EN no pocas ocasiones hemos advertido desde estas páginas que lo peor que le puede pasar al proceso de paz es que los esfuerzos por hacer respetar los derechos de las víctimas del conflicto armado terminen convertidos en una especie de torre de Babel. Lamentablemente, ahora que la Mesa de Negociación entre el Gobierno y las Farc asumió esta discusión de fondo e incluso invitó a una delegación de las víctimas a que viaje a La Habana y exponga ante las delegaciones sus visiones en torno de cómo debe garantizarse la verdad, justicia y reparación para los afectados por la guerra, se está generando una competencia entre las distintas organizaciones que agrupan, lideran o son las voceras de la multiplicidad de personas y comunidades dañadas por los actores del conflicto interno.
Las polémicas están llegando a extremos, al punto que se escuchan cruces de acusaciones sobre politización del tema de las víctimas, descalificaciones mutuas entre las distintas organizaciones y ONG y señalamientos sobre presuntos sesgos y discriminaciones ya sea para favorecer a determinados grupos de afectados o excluir a otros…
Flaco servicio prestan a la causa de la defensa de las víctimas esta clase de debates en los que, además, no se esconden las motivaciones ideológicas y políticas. Es más, se podría hablar aquí de una especie de re-victimización de los centenares de miles de personas que sufrieron en carne propia los estragos de una guerra que superó todos los índices de barbarie e inhumanidad.
Lamentablemente las advertencias hechas para que esta clase de situaciones vergonzantes no se dieran, fueran desatendidas por muchos sectores nacionales. No queda más que hacer un llamado a la cordura y sensatez a todos los involucrados en este asunto, pues, al final, los únicos perjudicados son los que ya han sufrido el embate de los violentos.