Un mundo hambriento y sediento | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Agosto de 2019
  • Los graves efectos del cambio climático
  • Múltiples facetas de un “asesino global”

 

 

La lucha contra el cambio climático debe ser integral. Es decir, que abarca un amplio número de modificaciones en el comportamiento de la raza humana. Ajustes que van desde los sistemas de producción, transporte, generación de energía, uso de combustibles y modos de industria y manufactura, hasta en los servicios públicos, régimen alimenticio,  tipos de consumo, modelos de urbanización, evolución demográfica… En fin, difícilmente se puede encontrar un procedimiento de la humanidad que no tenga impacto, bueno o malo, en el calentamiento global. En ese orden de ideas, frenar el aumento de la temperatura en todo el planeta no es posible si no se atacan las causas del mismo por múltiples flancos.

Sin embargo, como lo hemos reiterado en estas páginas, el mundo no parece estar consciente de la gravedad del riesgo a que está expuesto, pese a que las advertencias apocalípticas de décadas atrás en torno a que las próximas guerras globales o supranacionales serían por el acceso al agua o la disponibilidad de alimentos, ya dejaron de ser parte de la ficción para convertirse en un riesgo potencial aceptado por gran parte de la humanidad.

Ayer el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó el segundo de tres informes en cuanto a los efectos adversos de este fenómeno en las perspectivas de supervivencia de la población mundial a corto, mediano y largo plazos. El primero, dado a conocer el año pasado, recalcó sobre la urgente necesidad de acelerar las políticas nacionales para contener el calentamiento global a 2 o incluso 1,5 grados centígrados, bajo la tesis de que el deficiente ritmo de cumplimiento del Acuerdo de París, suscrito en 2015, obligaba a ser más ambiciosos en la lucha contra este fenómeno en las próximas tres décadas.

Ayer se dio a conocer el segundo informe, en el que más de 107 expertos de 52 países, muchos de ellos en desarrollo, advierten que el cambio climático pondrá en riesgo la disponibilidad y el acceso al agua y la comida en nuestro planeta. Según las investigaciones es claro que el calentamiento global es una amenaza para la seguridad alimentaria de la humanidad puesto que producirá una disminución del rendimiento agrícola, especialmente en los trópicos, con el aumento de los precios, la reducción de la calidad de los nutrientes y las interrupciones de la cadena de suministro. Aunque la afectación dependerá de las características propias del sistema productivo de cada país y su nivel de vulnerabilidad al cambio climático, así como de su mayor o menor efectividad en las medidas para contrarrestar este fenómeno, el informe señala que el impacto más drástico se daría en naciones de bajos recursos en África, Asia, América Latina y el Caribe.

Es evidente que gran parte de la humanidad considera que la prioridad es contener las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el uso de combustibles fósiles y fuentes de energía contaminantes, pero se olvida -como lo recalca el informe de ayer- que la agricultura, la silvicultura y otros tipos de uso del suelo representan el 23 por ciento de las emisiones. Asimismo, se tiende a desconocer que los procesos naturales de la tierra absorben dióxido de carbono equivalente a casi un tercio del emitido por los combustibles fósiles y las industrias.

En ese orden de ideas, este segundo informe del Panel Intergubernamental es enfático en advertir que no solo se requiere un cambio sustancial en las políticas de uso del suelo agrícola sino también en el propio régimen alimenticio de la población. Sobre lo primero es claro que hay actividades agrícolas y usos del suelo que necesitan más agua y degradan más sus nutrientes, generando una mayor emisión  de gases, y otros que no. Y, sobre lo segundo, aunque los expertos insistieron en que no recomiendan dietas ni mucho menos - se había rumorado falsamente que pedirían a la población tornarse vegetariana o vegana- sí es claro que urge que las personas consuman más verduras, legumbres, frutos secos, regulen la ingesta de proteínas y, un aspecto crucial, que se desperdicie menos comida, sobre todo en un planeta en donde un tercio de los alimentos se pierden o no consumen.

Visto todo ello es imperativo que los gobiernos aborden, acorde con sus características, políticas que les permitan una disminución efectiva y sostenible de los riesgos y vulnerabilidades en los sistemas de producción y distribución de la comida así como en el uso de la tierra.

Mientras que ello ocurre, desde ya hay gran expectativa sobre lo que será el tercer y último informe del Panel, en septiembre próximo, pues abordará los efectos del cambio climático sobre los océanos y la criósfera -especialmente los glaciares-, otro de los flancos determinantes en la lucha contra el calentamiento planetario, que se confirma año tras año como el más potencial “asesino global” de las últimas centurias.