse de lado que esos aportes, donaciones, préstamos condonables o créditos a bajas tasas traen consigo condicionamientos, énfasis obligatorios en determinados programas, mecanismos de monitoreo y certificación que no en pocas ocasiones limitan o restringen la autonomía del país receptor para determinar en qué invierte y por qué.

 

Como se ve, la celebración hoy en la Casa Blanca de los 15 años del Plan Colombia se da en medio de un escenario político muy caldeado, en el que hay temas de profundo calado por definir. Debates que se deben abordar con prontitud y riqueza argumental, pues es mucho lo que está en juego.